#LectioDivinaFeminista Del Juicio a la Sororidad: La Parábola Invertida
Lc 18:9-14
| Norma Melara
Introducción
El texto bíblico de Lucas 18:9-14 presenta la Parábola del fariseo y el publicano, una de las instrucciones más hondas de Jesús sobre la humildad y la justicia divina. A través de dos personajes opuestos —un fariseo que se vanagloria por su piedad y un publicano que se reconoce profundamente como pecador—, Jesús descubre que la verdadera justificación ante Dios no proviene del mérito personal ni de la observancia de la ley, sino de un corazón humilde y contrito. Esta parábola desafía la noción de la justicia propia y subraya la misericordia de Dios hacia aquellos que reconocen su necesidad de perdón.
Contexto Literario e Histórico
Contexto Literario:
- La parábola se encuentra en el Evangelio de Lucas, que a menudo enfatiza la misericordia de Dios hacia las personas marginadas y pecadoras.
- Es parte de una sección más amplia del evangelio (Lucas 9:51 - 19:27) que describe el camino de Jesús hacia Jerusalén y contiene muchas de sus enseñanzas más distintivas, como la Parábola del Buen Samaritano y la de la oveja perdida.
- Lucas introduce esta parábola con una nota explícita sobre su audiencia y propósito: Jesús la dirigió a "algunos que confiaban en sí mismos como justos y despreciaban a los demás" (v. 9). Esto la sitúa directamente como una crítica a la autosuficiencia espiritual y el orgullo religioso.
Contexto Histórico:
- Fariseos: Eran un grupo religioso y social muy respetado en el judaísmo del siglo I. Se dedicaban a una estricta observancia de la Ley de Moisés y de las tradiciones orales. A los ojos del pueblo, un fariseo representa la piedad y la devoción. El fariseo de la parábola no está mintiendo sobre sus prácticas; el ayuno dos veces por semana y el diezmo de todo lo que gana eran actos de piedad extraordinarios, que superan lo exigido por la ley. Su problema no era su piedad, sino su actitud de superioridad y desprecio hacia los demás.
- Publicanos: Eran recaudadores de impuestos para el Imperio Romano. Por lo general, eran judíos que colaboraban con la potencia ocupante, lo que los hacía profundamente impopulares y eran considerados traidores. A menudo se enriquecen cobrando más de lo debido, por lo que eran vistos como pecadores y corruptos, excluidos de la vida religiosa y social. El publicano de la parábola, al reconocer su condición de pecador y pedir misericordia, representa el tipo de persona que la sociedad despreciaba, pero que, según Jesús, estaba más cerca de Dios.
- El Templo: El escenario de la oración en el Templo de Jerusalén es crucial. Era el centro de la vida religiosa judía, el lugar donde se ofrecían sacrificios para la expiación de los pecados. La parábola muestra que la justificación no se encuentra en la posición social o la reputación religiosa, sino en la actitud del corazón ante Dios.
Temas Teológicos Clave
- La Humildad frente a la Arrogancia: El tema central es que la justificación ante Dios no depende de la observancia externa de las normas religiosas, sino de una actitud interior de humildad. El fariseo se jacta de sus méritos, mientras que el publicano, reconociendo su indignidad, pide misericordia. Es la humildad del publicano la que lo hace justo a los ojos de Dios.
- La Gracia de Dios vs. el Mérito Humano: La parábola subraya que la salvación es un don gratuito de Dios (gracia), no algo que se pueda ganar con obras o méritos. El fariseo se basa en su propio esfuerzo ("ayuno, doy el diezmo"), mientras que el publicano se abandona a la misericordia divina.
- La Verdadera Justicia: Jesús redefine lo que significa ser "justo" ante Dios. La verdadera justicia no es una justicia legalista que se compara con la de los demás, sino una justicia que parte del reconocimiento sincero de la propia pecaminosidad y de la necesidad de perdón.
- Inclusión de las personas Marginadas: Esta parábola es un claro ejemplo del mensaje de Jesús de inclusión de los pecadores y marginados. El publicano, social y religiosamente excluido, es el que "baja a su casa justificado," mientras que el fariseo, el modelo de piedad de su tiempo, no lo es.
Meditación
- Preparación del ambiente (5 min)
- Silencio y acogida: Invita a la comunidad a sentarse de manera cómoda y hacer silencio.
- Oración inicial: Comienza con una breve oración para pedir al Espíritu Santo que abra los corazones y mentes para escuchar el mensaje de Jesús. Por ejemplo: "Ven, Espíritu Santo, ilumina nuestra mente y enciende nuestros corazones con tu amor para que podamos comprender y vivir la palabra de tu Hijo."
- Lectura y Proclamación (5 min)
- Lectura del Evangelio: Lee el pasaje de Lucas 18, 9-14 en voz alta, de forma pausada y clara.
- Pregunta de resonancia: Pide a las personas participantes que, de forma personal, identifique una palabra o frase que les haya llamado la atención y que la guarden en su corazón durante unos minutos de silencio.
- Reflexión Guiada (10 min)
- Identificación con los personajes: Guía a la comunidad a identificarse con los dos personajes. Pregunta:
- o "El fariseo": ¿En qué momentos de nuestra vida nos sentimos personas justas, mejores que las demás, o nos comparamos con otras? ¿Cuándo nuestra oración se convierte en una lista de logros y no en un diálogo con Dios? ¿A quiénes juzgamos o miramos con desprecio en nuestra comunidad o en nuestra sociedad?
- o "El publicano": ¿Cuándo hemos sentido el peso de nuestros errores o pecados? ¿Cuándo nos hemos sentido personas indignas de estar ante Dios? ¿Qué significa para nosotros la humildad de no poder ni siquiera "levantar los ojos al cielo"?
