El peligro de la insensibilidad.

“Créanme, se lo digo con sinceridad y dolor, me preocupa lo que ya hace algunos domingo señalaba: el peligro de la insensibilidad.  Podemos acostumbrarnos a ver, a recibir noticias de esta clase hasta el punto de matar un sacerdote como que ya en muchos no impresiona.”

La pandemia nuevamente nos ha enseñado que no era solamente un peligro, sino una realidad: a nivel mundial y también en el país somos cada vez más insensibles ante el dolor y el sufrimiento de las y los demás.   Por supuesto que los riesgos de contagio y la responsabilidad del distanciamiento social nos dificultaban acompañar a familias que enfrentaban el duelo por el fallecimiento de alguien de sus miembros.    A pesar de las llamadas a tener cuidado en días festivos desbordaban las playas y otros espacios de recreo.  A nivel mundial vimos como los países ricos acaparaban las mejores vacunas y no les importaba si los países que ellos mismos han empobrecido tenían vacunas o no, o a qué precio.   Hablemos de nuestra insensibilidad frente al dolor de familias  cuando alguien es asesinado o desparecido, o ante los graves problemas de las víctimas de las maras, de las y los migrantes.   Monseñor Romero nos hace una llamada a la conciencia humana y creyente. Sin cultivar la sensibilidad concreta y real con las otras familias en sus necesidades, nos deshumanizamos y nuestra fe se hace hueca, y sin sentido. 

“No estoy viviendo para hacer la vida a mi capricho, hay un designio sobre vida.  No es el destino ciego, como muchos se imaginan. … El designio de Dios es hacer una criatura buena. “Vio Dios que era bueno todo lo que había hecho.” 

Monseñor nos recuerda que podemos confiar en el amor de Dios que nos ha creado para la bondad.  El corazón humano está hecho para ser buenas personas, para ser colaboradores/as activos en la construcción de un mundo donde es “bueno” vivir para todos y todas, sin exclusiones, sin pobreza para las mayorías y sin riquezas extremas para unos pocos.  El designio de Dios es hacernos personas “de bien”, conocidas por “pasar haciendo el bien”, así como lo hizo Jesús.  No hay un destino ciego de caprichos, sino una llamada concreta a ser ejemplos vivos de bondad, de servicio, de entrega, de amor fiel.

“No pongamos la confianza en movimientos de la tierra. Sí, son providenciales, pero con tal que ellos no olviden que toda la fuerza liberadora del mundo viene de Cristo.”

Monseñor Romero sabe muy bien que las organizaciones populares y los movimientos de liberación tienen que jugar su papel dinámico en la historia de los pueblos.  No pocas veces ha hecho llamadas a la gente a incorporarse, a participar de las luchas reivindicativas justas para arrancar de raíz el sistema injusto.    Sigue siendo un gran reto porque en la realidad es una minoría que está dispuesta a trabajar en la Adesco al servicio de la colonia, es una minoría que asume el papel activo en las cooperativas y sindicatos.   Los movimientos de lucha por el agua, contra la minería, por un sistema justo de salarios y de pensiones, contra toda forma de contaminación y destrucción de la naturaleza  hasta ahora no han logrado incorporar a más y más gente. La mayoría sigue siendo espectadores/as o hasta insensibles ante los problemas reales.   Sin embargo Monseñor siempre hace hincapié en los riesgos y peligros de las mismas organizaciones populares y de las ong’s de desarrollo y de derechos humanos: pueden caer en la misma trampa de la idolatría de la organización, pueden perder o eliminar el horizonte del Reino de Dios.  Y muchas veces las y los cristianos/as en esas organizaciones no tenemos capacidad real para ser sal, luz y fermento.  Monseñor nos recuerda. ¡No olviden que toda la fuerza liberadora auténtica del mundo viene de Cristo!   En nuestra conducta y entrega, en hechos y palabras, nos toca dar testimonio de Jesús que es camino de vida.  No tengamos miedo para conocer mejor a Jesús, para arriesgarnos a su camino, para seguirlo de verdad. 

Reflexión revisada para el domingo 16 de junio de 2024  (Reflexión original escrita para el domingo 13 de junio de 2021)

En 1979, en vez de retomar la liturgia del 11° domingo ordinario, se celebró la fiesta de la Natividad de San Juan Bautista, ese año el domingo 24 de junio de 1979.   Retomamos una cita de la homilía de aquel día. Homilías Monseñor Oscar A Romero, Toma V, Ciclo B, UCA editores. San Salvador.  página 33,37 y 50

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