El Espíritu de vida, los laicos y la familia

Este domingo 20 de mayo conmemoramos Pentecostés, la fiesta del Espíritu que, con la venida de Jesús y su proyecto de Reino de Dios, sigue fundado la iglesia para la misión evangelizadora. Y justo ese mismo día, se celebra el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar con el lema “Discípulos misioneros de Cristo, Iglesia en el mundo”. La Comisión Episcopal de Apostolado Seglar en España ha elaborado los materiales para esta jornada, en donde se nos transmite que “el laicado juega un papel fundamental para esta nueva etapa de la evangelización”. Los Obispos muestran que “ser discípulos misioneros de Cristo consiste en estar atentos a las necesidades de nuestros hermanos, especialmente de los pobres y los excluidos y convertirnos para ellos en oasis de misericordia, luchando por un mundo más justo y solidario”. También significa, continúan, “encarnar la vocación al Amor a la que estamos llamados, especialmente en lo cotidiano (familia, trabajo, ocio, etc.), sabiendo acoger y aprender de todos”.

En este sentido, La iglesia acaba de dar a conocer los Estatutos del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, impulsado por el Papa Francisco. Su misión radica "en aquellas materias que pertenecen a la Sede Apostólica para la promoción de la vida y del apostolado de los fieles laicos, para el cuidado pastoral de los jóvenes, de la familia y de su misión, de acuerdo con el plan de Dios, y para la protección y el apoyo de la vida humana" (Art. 1). El Dicasterio se ocupa de la Promoción de los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo. Animando y fomentando “la promoción de la vocación y de la misión de los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo, como individuos, casados o no, y también como miembros pertenecientes a asociaciones, movimientos y comunidades" (Art. 5).

Quiere "favorecer en los fieles laicos la conciencia de la corresponsabilidad, en virtud del bautismo, para la vida y la misión de la Iglesia, de acuerdo con los diferentes carismas recibidos para la edificación común. Con una atención particular a la misión peculiar de los fieles laicos de animar y perfeccionar el orden de las realidades del mundo (cf. LG 31)” (Art. 6, 1). En el espíritu de la Constitución pastoral Gaudium et Spes (GS, Concilio Vaticano II), que invita a hacer propias "las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de hoy, sobre todo de los pobres y de los que sufren" (GS 1). De esta forma, los laicos desarrollan la acción evangelizadora y misionera que, en el en amor fraterno, efectúa la promoción humana y social integral (Art. 6, 2). Este Dicasterio quiere promover iniciativas para los jóvenes con su protagonismo de "en medio de los desafíos del mundo actual". Es por ello, que apoya "todas las iniciativas del Papa en el ámbito de la pastoral juvenil". Y se encuentra al servicio de las Conferencias episcopales, de los movimientos y asociaciones juveniles internacionales, "para promover y organizar encuentros a nivel internacional", siendo una tarea clave "la preparación de las Jornadas Mundiales de la Juventud" (Art. 8).

El Dicasterio trabaja para profundizar la reflexión sobre la relación entre el hombre y la mujer en su respectiva especificidad, reciprocidad, complementariedad e igual dignidad. Valorizando el "genio" femenino, contribuye a la reflexión eclesial sobre la identidad y la misión de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad, promoviendo su participación. A la luz del magisterio papal, promueve la atención pastoral de las familias, protege su dignidad y su bien basados en el sacramento del matrimonio, favorece sus derechos y responsabilidades en la Iglesia y en la sociedad civil, para que la institución familiar pueda cumplir cada vez mejor sus funciones tanto en el ámbito eclesial como social. Discierne los signos de los tiempos para valorar las oportunidades a favor de la familia, para hacer frente con la confianza y la sabiduría del Evangelio a los desafíos que la atañen y aplicar en el hoy de la sociedad y de la historia el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia (Art. 10, 1-2).

