Más de lo mismo, y la "exasperación" como postura vital





Ocurre con cierta frecuencia que el descubrimiento de algo, al instante se ve confirmado por la repetición de la percepción recién experimentada. Puede ser la primera noticia de una moda en el vestir, de un comportamiento social o el vislumbre de una idea particularmente sugerente: cuando alguien cae en la cuenta de uno de estos hechos, comienza inmediatamente después a ver repeticiones de lo mismo, a experimentar que lo descubierto era enormemente cierto.


Hace pocos días incluí en este blog una reflexión sobre la "extensión del mal", el fenómenos por el que, al disminuir las manifestaciones de un problema, aumenta el empecinamiento con los restos del problema que aún perduran. Durante los días siguientes, múltiples impresiones y lecturas han venido a confirmar este planteamiento.

Steven Pinker, un "posibilista serio"
De este renombrado profesor de Harvard, me ha llegado estos días un ponderado ataque contra "los profesionales del apocalipsis". Con una actitud serena y equilibrada, expone las tendencias enemigas del "progreso", una actitud que se mantiene en lugar de captar las mejoras que en la sociedad también se vienen produciendo.

Aporta el dato sorpresivo, tomado del economista Max Roser, de que, "desde hace 25 años, cada día, 137.000 personas han escapado de la pobreza extremasabe, porque los periódicos no recogen este tipo de noticias. El nudo de la cuestión está ante la postura ante el capitalismo (lo considera derivado de la Ilustración) y el mercado, en si pueden ser controlados por las medidas coercitivas y las instituciones (la postura que el entrevistado mantiene), o en si sus desmanes conducen inevitablemente al más negro derrotismo.

Frente a los que "reconocen el valor del progreso", condena severamente el "hábito muy extendido entre intelectuales y periodistas" de "destacar sólo lo negativo, en describir el mundo como si estuviera siempre al borde la catástrofes son calificadas con la misma severidad: "Cuando los países abandonan el mercado, como Venezuela, se hunden en la miseria. Ocurrió con la Unión Soviética, la China de Mao, la Alemania del Este anterior a la caída del Muro...".

Con estas opiniones no se considera un optimista ingenuo, se denomina un "posibilista serio", pero sí condena a los pesimistas radicales, que sucumben ante el "riesgo del fatalismo". Mantiene un cierto equilibrio pues, frente a "falacia muy común" que valora "el progreso como una fuerza mística que destina a los humanos a ir a lo mejor", sólo mantiene "una esperanza razonable de progreso, si las instituciones humanas sacan lo mejor de nosotros, si nos permiten adquirir nuevos conocimientos y resolver problemas".

Los entrecomillados los he sacado de una entrevista que le hizo a Steven Pinker el periodista Jan Martínez Aherens (El País Semanal, 17 Junio 2018, pp 550 ), con ocasión de la publicación en castellano de su libre En defensa de la Ilustración (Editorial Paidós, páginas 56-61). El "más de lo mismo" respecto a la "extensión del mal", resulta muy patente en toda la entrevista, que no resumo completa.

La "exasperación", como postura vital
Exasperación es una palabra extrema, para indicar la demasía en la manifestación de un estado de ánimo. La utiliza Javier Marías, en uno de sus habituales artículos en la última página de El País Semanal (precisamente en el mismo número veraniego de la entrevista con Pinker).

Aunque arranca afirmando que "la situación de nuestro país no invita al optimismo ni a la tranquilidad", al instante afirma que "desde hace por lo menos un lustro percibo en la gente un estado de exasperación al que personalmente no veo mucha justificación". Se refiero a "los sulfurosos que saltan por cualquier causa, y a la primera". Lo mismo sucede con las masas: "en seguida se encolerizan, no vacilan en echarse a la calle para protestar o maldecir, una veces con razón y otras con exageración. Están de moda -triste y desagradable moda- la ira, la indignación, el furor. Todo es 'intolerable' e 'histórico' y 'cataclísmico', cualquier abuso es calificado como genocidio" (aquí se refiere al uso de este término el 1 octubre en Cataluña). El asunto más baladí se convierte en cuestión de Estado o por lo menos de referendum…". Parece que le cuesta a Marías hacer estas afirmaciones, pero las hace.

Reflexiona sobre las posibles causas del fenómeno, la redes sociales y los medios de comunicación ("disparan sus decibelios para tratar cualquier tontada"), para concluir: "Los sucesos que hasta hace unos años eran noticias secundarias, se han adueñado de los informativos, trasladándole al espectador una sensación de que se delinque sin parar, de que estamos amenazados por mafias internacionales sin cuento, de que millares de ciudadanos son asaltados o violados, de que vivimos acogotados (…) Este alarmismo perpetuo, esta exageración deliberada, esta alerta inducida va minando nuestro ánimo y nuestra templanza. La gente vive en vilo e innecesariamente sobresaltada, va de susto en susto y de irritación en irritación". De nuevo se incide en el mal que provoca la anteriormente comentada "extensión del mal".

Perplejidades
La entrevista con Steven Pinker arranca con la afirmación de que hace mucho tiempo que "mató a Dios", que desde la adolescencia descubrió que no lo necesitaba: "Cuando empecé a pensar en el mundo, no le encontré sitio y me di cuenta de que no me servía ni siquiera como hipótesis". Esta parece ser como la excusa del medio que quiere presentarse siempre como progresista para ofrecer luego sus opiniones más bien conservadoras.

Perplejidad, con todo, levanta el pensar si el contar seriamente con Dios provocaría sentimientos igualmente tranquilizadores sobre la situación actual del mundo y de la sociedad. Un sentido radical del amor que hay en Dios -que debe ser la norma de vida del creyente- conduce a la crítica de la sociedad actual española a la que nos tiene frecuentemente acostumbrados CARITAS. El cristiano no debe ser un conformista ante el mal, aunque casi todo lo dicho en esta ocasión se refiere a las exageraciones que trae a la consideración humana la extensión inmisericorde del mal cuando éste tiende a desaparecer. Ni conservadurismo ni angustia constante, es la sana máxima para el creyente responsable.

Perplejidad también despierta el que sobre el populismo, la manifestación más clara de los extremismos condenados, afirme paladinamente Pinker que "nadie sabe con certeza" por qué el populismo tiene el desarrollo que ha conseguido en el mundo actual. El populismo está muy cercano a las "fake news", a la confusión intencionada de la mentira con la verdad. En este sentido, la condición de creyente no favorece el populismo, porque Dios es la Verdad e induce a los creyentes a vivir y desenvolverse -también en lo político- en el ámbito de la verdad.

Las verdades muy tajantes suelen conducir a los fundamentalismos. Más en los temas sociales y políticos, conviene introducir un margen de perplejidad a las opiniones extremas, sin que esto suponga desvirtuar el valor de las expresiones más arriba expuestas. El relativismo es también un mal del que conviene precaverse.
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