La encarnación de Dios en nuestra historia

Una fiesta que sin duda nos habla, si podemos decirlo de alguna manera, -aunque sea limitada- de la humanización de Dios. Dios entró en la historia humana en un pueblo concreto, con una lengua, con una cultura y un entorno, y éstos elementos configuraron su manera de vivir en una humanidad como la nuestra.
Y, ¿por qué se hizo hombre? Me preguntaba esta tarde mientras preparaba las vísperas. Precisamente porque los humanos andaban perdidos, estaban como ciegos. No sabían lo que era amar sin límites, lo que era la paz sin fronteras, lo que era el corazón de Dios, y en su ignorancia o incapacidad, en su empecinamiento en el mal, ¡hasta se hacían el mal unos a otros de forma sistemática! Y en esta dinámica no llegaban a comprender el lenguaje misericordioso de Dios.
Y, Dios les habló de muchas maneras, pero como eran de dura cerviz, no acababan de entenderle. Por eso Dios decidió hablarnos en lenguaje humano, desde nuestra cultura, “a la manera como lo hacemos los hombres y mujeres”, ¡tal vez así, no tendrían excusa y escucharían su voz… dejarían de endurecer sus corazones!
Y Jesús se hizo hombre en el seno de una mujer, y amó su tierra, su gente, sus costumbres, y viviendo y celebrando la vida, les anunció la Buena Noticia que traía de parte de Dios su Padre: que todos estamos salvados, que Dios nos ama a fondo perdido. Y así, sirviendo, ejerciendo misericordia, estando con la gente, les dijo que hicieran lo mismo que Él. Que éste era el camino que llevaba a la Vida.
La fiesta de la Encarnación o de la Anunciación nos recuerda eso: que tenemos en Él un modelo, y por tanto tenemos que humanizarnos, encarnarnos, servir, pasar como uno de tantos, y anunciar la salvación gratuita de nuestro Dios.
Encarnación, una fiesta que nos invita a vivir nuestra fe con los pies bien puestos en la tierra y con el corazón tan universal, que fijos los ojos en el Cielo, no podamos dejar de ver lo que hay en la tierra y acoger y amar a todos.
Una fiesta en la que, además, hay una mujer que acoge un mensajero de Dios, que se fía, y que se pone en camino.
Que podamos celebrar esta fiesta, asumiendo el reto que nos dejó Jesús de encarnarnos en nuestra historia, de ser uno entre nuestros hermanos, y de anunciar sin rebajas la BUENA NOTICIA DE LA SALVACIÓN PARA TODOS.
Y que como María, sepamos escuchar a los mensajeros de Dios que nos dicen que Dios cuenta con nosotros para servir a la causa del Reino. Si lo hacemos, pasaran dos cosas que pasaron a María: Nos pondremos en camino para servir, y daremos vida al Verbo de la Vida, a Jesús en nuestra historia.
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