Un santo para cada día: 15 de junio Santa Mª Micaela del Santísimo Sacramento

Pasa las mañanas en el Hospital de San Juan de Dios. Allí descubre un montón de jóvenes, que habiéndose dedicado a la prostitución, tal vez forzadas por las circunstancias, han contraído diversas enfermedades y entonces ella siente la necesidad de hacer algo por esas chicas
| Francisca Abad
Santa Mª Micaela, conocida como Madre Sacramento, ejerció un notable influjo en la sociedad del siglo XIX, con una labor social en favor de las jóvenes que estaban en peligro de caer en las redes de la prostitución. Era una enamorada de la Eucaristía, creando la Adoración Nocturna. Perteneció a la alta aristocracia española, pues era hija de los Condes de Vega del Pozo y Marqueses de los Llanos de Alguazas y ella misma ostentó el título de Vizcondesa de Jorbalán.
Nació en plena Guerra de la Independencia, en el Centro de Madrid, el 1 de enero de 1809 y fue bautizada en la parroquia de San José a los tres días de nacer, imponiéndole varios nombres, de los cuales prevaleció el de Micaela (familiarmente Miquelina). Su padre era teniente de Fusileros y Granaderos, de los que custodiaban el Palacio Real y su madre era camarera de la Reina, por cuya razón se habían casado en la Capilla del Palacio Real.
Con todos estos títulos y parentescos aristocráticos, es lógico comprender el ambiente de fiestas y relaciones sociales en las que estuvo envuelta su vida. Debido a la Guerra de la Independencia, en la que participó su padre, vivieron en distintas ciudades, incluso estuvieron un tiempo en Pau (Francia) para que su padre se recuperara de las secuelas de la guerra. Allí Micaela estudia con las Ursulinas, las cuales, además de la piedad y buenas costumbres religiosas de la familia, dejaron en su alma una huella imborrable.
Después de fallecer su padre, pasa muchas temporadas con su madre y sus hermanos en un palacete que había heredado su madre de su familia y allí, escapándose por una puertecilla de la huerta, en compañía de su criada, acude a atender a los pobres, llevándoles alimentos, medicinas, ropas, a pesar de la lógica repugnancia que le producían habiendo sido educada en un ambiente de mimos y regalos, logrando vencer este rechazo natural.

También en la planta baja puso una “escuelita” con 12 niñas necesitadas, a las que además de la doctrina, les enseñaba labores, cocina y otros quehaceres domésticos y las llevaba a misa los domingos. Tuvo varios pretendientes, pero por unas cosas o por otras ningún noviazgo llegó a cuajar. Dios tenía otros planes para ella.
Vive en el mundo, se siente admirada, quizás hasta envidiada, porque no hay acto social en el que no participe, sin embargo pasa las mañanas en el Hospital de San Juan de Dios. Allí descubre un montón de jóvenes, que habiéndose dedicado a la prostitución, tal vez forzadas por las circunstancias, han contraído diversas enfermedades y entonces ella siente la necesidad de hacer algo por esas chicas y evitar que vuelvan a caer en esa mala vida.
Junto con otras damas de su círculo de amigas, crea una Sociedad, a la que llaman “Obra de las Desamparadas” y hasta escriben un reglamento. Con aportaciones de esas señoras, del Ayuntamiento, incluso de la Reina, más la venta de sus objetos personales, como joyas, vajilla, ropas, etc. alquila una casita para recoger a esas chicas. Llega hasta tener la necesidad de ir pidiendo por las casas. Era frecuente oír este comentario;”La de Jorbalán se ha vuelto loca”. A ella no le importa porque confía en Dios y en la Sma. Virgen.
Se pone bajo la dirección de un P. Jesuita, quien le obliga a hacer unos Ejercicios Espirituales, con el fin de que replantee “en serio” su vida y en la fiesta de Pentecostés de 1847, se decide a entregarse por entero al Señor. Faltan aún 10 años hasta que se convierta en la Madre Sacramento, nombre debido a su entusiasmo por la Eucaristía, que era el centro de su vida. Por fin en 1861 logra ver aprobadas por la Santa Sede, las Constituciones de su Congregación de “Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad”.
En agosto de 1865, va en tren a Valencia para ayudar y atender en una de las 7 casas ya fundadas en España, a las religiosas y colegialas, ante el aumento de casos infectados por el cólera, que se había cebado en la ciudad del Turia. Atiende a las enfermas, colabora con el médico, pero se contagia y fallece el 24 de agosto, a los 56 años.
Fue beatificada en1925 y canonizada en 1934, ambas ceremonias realizadas por Pio XI.
Reflexión desde el contexto actual:
“Obras son amores y no buenas razones” así lo entendió la Loca de Jorbalán al fundar la “Obra de las Desamparas”. Lo que necesitan esas mujeres que por diversas circunstancias se ven obligadas a prostituirse, no es que se las recuerde en los mítines, sino que se les acoja y se les preste la ayuda necesaria para salir del atolladero