EL IMPERIO MEXICANO Y LAS CORTES... EN EL 188 ANIVERSARIO DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO





En la euforia por el Bicentenario, en 2010, daremos tributo a los héroes que iniciaron un proceso revolucionario contra el gobierno usurpador en España. Hace 188 años, el 27 de septiembre de 1821, la consumación de la independencia no fue a causa de las masas y el pueblo de la América septentrional, sino de la élite novohispana, los criollos, que deseaban preservar la monarquía.



Por Jorge Pérez Uribe



Preámbulo


Si el eficiente agente yanqui Joel R. Poinsett y su secta de juramentados (1) no hubieran tenido éxito, probablemente el nombre de nuestro país sería “México”, en lugar de “Estados Unidos Mexicanos” y en lugar de “Congreso de la Unión” hablaríamos de “Cortes”. Este trabajo es precisamente una crónica sobre el tormentoso papel que jugaron las Cortes en el inicio del México independiente; que fueron las que decretaron el Imperio Mexicano, -no Agustín de Iturbide, como comúnmente se piensa-, para hacerlo fracasar inmediatamente después.





Los precedentes españoles

Los dirigentes de la Nueva España declararon la independencia en septiembre de 1821, cuando comprendieron que España no les concedería la autonomía que deseaban. La elite novohispana se proponía gobernar el país pero a la vez deseaba mantener fuertes vínculos con la madre patria; su Plan de Iguala contemplaba el establecimiento de una monarquía constitucional, con el rey de España o un miembro de la familia real española como soberano, y reconocía la Constitución española de 1812 y los estatutos promulgados por las Cortes españolas como leyes nacionales. La independencia quedó asegurada cuando Juan O´Donojú, último jefe político superior de la Nueva España, ratificó el Plan de Iguala firmando los Tratados de Córdoba.



Para los fundadores del imperio mexicano sus acciones eran consistentes con las tradiciones políticas hispanas que consideraban su legítimo patrimonio. Reconocieron la primacía de la Constitución española de 1812 y las leyes dictadas por las Cortes españolas porque era parte de su experiencia política reciente. En la redacción de esa Constitución, habían participado varios distinguidos novohispanos y para muchos mexicanos era su Constitución tanto como la de España. [...]



Los mexicanos recién independizados siguieron cuidadosamente los precedentes españoles. También ellos formaron un Consejo de Regencia para ejercer el Poder Ejecutivo y una Soberana Junta Provisional Gubernativa que haría las veces de Legislativo hasta que se reunieran las Cortes mexicanas. (2) El hecho de que el adjetivo “soberana” correspondiese a la Junta Provisional Gubernativa y no a la Regencia, implicaba que esta quedaría supeditada a la Junta.





Los primeros meses del México independiente


La Soberana Junta Provisional Gubernativa se reunió por primera vez en Tacubaya el 22 de septiembre de 1821, para que sus miembros tomarán posesión de sus cargos e hicieran su protesta formal. En su segunda sesión, también celebrada en Tacubaya, la Soberana Junta, igual que su predecesora las Cortes españolas, afirmó su poder votando por unanimidad “Que la junta tendrá exclusivamente el exercisio de la representación nacional hasta la reunión de las Cortes” y arrogándose “todas las facultades que están declaradas a las Cortes, por la Constitución política de la monarquía española”, declarando que “las decisiones de la Junta por su atributo Legislativo, serán [...] provisionales, para la reforma que el Congreso de la nación estime conveniente” [...] La legislatura en ejercicio estableció claramente que los organismos gobernantes provisionales funcionarían hasta que se reunieran las Cortes y hasta que llegará a México el rey de España. En su primera sesión en la ciudad de México la Soberana Junta revisó y aprobó la actuación de los treinta y dos miembros presentes y luego escogió a las cinco personas que formarían el Consejo de Regencia, nombrando presidente a Agustín de Iturbide. (3)



Lo que subyacía en el fondo de estas disposiciones era la pugna entre las dos corrientes que surgieron entre 1808 y 1821; una, forjada en el crisol de la guerra que ponía el énfasis en el poder Ejecutivo, y otra proveniente de la experiencia parlamentaria, insistía en el predominio del Legislativo.



