En la 107 Asamblea de la CEM, nuncio papal realiza recomendaciones para acabar con "ese mal" Signos del clericalismo según el nuncio Franco Coppola

Una enfermedad que representa la “es-clero-sis” de la Iglesia; un sagrado “despotismo ilustrado” de quienes piensan y deciden: hago y deshago, organizo y desorganizo, pongo y compongo, apruebo y desapruebo, incluyo y excluyo…

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En un el mensaje a los obispos de México reunidos en la 107 asamblea de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Mons. Franco Coppola, nuncio apostólico, sentó las prioridades pastorales y los vicios que, a su juicio, impiden el desarrollo dinámico de la Iglesia que ha pasado “días muy intensos” y de desafíos “muchos e impostergables, los hemos querido ver como signos del grito de Dios que nos llama, ante todo a nosotros mismos, a la conversión”.

Mujeres, jóvenes y pobres son, a juicio del nuncio, los sectores sensibles emblemáticos o significativos en el cambio de época latinoamericano, grupos que pueden reactivar las energías sociales de la región. Realizando una perspectiva sobre la situación de estos grupos a la luz del magisterio del Papa Francisco, el arzobispo advierte de las serias carencias, deficiencias y hasta discriminaciones que no permiten el desarrollo integral de los miembros de estos grupos.

Acabar con la “servidumbre de las mujeres” que puede anidarse al interno de la institución; aprovechar el entusiasmo y energía de los jóvenes y escuchar el grito de los pobres para que la Iglesia les tienda la mano:“No honren al Cristo eucarístico con ornamentos de seda, mientras fuera del templo descuidan a ese otro Cristo que sufre por frío y desnudez, citando a san Juan Crisóstomo.

Franco Coppola no se quedaría en la simple enunciación de los grupos a quienes se les debería particular atención pastoral. Según el propósito de la 107 Asamblea, uno de los aspectos esenciales a tratar es el de la formación sacerdotal y la atención de los ministros.

El azote de los abusos sexuales cometidos ha llevado a los obispos a un especial el examen de la cuestión y el nuncio Coppola afirma que las causas pueden detectarse especialmente en el clericalismo, “un virus que la Iglesia ha venido incubando durante siglos. Una enfermedad que representa la “es-clero-sis” de la Iglesia; un sagrado “despotismo ilustrado” de quienes piensan y deciden: hago y deshago, organizo y desorganizo, pongo y compongo, apruebo y desapruebo, incluyo y excluyo…”

El nuncio advierte a los prelados mexicanos sobre la formación de los candidatos al sacerdocio. Si bien esta tarea debe ponerse en manos de gente capaz de “acompañar realmente de cerca a las personas”, los vicios al interior de los seminarios han marcado la preferencia por la formación de los aspectos intelectuales y humana, descuidando la dimensión pastoral y espiritual. A juicio de Coppola, los actuales sacerdotes ven en su ministerio el ejercicio más de una profesión que el de la opción de vida:“Me parece que nuestros presbíteros carecen de una real “formación a la paternidad” … Cuando escucho de día libre semanal, en el que ni siquiera se celebra la Misa; cuando escucho de vacaciones; cuando escucho de horario para atender a los feligreses, me pregunto: ¿acaso los padres tienen un día libre por semana? ¿Hacen vacaciones sin sus hijos? ¿Tienen horario de atención para ellos? Sin darnos cuenta, estamos transformando nuestra misión de “Padres”, como nos lo recuerda nuestro pueblo, en una profesión…”

El gran mal que viene paralizando a la Iglesia, el clericalismo, equivale quizá a una de las plagas bíblicas del Éxodo; virus, según Coppola, incubado durante siglos. “Una enfermedad que representa la “es-clero-sis” de la Iglesia; un sagrado “despotismo ilustrado” de quienes piensan y deciden: hago y deshago, organizo y desorganizo, pongo y compongo, apruebo y desapruebo, incluyo y excluyo… La tarea de los portavoces del clericalismo consiste en crear un público pasivo y obediente, no un colaborador participante en la toma de decisiones; lo que pretenden es edificar no una “iglesia doméstica”, sino una “iglesia domesticada”.

Citando de nuevo al Santo Padre, la advertencia del clericalismo al usar al laicado instrumentalizándolo, haciéndolo máquina que se mueve a las órdenes del estamento clerical, incluso dejo entrever la taras del laicado que no reconoce los signos de su dignidad: “En América Latina, por ejemplo, el clericalismo es muy fuerte, muy marcado. Los laicos no saben qué hacer si no se lo preguntan al sacerdote... Es muy fuerte. Y por esto la conciencia del papel de los laicos en América Latina está muy atrás”. Más allá, el virus del clericalismo es capaz de infectar a la célula del laicado comprometiendo su lozanía y salud reproduciendo el ADN del agente vírico.

Efectivamente, afirma Coppola: “Sin darnos cuenta, hemos generado una elite laical creyendo que son laicos comprometidos solo aquellos que trabajan en cosas “de los curas” y hemos olvidado, descuidado al creyente que muchas veces quema su esperanza en la lucha cotidiana por vivir la fe. Estas son las situaciones que el clericalismo no puede ver, ya que está muy preocupado por dominar espacios, más que por generar procesos”

Incluso, el representante papal no tuvo empacho alguno al externar “amables” peticiones y sugerencias a los obispos de México en cuanto a los signos celebrativos, especialmente el de las incensaciones en la misa que exhibirían  clasismos litúrgicos al diferenciar a los clérigos del pueblo santo de Dios; pequeños signos que dicen mucho de la infección vírica  de la cual quiere inmunizar: “Un pequeño signo de clericalismo sobre el cual hago formalmente un llamado a los responsables de la liturgia. Por favor acaben con él: se trata de esa incensación al ofertorio que hacen según grados: obispos…, sacerdotes, laicos… Es un acto, una manifestación externa de clericalismo que no tiene ningún fundamento litúrgico, una manera desviada de concebir al clero, una deferencia y una tendencia a reconocerle una superioridad. Olvidamos que somos y estamos “en persona Christi”

El mensaje para los obispos se convirtió en comedida advertencia. Ahora los prelados tienen de viva voz del representante papal el supuesto diagnóstico del mal. Para el prelado italiano, el retrovirus está en el laboratorio de la sinodalidad cada vez más decantada. El nuncio quiere extender una receta con medicinas similares para paliar las dolencias del enfermo organismo eclesial.

Al retrovirus de la sinodalidad, se le alternan los paliativos de la catequisis escolarizada -con todos los dilemas que conlleva- y de la juventud para abrir al camino de la vocación a la santidad. Para Coppola, los religiosos deberían incitar al encuentro del Dios vivo en los jóvenes, especialmente en esas escuelas y universidades que regentean. Y sabe muy bien qué implica el verbo regentear.

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