Sostiene y coordina iniciativas a favor de la procreación responsable, así como para la protección de la vida humana desde la concepción hasta su fin natural, teniendo en cuenta las necesidades de la persona en las diversas fases evolutivas. Promueve y alienta a las organizaciones y asociaciones que ayudan a la mujer y a la familia a recibir y apreciar el don de la vida, especialmente en el caso de embarazos difíciles, y a prevenir el aborto. También apoya programas e iniciativas destinados a ayudar a las mujeres que hubieran abortado. Sobre la base de la doctrina moral católica y del Magisterio de la Iglesia estudia y promueve la formación sobre los principales problemas de la biomedicina y del derecho relativos a la vida y sobre las ideologías en fase de desarrollo que atañen a la vida humana inherente y a la realidad del género humana (Art. 13).

Tal como se observa, suscitado por el Espíritu de Vida en el ministerio del Papa Francisco, este Dicasterio supone un renovado vigor en la misión de la iglesia con realidades eclesiales claves como son el laicado, los jóvenes, las mujeres y la familia. Ya los Obispos españoles afirmaron hace mucho tiempo que "la nueva evangelización se hará, sobre todo, por los laicos, o no se hará" (CLIM 148). La misión específica del laicado con los jóvenes, las mujeres y las familias es, ejerciendo la constitutiva caridad política, gestionar y transformar el mundo para que se vaya ajustando al Reino de Dios. Tal como enseña San Juan Pablo II y nos transmite Benedicto XVI, “el deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos. Como ciudadanos del Estado, están llamados a participar en primera persona en la vida pública. Por tanto, no pueden eximirse de la « multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común ». La misión de los fieles es, por tanto, configurar rectamente la vida social, respetando su legítima autonomía y cooperando con los otros ciudadanos según las respectivas competencias y bajo su propia responsabilidad” (DCE 22; CL 42).

Como afirma programáticamente Francisco, en relación a los desafíos eclesiales, “los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados. Ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe. Pero la toma de conciencia de esta responsabilidad laical que nace del Bautismo y de la Confirmación no se manifiesta de la misma manera en todas partes. En algunos casos porque no se formaron para asumir responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio en sus Iglesias particulares para poder expresarse y actuar, a raíz de un excesivo clericalismo que los mantiene al margen de las decisiones. Si bien se percibe una mayor participación de muchos en los ministerios laicales, este compromiso no se refleja en la penetración de los valores cristianos en el mundo social, político y económico. Se limita muchas veces a las tareas intraeclesiales sin un compromiso real por la aplicación del Evangelio a la transformación de la sociedad. La formación de laicos y la evangelización de los grupos profesionales e intelectuales constituyen un desafío pastoral importante” (EG 102).

Por tanto, debemos acoger toda esta renovación de la iglesia que, en el camino del Vaticano II, Francisco está llevando a cabo promoviendo la co-responsabilidad eclesial de los laicos, las mujeres, los jóvenes y la familia al servicio de la misión. Una iglesia en conversión misionera y pastoral, en salida hacia las periferias para llevar el Evangelio de la alegría, la misericordia, la paz, la solidaridad y la justicia; frente a la globalización de la indiferencia y la cultura del descarte. Una iglesia pobre con los pobres como sujetos de su promoción, desarrollo y liberación global en el cuidado de la vida en todas formas, dimensiones y aspectos con una ecología integral. En oposición al pecado del egoísmo e ídolos de la riqueza-ser rico y del capital, del poder y de los privilegios elitistas.

Una iglesia y misión con rostro femenino, en el protagonismo y dignidad de la mujer en la vida de la iglesia y del mundo. Con el diálogo y encuentro intercultural e inter-religioso que acoge y valora todo los bueno, bello y verdadero de los otros, de las diversas culturas y religiones. En el ecumenismo con las otras iglesias, con los pueblos y sus distintas espiritualidades religiosas para que se promueva la vida y dignidad del ser humano, la justicia social con los pobres y ecológica con el planeta, la convivencia pacífica y fraterna. En contra de todo mal, desigualdad e injusticia, de las lacras de la destrucción ambiental, de la cultura de muerte y de las guerras. Rechazando toda violencia, fundamentalismo e integrismo. Una misión e iglesia que camina en la historia de la salvación hacia la vida plena y eterna, hacia la tierra nueva y los cielos nuevos donde Dios será todo en todos.
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