Bach, fuga BWV 575



¡Feliz domingo! Espero que estés disfrutando de este último fin de semana de enero. Si me lo permites quisiera poner contrapunto musical a este día de hoy con, un domingo más, bella música de Johann Sebastian Bach. La semana pasada disfrutábamos de una fuga y hoy vamos a hacer lo propio con otra. Así es el inevitable orden que lleva el catálogo BWV con las obras de este gran maestro barroco. Sea la excusa que sea, la cuestión es maravillarnos con su música, como siempre.

Ya te he traído alguna vez citas de otros sobre Johann Sebastian Bach (1685-1750), ese maravilloso maestro nacido en Eisenach. Hoy quiero traerte otras para conocer cómo otros admiran su música. El famoso pianista canadiense Glenn Gould dijo: «Creo que si tuviese que pasar el resto de mi vida en una isla desierta y escuchar o tocar una composición durante todo el tiempo, seguro que sería de Bach. En realidad, no puedo imaginar otra música que sea tan universal, que me emocione tan profunda y consistentemente y que, por usar una palabra bastante imprecisa, es valiosa más allá de toda su habilidad y brillantez, y es por algo tan lleno de sentido como su humanidad». El filósofo rumano Emil Cioran afirmó: «La música de Bach es el único argumento que nos demuestra que la creación del Universo no ha sido un error». El organista Helmut Walcha, que tanto interpretó al maestro comentó: «Bach abre la vista al Universo. Tras experimentarlo, la gente piensa que después de todo la vida tiene sentido».

Ese que tanto ha iluminado la vida de muchos hoy lo va a hacer con la nuestra con la Fuga en do menor, BWV 575. Se trata, como la pieza del domingo anterior, de una fuga compuesta en solitario, sin preludio ni otra pieza introductoria. Probablemente fue compuesta en su época de Arnstadt, hacia 1705. Sin embargo, es una obra maestra del contrapunto bachiano, con un sujeto muy peculiar que recuerda al repertorio del norte de Alemania. Empieza con un derroche de notas que poco a poco va ganando en movimiento y sobre el que se construyen las obras voces, en este caso solo para los teclado ya que el pedal aparece al final de la composición, en los doce últimos compases. En ellos, el maestro abandona la textura contrapuntística estricta para una cadencia final de una sonoridad electrizante en la que las cuatro voces se mezclan de la forma más virtuosa.

La partitura de la pieza puedes descargarla aquí.

La interpretación es de Wolfgang Zerer al órgano Hansz de la Iglesia de San Pedro de la localidad holandesa de Leens.

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