Astronomía en la Iglesia, también los curas ven al cielo

Guillermo Gazanini Espinoza / Secretario del Consejo de Analistas Católicos de México. 16 de julio.- Para los católicos comunes, podría ser sorprendente que algunos religiosos estén dedicados enteramente a estudiar las estrellas, hacer ciencia, a conocer y divulgar el orden natural más allá de la atmósfera de nuestro mundo.
Y es que el 15 de julio, Francisco se reunió con sus compañeros, los jesuitas dedicados a la observación del cielo, herederos de una tradición científica astronómica que se remonta hasta 1582. La visita del Papa fue un acontecimiento en tuiter; a través de la cuenta @SpecolaVaticana, los astrónomos mostraron su alegría por ser anfitriones del Pontífice, sumándose a la constelación de religiosos, hombres de ciencia y Papas cautivados por la observación del cosmos.
El 21 de diciembre de 2008, Benedicto XVI trajo a la memoria de la Iglesia la personalidad de varios antecesores suyos en el trono de Pedro que fueron apasionados de la astronomía, “Entre mis predecesores de venerada memoria ha habido cultivadores de esta ciencia, como Silvestre II, que la enseñó, Gregorio XIII, a quien debemos nuestro calendario, y san Pío X, que sabía construir relojes solares…” Y, en adición, la Santa Sede se aprestó a la realización de un Congreso Internacional sobre el caso Galileo en mayo de 2009.
Una de las instituciones más fascinantes y, paradójicamente, desconocidas para la mayoría de los católicos es la existencia del Observatorio Vaticano, el más antiguo del mundo y de mayor prestigio y respeto en la comunidad astronómica internacional.
Su fundación se remonta a la Constitución del Papa Gregorio XIII por el que se creó el comité para estudiar los datos e implicaciones sobre la reforma del calendario ocurrida en 1582. Este comité incluyó al padre Christoph Clavius (1538-1612), matemático jesuita del Colegio Romano, quien explicó la reforma del calendario gregoriano. Sus aportaciones a la ciencia merecieron que el tercer cráter más grande del lado visible de la Luna lleve su nombre.
Desde entonces el papado ha manifestado su interés y apoyo hacia la investigación astronómica. De hecho, tres observatorios fueron fundados por iniciativa pontificia:
El observatorio del Colegio Romano (1774-1878);
El observatorio de la Capital (1827-1870) y,
La Specula Vaticana (1789-1821) en la Torre de los Vientos dentro del Vaticano.
Los tres observatorios alcanzaron su cenit a mediados del siglo XIX con las investigaciones del jesuita Angelo Secchi del Colegio Romano quien clasificó las estrellas de acuerdo a su espectro. Con el Papa León XIII se reestructuró formalmente el Observatorio Vaticano a través de Motu Proprio Ut Mysticam, del 14 de marzo de 1891, por el que señaló le necesidad de que todos vieran claramente que la Iglesia y sus pastores no están opuestos a la verdad y a la solidez de la ciencia, sea divina o humana, animando a apoyarla y promoverla con la mayor dedicación posible.
En 1935, el Papa Pío XI estableció el Observatorio en el Palacio de Castel Gandolfo y, desde esa época, ha estado bajo encargo de una comunidad de jesuitas astrónomos. Hacia la década de los 80, y debido a la luminosidad de la ciudad de Roma, se llevó a cabo la fundación de un segundo Observatorio en Tucson, Arizona, y a la eventual construcción del Telescopio Vaticano de Tecnología Avanzada en el monte Graham. Actualmente, el palacio papal de Castel Gandolfo continúa sirviendo como cuartel general del Observatorio y ha sido anfitrión de encuentros internacionales en las escuelas bianuales de verano.
Sin embargo, se han presentado necesidades de espacio; por un lado está la actividad científica en las instalaciones y, por el otro, el crecimiento del número de jesuitas que se proyecta en el equipo de astrónomos en los próximos años, ha hecho necesaria la ampliación de las antiguas instalaciones del Observatorio. De la misma forma, el palacio pontificio continúa recibiendo grandes concentraciones de personas y de dignatarios que visitan al Pontífice en los meses de verano. Tales actos no son compatibles con la residencia de los jesuitas dedicados al estudio, la enseñanza y la investigación.
Por ejemplo, las escuelas de verano del Observatorio y los Congresos Internacionales, realizados regularmente en el palacio pontificio, requieren de instalaciones que están cercanos a los aposentos del Papa y, debido a la seguridad y privacidad del Santo Padre, deben ser reasigandos en lugares distintos.
Para resolver lo anterior, El Vaticano ha ofrecido al Observatorio un antiguo monasterio que se localiza en los jardines adyacentes al palacio veraniego, renovado y ampliado de acuerdo a las necesidades de la comunidad de jesuitas astrónomos.
De acuerdo al reporte 2012 que la Compañía de Jesús rinde al Santo Padre, la comunidad de astrónomos a cargo del Observatorio Vaticano en Castel Gandolfo y Tucson está integrada por José G. Funes, director; Pavel Gabor, Richard Boyle, Guy J. Consolmagno, Christopher Corbally, John Hollywood, Jean Baptiste Kikwaya, Sabino Maffeo, Alessandro Omizzolo, William Stoeger, Jozef M. Maj, David Brown, Albert J. Duilio, Gabriele Gionti, Paul R. Mueller y Jonathan J. Stott.
En 2009, el Observatorio Vaticano y la Compañía de Jesús se unieron a la celebración del Año Internacional de la Astronomía dando a conocer sus investigaciones a la sociedad en general, conmemorando 400 años de la primera contemplación de los cielos a través de un telescopio hecho por Galileo Galilei.
La observación de las estrellas, conjugando fe y razón; escudriñar lo celestial gracias a las ciencias del ser humano, la contribución de la Iglesia a la humanidad donde notables hombres de fe dejaron su impronta iluminando la historia universal a pesar de los inútiles e iracundos esfuerzos de los laicistas que se empeñan a decir que la Iglesia es una institución oscurantista, fanática y retrógrada.