Transformar el pensamiento de los hombres en pensamiento de Dios
| Luis Van de Velde
“Y finalmente, sin la cruz la vida es un fracaso. ¿Qué es abrazar la cruz? ¿Cuál es el fracaso de la vida? San Pablo, en su segunda lectura de hoy, nos dice que no nos conformemos a este mundo. Eso es botar la cruz: conformarse a este mundo, vivir según el mundo y no según el Evangelio. El mundo dice que el dinero es la felicidad y Cristo dice “Bienaventurados los pobres de espíritu”. Cristo dice que hay que perdonar y el mundo dice el adagio pagano: ‘Ojo por ojo y diente por diente’, venganza, violencia, odio. No acomodarse, pues, al pensamiento del mundo. Porque así podemos ir descubriendo, en infinito, dos líneas que cada vez se apartan más: la línea de la conformidad con la voluntad de Dios y la línea de una conformidad con este mundo.
Pobrecitos los que cada día hunden más su pensamiento, sus criterios, con las maneras de pensar del mundo. El placer de la carne, el vicio, las drogas, la prostitución, el dinero, el robo, el secuestro. Todos esto son los caminos del mundo. No conforméis vuestra vida con el pensamiento del mundo. Y Cristo lo dice de otro modo, cuando le dice a Pedro: ‘Piensas como los hombres y no piensas como Dios’. Esta es la gran tarea de la evangelización: transformar el pensamiento de los hombres en pensamiento de Dios. Para mí, esta mañana y este momento es precioso, porque eso lo que estoy tratando de hacer: transformar la mentalidad en el pensamiento de Dios. “
En su homilía de este día Mons. Romero nos recuerda una dimensión fundamental de la evangelización, de la proclamación del Evangelio. Por supuesto es la misión central de la Iglesia. Evangelizar es ayudar a tomar conciencia del “pensamiento del mundo” y sus consecuencias nefastas, dar a conocer “el pensamiento de Dios” que es camino de vida y salvación, y animar (y acompañar) a las personas en la constante transición (conversión).
En cuanto al “pensamiento del mundo” Monseñor se refiere a varios aspectos. “El mundo dice que el dinero es la felicidad”. “El mundo dice el adagio pagano: ‘Ojo por ojo y diente por diente’, venganza, violencia, odio”. “. El placer de la carne, el vicio, las drogas, la prostitución, el dinero, el robo, el secuestro.” Son nuevamente los tres ídolos – dioses falsos – tantas veces denunciadas por el arzobispo: la riqueza, el poder, el placer. Riqueza y poder van de la mano y se fortalecen mutuamente. Son dioses de muerte, provocan muerte y exigen sacrificios mortales.
Un primer paso en esta dinámica de la evangelización es promover y facilitar que las personas tomen conciencia de esos mecanismos, de su funcionamiento, de su poder de atracción y de seducción, de sus métodos (conscientes e inconscientes, racionales y emocionales). Están activos en toda forma de robo, corrupción, engaño y mentira, asesinato, opresión y represión, exclusión, … Pero están también – y no menos agresivos – en lo que las sociedades modernas (capitalistas neoliberales) consideran “lo normal”. En este último pensamos por ejemplo en lo siguiente: prioridad para el transporte privado sobre lo colectivo; la gran distancia entre los salarios (y jubilaciones) altísimos y los salarios de sobrevivencias (las mayorías); la destrucción de la naturaleza para la urbanización y para su (mal) uso en la industria; el mal uso del agua disponible; prioridad para la producción de alimentos para animales y no para la alimentación humana; ausencia de impuestos altos sobre bienes y servicios de lujo, o sobre la propiedad de más de una vivienda; estructuras económicas mundiales que benefician solamente a los países ricos; la normalidad de la industria militar y las inversiones constantes en armamento (cada vez más sofisticado), etc. La comunidad evangelizadora tiene la responsabilidad de hacer visible, audible y tangible (palpable) el desastre humano que esos ídolos provocan. La Iglesia evangelizadora tiene la tremenda responsabilidad profética de señalar ese “pensamiento y comportamiento” humano (en el sentido de “el mundo”). Por supuesto de la misma manera debe ser crítica frente a sus propios pensamientos y comportamientos. La historia nos enseña suficientemente que ese “mundo” ha penetrado muchas veces en la misma estructura y funcionamiento de la Iglesia.
Evangelizar exige con la misma importancia dar a conocer, anunciar “el pensamiento de Dios”, es decir: la dinámica del Reino de Dios, la inversión de los valores “del mundo” . Evangelizar es dar a conocer a Jesús, la presencia humana de Dios mismo en nuestra historia. Evangelizar es dar testimonio de la presencia del Espíritu en la vida de las y los creyentes, en la comunidad eclesial, y acompañar a las personas en el proceso de abrir los ojos y los oídos a ese Espíritu. Creer en Dios Padre debe visualizarse no en primer lugar en el culto, sino en la vida de fraternidad y solidaridad. La Iglesia debe anunciar esa Palabra de Dios, pero cuidarse mucho de no anteponer su propia palabra sobre la Novedad de la Palabra de Dios. El camino de la Evangelización inicia con escuchar con mucha atención: Cristo está presente mucho antes del acercamiento de la Iglesia a las personas o a los pueblos. Serán sobre todo las “angustias y las esperanzas” que la Iglesia debe escuchar y sentir: ahí el Señor está tocando puertas. Es imposible evangelizar sin dejarse evangelizar por las y los pobres: los que sufren hambre y sed, los que están enfermos, los que no tienen vivienda, los refugiados y migrantes, las personas en detención, las víctimas de toda forma de abuso, … Ahí donde están “las cruces en la vida” de las personas y de los pueblos, ahí está la Cruz de Cristo. Ahí debe estar la Iglesia evangelizadora.
No basta denunciar “el pensamiento del mundo”. No basta anunciar “el pensamiento de Dios”. La Iglesia solo tendrá autoridad moral si da testimonio de lo que dice, lo que celebra en los ritos, lo que ora. Monseñor Romero conoce también las tentaciones (las trampas) para las y los creyentes, los pastores en la Iglesia. En el párrafo que reflexionamos nos dice lo siguiente: “No acomodarse, pues, al pensamiento del mundo”. “No conforméis vuestra vida con el pensamiento del mundo.” “No botar la cruz”. No “vivir según el mundo”. No hundir “su pensamiento, sus criterios, con las maneras de pensar del mundo.” Estas son llamadas fuertes a toda la iglesia, a todos los creyentes, a todos los diáconos, sacerdotes y obispos, a todas las religiosas/os. Es bastante contradictorio orar (diariamente y en cada eucaristía) en el ”Padre Nuestro”: que venga tu Reino, que se haga tu Voluntad, si la misma Iglesia no es signo, ni instrumento de ese Reino y de esa voluntad. El fin de la cristiandad es una nueva oportunidad para retomar la misión original de los discípulos de Jesús.
Monseñor Romero nos pide “Transformar el pensamiento de los hombres en pensamiento de Dios”. Ayudémonos y acompañémonos para vivir ya según el pensamiento del Dios del Evangelio. Desde nuestro testimonio de vivir según el camino de Jesús tendremos el valor de hablar proféticamente en la denuncia del pensamiento de “el mundo” y en el anuncio del Reino de Dios. No tengamos miedo.
Reflexión para domingo 3 de septiembre de 2023. Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía durante la eucaristía del 22 domingo ordinario, ciclo A , del 3 de septiembre de 1978. Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo III, Ciclo A, UCA editores, San Salvador, p.219-220.