El primer choque entre una y otra se dio con motivo de la asignación de delegados a las Cortes constituyentes en el que triunfó la Regencia encabezada por Iturbide.





Las conspiraciones contra Iturbide

En la ciudad de México, poco después que la Soberana Junta se vio obligada a capitular, se reunió un grupo de conspiradores, entre los cuales se contaban figuras políticas tan destacadas como Antonio López Matoso, Miguel Domínguez, Miguel Barragán, Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo y Juan B. Morales. Planeaban capturar a Iturbide, obligarlo a revocar la convocatoria y publicar otra de conformidad con los precedentes constitucionales españoles. Sin embargo los conspiradores, cuya organización era más bien informal, no supieron mantener el secreto y fueron denunciados a las autoridades. El 29 de noviembre Iturbide arrestó a diecisiete personas, entre ellas López Matoso, Victoria, Bravo y Barragán, No obstante la Soberana Junta ordenó su liberación inmediata, porque el generalísimo no consiguió demostrar que los conspiradores constituían una verdadera amenaza, y al día siguiente fueron puestos en libertad con la excepción de Victoria, que escapó después. (4)



Se efectuaron las elecciones para diputados de las Cortes entre los que había: tachados de conducta públicamente escandalosa, procesados por causa criminal, quebrados, autores de asonadas militares y frailes, aún cuando estaba prohibido fuesen diputados los religiosos.



La Soberana Junta revisó y aprobó las credenciales de los recién elegidos, transfiriendo a las Cortes la autoridad soberana. La sesión inaugural tuvo lugar el 24 de febrero de 1822.



La nueva legislatura demostró de inmediato su autoridad e independencia. En su sesión del 26 de febrero, las Cortes se declararon legítimamente constituidas; delegaron formalmente el Poder Ejecutivo, interinamente en el Consejo de Regencia; establecieron “el imperio Mexicano”; llamaron al trono del imperio, de acuerdo con la voluntad general, a las personas designadas por los Tratados de Córdoba y confirmaron a todos los funcionarios civiles, militares y eclesiásticos existentes en el imperio. Así la legislatura insistió en demostrar formalmente que sólo ella poseía la soberanía. (5)



En los meses siguientes continuaron los enfrentamientos entre las Cortes y un Iturbide sometido a sus caprichos: así por ejemplo el 3 de abril cuando Iturbide pidió poderes extraordinarios para atender las tensiones entre el pueblo y las tropas peninsulares que habían capitulado, se le negaron. Para diluir el poder de Iturbide, el 11 de abril el Congreso designo un nuevo Consejo de Regencia, en el que incluyeron a incondicionales suyos como el conde de la Casa de Heras, Miguel Valentín y Nicolás Bravo. Las Cortes no podían quitarles a Iturbide su cargo debido al apoyo militar y popular con que contaba, pero reemplazaron a los regentes que lo habían apoyado de manera constante, conservaron a Yáñez, el único regente que se había peleado en público con el generalísimo, y designaron a hombres independientes, incluyendo a Bravo, quien durante un corto lapso había sido encarcelado por Iturbide en la conspiración de noviembre. Para subrayar su autoridad, el Congreso nombró al nuevo Consejo de Regencia en una ceremonia formal en la que los nuevos regentes “prestaron el juramento del reconocimiento y obediencia al Congreso...” (6) A favor de Iturbide jugó el hecho de que muchos representantes provinciales se convencieron de “que eran víctimas de [las] secretas maquinaciones” del grupo de la ciudad de México. “Y la opinión [...] se uniformó de quitar a la capital de México el poder absoluto que ejerció sobre las provincias”. (7) (Indudablemente que muchos de los representantes provinciales eran gente de buena fe, no afiliados a las logias masónicas de la ciudad de México, que intentaban imponer su voluntad contra Iturbide).