- El mensaje de Jesús: Enfoca la reflexión en la conclusión de Jesús. "Este bajó a su casa justificado y no aquel." La justificación no viene de nuestros méritos, sino de la humildad y la petición de misericordia. Pregunta: ¿A qué nos invita esta parábola hoy? ¿A ser más honestas con nosotras mismas y con Dios?
- Oración en Comunidad (10 min)
- Oración de contrición y petición: Invita a las personas participantes a hacer una oración personal de arrepentimiento, a pedir a Dios la gracia de la humildad del publicano. Pueden repetir juntos, en voz baja o en silencio: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy una pecadora!"
- Oración de acción de gracias: Agradece a Dios por su infinita misericordia y por la oportunidad de redescubrir que Él nos ama incondicionalmente, sin importar nuestra condición.
- Compromiso y Acción (5 min)
- Llevar la palabra a la vida: Propón un compromiso concreto y sencillo para la semana. Por ejemplo:
- o "No juzgaré a alguien que me resulta difícil de entender."
- o "Haré una oración de humildad cada día antes de iniciar mis actividades."
- o "Ofreceré una pequeña acción de servicio a alguien a quien solía despreciar."
- Oración final: Concluye con una oración final de envío, pidiendo a Dios la fuerza para vivir el mensaje de la parábola en la vida cotidiana.
Contemplación: La Verdadera Justicia
Hermanas, la parábola de Jesús nos muestra dos tipos de justicia: la que se basa en el mérito propio y la que se fundamenta en la misericordia de Dios. Para nosotras, mujeres de América Latina, que conocemos la injusticia en tantas formas —en nuestros hogares, en el trabajo, en la sociedad—, la parábola nos invita a ir más allá de lo que se ve.
Cerremos los ojos y pensemos en la justicia del fariseo. Es una justicia de logros, de "mira todo lo que he hecho". Es la justicia que nos exige ser "la mejor": la mejor madre, la mejor vecina, la mejor trabajadora. Es una carga invisible que nos hace competir y compararnos entre nosotras, juzgandonos por si cumplimos o no con un ideal de perfección. Esta justicia nos agota el alma, nos aleja de las demás y nos vuelve duras. Nos hace creer que nuestra valía está en lo que hacemos, no en quienes somos.
Ahora, miremos la justicia del publicano. No tiene logros para mostrar. En su corazón, solo hay un grito: "¡Ten compasión de mí!" Esta es la verdadera justicia ante los ojos de Dios, una que nace de la humildad y la honestidad. Es la justicia que reconoce la propia fragilidad y la necesidad de perdón.
Para nosotras, mujeres de esta tierra, la verdadera justicia no es la que nos obliga a ser perfectas para merecer. Es la que nos libera de esa carga, permitiéndonos ser vulnerables y auténticas. Es la justicia de la mujer que, después de un día de lucha, se arrodilla con el corazón adolorido y dice: "Dios mío, he fallado, pero confío en tu amor incondicional". Es la justicia que nos permite perdonarnos a nosotras mismas y a las otras, reconociendo que todas estamos en el mismo camino de imperfección y necesidad de Dios.
Que nuestra oración no sea un recuento de méritos, sino un grito de confianza en la misericordia de Dios. Así, bajaremos a nuestra casa justificadas, no por lo que hemos hecho, sino por el inmenso amor que Él nos tiene.
Oración con lenguaje corporal y movimiento: La parábola en nuestro cuerpo
Esta oración te invita a sentir la parábola del fariseo y el publicano en tu propio cuerpo.
Paso 1: La Postura del Fariseo (El Orgullo)
- Ponte de pie, con la espalda recta y el pecho hacia adelante.
- Levanta la cabeza y mira hacia arriba, con las manos firmes en la cadera o extendidas en señal de alabanza.
- Siéntete firme y seguro, casi inamovible.
- Mientras mantienes esta postura, di en voz alta o en tu mente: "Gracias, Dios, porque no soy como los demás. Yo cumplo. Yo merezco. Mírame."
Reflexiona: Siente en tu cuerpo la rigidez, la autosuficiencia y el peso del juicio. ¿Cómo se siente estar así? ¿Es un lugar de paz o de tensión?
Paso 2: La Postura del Publicano (La Humildad)
- Poco a poco, baja la cabeza y encorva la espalda.
- Junta las manos sobre tu pecho, como si estuvieras sintiendo dolor o arrepentimiento, y golpea suavemente tu corazón.
- Baja la mirada al suelo, como si no te atrevieras a mirar a Dios.
- Mientras mantienes esta postura, di en voz alta o en tu mente: "Oh, Dios, ten compasión de mí, que soy pecador. Necesito tu perdón."
Reflexiona: Siente la vulnerabilidad, la honestidad y la entrega total. ¿Qué libera esta postura en ti? ¿Se siente más liviana o más pesada que la anterior?
Paso 3: El Abrazo de la Misericordia (La Justificación)
- Poco a poco, levanta la cabeza y abre los brazos a los lados, como si estuvieras recibiendo un abrazo.
- Permanece de pie, pero esta vez con el cuerpo relajado, los hombros sueltos y una expresión de paz en el rostro.
- Imagina que Dios te abraza y te dice que eres perdonada. Siente su amor incondicional que no depende de tus méritos.
- Di en voz alta o en tu mente: "Gracias, Dios, por tu misericordia. Ahora sé que soy amada, no por lo que hago, sino por quien soy para ti."
Reflexiona: Esta es la justificación. Es la paz que viene de soltar la carga del orgullo y de aceptar el perdón. Mantente en esta postura unos instantes, sintiendo la ligereza y la gracia.