Los rostros de cada día

Esta tarde vino a la portería del Monasterio María. Tiene 22 años y tres hijos de seis meses y dos y tres años. Hace más de un mes le cortaron la luz por falta de pago, no tiene para pagar el alquiler del piso en el que vive, y su marido se pule la Pirmi nada más cobrarla. Teme que le quiten los niños, y no tienen qué comer.

Hace una semana una comunidad de inmigrantes africanos que suman ciento cincuenta personas, nos manifestaban que su gente están pasando hambre. La mayoría no tienen papeles ni trabajo y se ven en una situación límite. Hasta hace poco los que trabajaban podían enviar algo de dinero a sus familias, ahora son ellos los que necesitan ayuda.

Esta semana en la reunión de Caritas Arciprestal se hablaba del empobrecimiento de muchas personas, de nuevas formas de pobreza y se planteaba qué respuesta podemos dar desde la Iglesia, desde la fe, acogiendo, comprendiendo, consolando y dando respuesta a sus reclamos.

Los casos y las personas son muchas, en el convento, hasta llegar a veinte cada día, y pasa otro tanto en las otras comunidades de Manresa, y me imagino que del mundo mundial.

La crisis tiene rostros, no me canso de decirlo. Y esos rostros elevan cada día un clamor, y Dios no puede soportar ver la opresión de sus hijos, y que vivan con su dignidad pisoteada.

Mientras caminamos hacia la Pascua, y mientras pido a Dios nos dé creatividad para responder, caridad para amar y entrañas de misericordia para ponernos en la piel del otro, le digo, le pido y le suplico en nombre de todos los que se lo pasan más, y lo hago con palabras del Profeta: “Señor escucha… Señor atiende… Señor, perdona.”

No hace falta más: Él ya sabe qué es lo que necesitamos, a quiénes tiene que perdonar por sus responsabilidades, y qué gemido hay en cada clamor silencio o proferido de sus pobres.

Desde de la oración, nos hacemos solidarios con los pobres, y desde ella Dios nos envía a consolar a su pueblo.

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