#MaríaMagdalena MARÍA MAGDALENA, PRESENTE EN MI VIDA

MARÍA MAGDALENA, PRESENTE  EN MI VIDA
MARÍA MAGDALENA, PRESENTE EN MI VIDA

Mercedes y Teresa, que supisteis transmitirnos el camino para seguir a Jesús, el amor a su madre María y a todos/as los/as que le siguieron desde el principio en Galilea. En vuestro caso desde Almería, Sta. Marta y Cartagena (Colombia), La Habana (Cuba) y Cartagena (España).

Tuvisteis que afrontar familias numerosas en tiempos duros, como la guerra, el hambre, el fallecimiento de hijos, maridos aún jóvenes, uno de ellos traumático, acogiendo, además, a los miembros mayores de la familia, tíos y tías. En vuestra casa cabían todos.

Nos enseñasteis el respeto a las personas fueran de la condición que fueran, a rezar, a ser compasivos, a compartir el escaso pan, salir adelante en la precariedad al quedar viudas con hijos/as pequeños.

Como Mª Magdalena, disteis testimonio de vuestra fe en un entorno familiar abierto y amplio pese al temor de que os señalaran como cristianas (católicas), de tener una Biblia protestante traída de Alemania por el abuelo (tu marido) cuando había registros (en España imposible de conseguir), sabiendo que una denuncia os traería muchos problemas, disimular el miedo cuando asistíais a misa en tiempos de persecución. Aun así, en medio de tantas dificultades supisteis resistir y confiar en Él, “he visto al Señor” (Jn 20,18), discernir las posiciones radicales e irreconciliables de unos y otros con esa sabiduría popular que os caracterizó, sembrando cordura en medio de la sinrazón, vendando heridas, perdonando 70 veces siete, para que aquello no volviera a repetirse nunca más. Aunque dejara huella.

Filomena (Filo), la 13 de 16 hermanos, con un genio vivo que prodigaste toda tu vida superando, desde muy joven, las dificultades que os tocó vivir: enfermera por necesidad durante la guerra, cuidadora de los más pequeños, estudiosa, preparaste oposiciones lejos de tu familia logrando un puesto de trabajo en Correos que, pese a la oposición paterna, en aquellos años el acceso de la mujer al trabajo se hacía raro, decidiste ejercer con solvencia y responsabilidad.

Y en esas idas y venidas, la fuente de La Cibeles por testigo, conociste a papá, os cruzabais a diario para ir a vuestro trabajo, os mirabais con la complicidad de dos jóvenes que comenzaban a consolidar una relación para más adelante comprometeros y dar el paso al matrimonio.

Pusisteis gran empeño en nuestra educación, superando etiquetas que separaban, dividían o guardaban rencor, porque lo esencial para vosotros, y así lo repetíais una y otra vez, era “pasar por la vida haciendo el bien” (Hch 10,38)como Jesús. Las apariencias y la superficialidad nunca os gustaron. Nos transmitisteis el evangelio hecho vida,día a día, compartiendo los bienes con quien lo necesitaba en aquella época de grandes carencias, mucha pobreza (madres solteras, gitanos, emigración) recién salidos de una guerra civil que marcó profundamente a todos.

Detestabais la injusticia y la prepotencia en cualquier ámbito y persona que lo practicara, lo que os trajo algún que otro quebradero de cabeza. La generosidad, la honestidad, la sinceridad, el esfuerzo diario (trabajo, vecindario, sociedad) eran las señas de identidad que nos enseñasteis con naturalidad, como algo sencillo y bueno que debíamos practicar y no olvidar.

Primas: Teresa, Mercedes, Loli y primos todos muy queridos, compañeros de juegos, ‘amigos’ en quienes confiar, compartir y celebrar.

Como Mª Magdalena, vuestros pasos supieron rastrear las huellas de Jesús con la convicción de que las bienaventuranzas, como programa de vida apasionante y subversivo, se demuestran en el aquí y ahora que nos toca vivir.

Cuando la amistad tiene nombre de mujer: Gloria, Sara, Encarnita, Rosa Mary, Mila, Mary Tere. Amigas de estudios y compañeras de camino ya en la etapa adulta del grupo ‘Mujeres y Teología’ de Madrid y de otras regiones, así como muchas otras mujeres que se han cruzado en mi vida. En la amistad descubrimos el afecto personal desinteresado que nace y se fortalece en el trato diario, salvando discrepancias, opiniones diferentes, formas de ser y actuar que, en todo caso, nos enriquecen y nos alegran enormemente.

Como Mª Magdalena, al principio, yo misma le seguía a distancia, sus palabras me cautivaban y, en un momento concreto de mi vida mi corazón dio un vuelco, una mezcla de dolor, sorpresa y conmoción que me acompañaría siempre, sabiéndome ‘tocada’ por la brisa del Espíritu Ruah en un Pentecostés de abril de 1981 (Hch 2,1-4) (Jn 20,19-23).

Asimismo, maestras y profesoras que me dejaron huella: sor Catalina, sor Concepción, sor Pilar y ¡la Srta. Julia! (aunque sor Francisca me hizo llorar). Elvira, Antonia, Salo; los años gozosos en mi comunidad parroquial SEK: Elisa, Lucía, Mercedes, Sofía, Pepa, Luisi, Pepi… Durante los años de formación permanente en el Instituto San Pío X y en el Instituto Superior de Pastoral: Encarnita, Felisa y otros profesores.