El 14 de mayo varios diputados propusieron reducir el poder de Iturbide, ya que era presidente del Consejo de Regencia y generalísimo de las fuerzas armadas. La discusión se fijó para una sesión secreta el 18 de mayo. Conocida esta situación por los principales comandantes del ejército, fue la que llevó a pedir públicamente su proclamación como emperador el mismo 18 de mayo, al tiempo que el pueblo pedía la muerte de los principales autonomistas, como José Hipólito Odoardo, José María Fagoaga y Francisco Manuel Sánchez de Tagle, todos los cuales se ocultaron temiendo por sus vida. (8)



Valentín Gómez Farías y otros 45 representantes provinciales propusieron formalmente la elección de Iturbide como emperador, en el entendimiento de que sería un monarca constitucional, como de hecho lo fue.





Iturbide emperador constitucional

El 21 de mayo de 1822, Agustín de Iturbide se presentó ante el Congreso para pronunciar al siguiente juramento:



“Agustín, por la Divina Providencia, y por el nombramiento del Congreso de

representantes de la nación, emperador de México, juro por Dios y por los santos evangelios, que defenderé y conservaré la religión católica, apostólica, romana, sin permitir otra alguna en el imperio; que guardaré y haré guardar la constitución que formaré dicho Congreso, y entre tanto la española que está vigente, y asimismo las leyes, órdenes y decretos que ha dado y en lo sucesivo diere el repetido Congreso...”



En los meses subsecuentes las Cortes trataron de reafirmar su autoridad y con el reforzamiento que tuvieron con la llegada de opositores a Iturbide agudizaron su enfrentamiento con el emperador. José Mariano Michelena y José Miguel Ramos Arizpe regresaron de las Cortes de España, de las provincias llegaron José Servando Teresa de Mier, José del Valle y Juan de Dios Mayorga, de Colombia Miguel Santa María y de Cuba Vicente Rocafuerte y principalmente el enviado informal de Estados Unidos Joel Poinsett. Los nuevos activistas políticos se unieron a las filas de los contrarios a Iturbide y, siguiendo el patrón de la política de la ciudad de México desde 1808, crearon grupos informales (9) para oponerse al monarca.



Pronto surgió una conspiración en que estaban involucrados miembros prominentes del Congreso: los conspiradores se proponían capturar al emperador, anular su elección, reorganizar el gobierno y poner al ejército bajo el control absoluto de las Cortes. Eventualmente el gobierno imperial descubrió el complot y ordenó la detención de sesenta y seis personas, entre ellas 20 miembros del Congreso el 26 de agosto. (10) En la sesión del día siguiente el secretario del Interior José Manuel de Herrera aclaró que la Constitución española y las leyes vigentes otorgaban al Ejecutivo autoridad suficiente para proteger a la nación contra la subversión. Las Cortes se declararon en sesión permanente a partir de ese día.



Finalmente el 31 de octubre Iturbide disolvió el Congreso, afirmando que la legislatura estaba abusando de su autoridad. Aunque Iturbide creó la Junta Nacional Instituyente, conformada con los legisladores que estaban dispuestos a colaborar con él, ésta resultó inviable



Para entonces, 1° de febrero de 1923 se publicó en Plan de Casa Mata, encabezado por Antonio López de Santa Ana, estallando varias revueltas en todo el paíS, cuya principal reivindicación era la elección de una nueva legislatura. Ante el hecho de tener que derramar nuevamente sangre mexicana, ahora para consolidar su gobierno, Iturbide prefirió abdicar un 19 de marzo de 1823.



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1. Masonería del Rito de York

2. La independencia de México y el proceso autonomista novohispano, 1808-1824, Guedea Virginia (coord.). Las Cortes mexicanas y el congreso constituyente, Jaime E. Rodríguez O., UNAM, IIH/Instituto Mora, 2001, pág.,285

3. Ibíd., pág., 286

4. Ibíd., pág., 288

5. Ibíd., pág.290

6. Ibíd., pág.290

7. Ibíd., pág.291

8. Ibíd., pág.291

9. Entiéndase logias masónicas

10. Ibíd., pág.293


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