¿Cómo llegar a la meta de un mundo más humano?

El individuo no puede contentarse con la meta de la propia realización, indiferente ante el bienestar de su familia y ante la colaboración para conseguir un mundo más humano. Aparcamos la meta familia para centrarnos en la corresponsabilidad necesaria para conseguir entre todos un mundo mejor, más humano, por la presencia de los derechos del hombre.
Constatamos cómo en nuestro tiempo, esta comunidad universal padece la injusticia para la mayoría de sus habitantes, víctimas en un mundo tren alocado, bajo los efecto del maremoto, confundido como torre de Babel, y con muchos de sus dirigentes, hipócritas que defienden los derechos humanos pero practican la injusticia institucional.
Un mundo en esta situación pide a gritos convertirse en una comunidad humanizada, en un mundo mejor o por lo menos que no sea tan malo. Pero nadie duda que afrontamos un objetivo muy difícil, casi imposible de conseguir. No obstante se trata de una meta a la que se puede llegar con la colaboración de todos. Por lo tanto habrá que rechazar el egoísmo de la realización personal o del desarrollo de “mi” familia, pueblo, autonomía o nación.
¿Y qué podemos y debemos hacer cada uno de nosotros? Por lo menos tomar conciencia en qué consiste el mundo como una comunidad humanizada, regido por los derechos humanos para facilitar una vida digna a sus habitantes. Y a continuación, ponemos el “granito” de arena en la práctica de la justicia, la paz y de la ayuda mutua o corresponsabilidad. Es el objetivo de este artículo. Seamos optimistas. Sí, se puede mejorar el mundo.

Desafíos para conseguir un mundo mejor A los muchos problemas y desafíos expuestos en artículos anteriores, ahora podemos añadir:

1º La injusticia
Atención a lo que se refiere a la injusticia social que se hace presente en toda violación de la verdad, la vida, la libertad, la paz y los derechos de todo miembro del grupo humano. Así mismo, se siente la injusticia en la desigualdad afrentosa que existe entre clases sociales, entre pueblos, entre el Norte y el Sur, en el trato que los más favorecidos dispensan a personas, clases sociales o pueblos subdesarrollados.

2º En la conducta negativa
Se trata de las ofensas y de los defectos personales. Todo lo que ofende al prójimo cuando se miente, difama, humilla, explota, provoca el aborto, aterroriza o comete cualquier acción contraria a los derechos humanos.

3º En cuanto a la educación
La más necesaria es la formación en los valores relacionados con la justicia y la paz. Tal educación pide que sea fruto de una conciencia honesta que obra de manera coherente aunque no reciba el premio de los otros; responsable porque actúa según los compromisos asumidos como señal de madurez; respetuosa porque valora con palabras y con hechos la dignidad de las personas; generosa porque supera el instinto de venganza que obra según la norma del "ojo por ojo y diente por diente". La paz requiere cultivar una mentalidad nueva sellada por la no violencia; la práctica del diálogo reconciliador, paciente y humilde, fundamentado en la mutua confianza.

Relaciones según justicia
La meta de una comunidad global pide que las relaciones interpersonales estén selladas por los derechos de la verdad, la justicia, la paz, vida y libertad. Y todos los derechos motivados por el amor solidario.

Con la base de la justicia. Desde la ética, es clásica la definición de la justicia como la constante y firme voluntad de dar a los demás lo que les es debido. La paz se presenta como la obra de la justicia (Is 32,7; GS 78). El ser humano exige justicia a la sociedad que debe respetar su dignidad y derechos fundamentales. Desde la fe, la justicia está estrechamente unida a la caridad y se puede afirmar que sin justicia es imposible el amor fraterno. Quien no guarda los derechos ajenos no puede practicar las exigencias mayores que impone la caridad cristiana. La justicia es el fundamento sobre el cual se eleva el amor fraterno.

En un ambiente de paz para toda la humanidad.
En plan de metáfora, la paz puede contemplarse como un remanso de aguas que proceden de varias fuentes: la justicia con el respeto a los derechos humanos; la equidad de las estructuras según la dignidad del hombre; el dominio de sí mismo y la confianza mutua entre los miembros de las diferentes comunidades. ¿Pero es posible vivir en paz fraterna? Los hechos presentan a la paz amenazada por los inevitables conflictos de todo tipo y por el pecado que se manifiesta en el descontrol personal y en la agresividad de muchas estructuras. Con facilidad, la paz sucumbe ante los obstáculos que provocan la división entre los miembros de la comunidad; las acciones violentas que matan la justicia y el amor; los actos de terror y la guerra entre las naciones que utilizan el armamento para disuadir.

El no y el Sí de la paz.
Negativamente, “la paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica...” (GS 78). No existe paz cuando se exige lo indebido o se niega lo debido. A nivel personal, la paz desaparece con el miedo, el nerviosismo, la ansiedad, la agresividad, la insatisfacción grave en las aspiraciones, la situación de infelicidad o de opresión, el sentirse encadenado, objeto de desprecio, en un ambiente tenso, etc.

Positivamente, “la paz es el fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino Fundador” (GS 78). Es también la tranquilidad en la convivencia entre los pueblos pero no como efecto de una represión, del miedo o de la ignorancia. Puede darse una tranquilidad-paz al servicio de alguna clase dominante privilegiada. La “tranquilitas ordinis” de San Agustín presupone concordia entre las personas por la vigencia de la justicia. El Compendio del Catecismo presenta la paz como “la búsqueda del respeto y del desarrollo de la vida humana”...” efecto de la caridad. La paz en la tierra es imagen y fruto de la paz de Cristo” (n.481).

La corresponsabilidad: colaboración de todos con todos
Una comunidad humanizada en el plano ético está impulsada por la corresponsabilidad que la fe amplía con el amor cristiano.

En qué consiste
La actitud y respuesta corresponsable comprende la suma y vivencia de la vocación comunitaria, la preocupación por el bien común, la conciencia de los derechos y deberes humanos, la práctica de la responsabilidad social, la ayuda al prójimo y la colaboración con otras personas en actividades comunitarias.
En efecto, el ejercicio de la corresponsabilidad se manifiesta:
-en el amor coherente a la comunidad (familia, patria, pueblo, grupo religioso o filantrópico...);
-en el recto desempeño de las tareas encomendadas para el buen funcionamiento de la comunidad donde se vive;
-en la responsabilidad coordinada. Es decir, la unión de la respuesta personal a la de otros en actividades promotoras del bien común;
-y en la participación compartida que se manifiesta en la presencia activa para defender y promover los derechos humanos.

Exige amar el bien común En el plano humano, la corresponsabilidad tiene como fundamento los derechos y deberes humanos sostenidos por el bien común que admite varias definiciones: "el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección" (GS 26). Por bien común también puede entenderse: el punto equidistante entre el polo individualista y el colectivista; el bien de las personas abiertas entre sí, unidas para conseguir un proyecto común; el complejo de bienes, fines y condiciones de toda la vida social que interesan a todos y en los cuales todos pueden participar.
En el plano cristiano, la corresponsabilidad es una exigencia más de la caridad pues "si alguno posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidades y cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?" (1 Jn3, 16 -17). Toda persona, y en especial el cristiano, está llamado a sintonizar con los gozos, esperanzas, tristezas y angustias de los hombres, "sobre todo de los pobres y de cuantos sufren" (GS 1).
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