Más recientemente, mis compañeras y hermanas al otro lado del Atlántico: Andrea, Marisa (resucitada en el Amor), Luz Mery, Luz Milena, Yolita, Martha Eugenia, Mayte, Mª Esperanza, María, Norma y quienes os vais incorporando…

Amigas queridas que me habéis acompañado en este camino, como hizo Mª Magdalena y las mujeres que siguieron al Maestro, enriqueciendo mi vida de manera indiscutible. Como ella, también nosotras hemos tenido que afrontar la incomprensión, la murmuración e incluso la difamación que tanto gustaba y gusta a los varones cuando las mujeres no se ajustan a los modelos establecidos en una sociedad patriarcal, se rebelan a normas impuestas por ellos o se atreven a infringir y desbaratar los convencionalismos sociales, culturales, intelectuales o religiosos.

Como ella, salimos en defensa de los/as más vulnerables, tratamos de gestionar y contrarrestar las envidias de los mismos apóstoles, aún vigentes en la Iglesia, como la disputa que tuvo Mª Magdalena con Pedro, recogida en el evangelio apócrifo de María en el que Leví, ante la incredulidad de Pedro y Andrés, sale en su defensa: “Pedro, estás enojado desde siempre. Si el Redentor la ha considerado digna, ¿quién eres tú para rechazarla?”.

Ayer, pero ¡todavía hoy! Podríamos escribir un libro con algunas (¿?) anécdotas sin mala intención, pero también discusiones serias, altercados y controversias que han causado dolor e incomprensión. Es ahí donde se gesta la Teología Feminista de la experiencia, aún no reconocida plenamente en la Iglesia católica y rechazada visceralmente por ‘ilustrados varones’ a quienes no les interesa compartir el poder, es decir, la autoridad al servicio del Pueblo de Dios. Pero también se alcanzaron importantes acuerdos y decisiones que iban convergiendo sabiamente en la vida pastoral de mi comunidad parroquial de referencia y de muchas otras salidas del Concilio Vaticano II.

Años de formación, estudios superiores en Teología fueron el estímulo que me interpelaba a “remar mar adentro” (Lc 5, 1-4), “ve a la otra orilla” (Mt 14, 22): Marta y profesores del Instituto Teológico de Murcia OFM.

Todas nosotras, como Mª Magdalena que sigue siendo un referente para quienes formamos parte del movimiento de Jesús, seguimos reclamando que éste vuelva a ser una comunidad de iguales. La historia patriarcal del cristianismo tiene una profunda deuda contigo.

“Primero se intentó silenciar tu protagonismo en la vida de Jesús y en el de la primera comunidad; después se quiso robarte el título de la primera testigo de la Resurrección, para atribuírselo a Pedro, tal como hizo el evangelio de Lucas (24,34) y Pablo que ni siquiera te nombra entre los testigos de la Resurrección (1 Cor 15,5-8).

Las mujeres cristianas te reconocemos como nuestra patrona, la inspiradora y defensora de nuestras luchas, la que mantienes la antorcha de la verdad del sueño de Jesús: hacer de la sociedad una comunidad de iguales y para ello había que empezar haciéndolo posible en un pequeño grupo para que fuese creíble"[1].

Ella que había sabido acompañar a Jesús por los caminos (Lc 8,1-3), dejándolo todo, es también la primera en inaugurar el nuevo camino que amanece en la mañana de Pascua.

No, Mª Magdalena no es la eterna penitente vestida con un sayo y cenizas. Mª Magdalena es la mujer fiel y feliz, arriesgada y con autoridad que emprende la hermosa tarea de anunciar a todas las gentes. Ella, como los primeros apóstoles, también contó lo que había vivido con el Maestro y su experiencia, tan rica y válida como la de ellos, ha sido y es instrumento del Reino. Sin las mujeres en la Iglesia no habría “mañana de Pascua”, si acaso tarde porque ellos, los varones, no madrugaron para ir al sepulcro[2].

Por último, transcribo la oración de María Magdalena.

Mujer en Pascua

¡Alegraos conmigo hoy,

madres, amigas, esposas

que tanto sufrís la vida!

¡El esposo ya levanta!

Suben con él bien gozosas,

las cadenas ya no atan,

aquellas que esclavizaron

sumiéndoles en desgracias.

Amaneció la Vida

en la mañana clara,

parecía que dormía.

¡Al amor nadie lo mata!

Yo con mis ojos lo vi

cuando iba en la mañana,

su tumba contemplé vacía

atravesando mis lágrimas;

se sobresaltó el corazón

mi Sofía no encontraba,

buscando andaba al amor

que un día me cautivara.

No me podía creer

que la muerte lo soltara,

pero mi fe se encendió

cuando mi nombre gritara.

Vivo lo quise tocar

mas no dejó que tocara,

solo me mandó anunciar

su esperanza traspasada.

A todos avisé yo

que en Galilea aguardaba

aquel que un día venció

a esa muerte tan amarga.

Él se adelantó primero

en la gloria de la pascua,

después será de nosotras

la alegría que no pasa.

Esposo amado, Jesús,

que gozoso ya descansas,

danos gritar de alborozo

tu victoria enamorada.                  

Mª Magdalena

[1] Emma Mtnez. Ocaña, Carta abierta a Mª Magdalena, 28.07.2021

[2] Monjas de Suesa (Cantabria)

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