Llamada desde lo profundo



¡Feliz jueves! Espero que la semana vaya bien y que no tengas demasiado cansancio. Para intentar suavizarte la jornada te ofrezco música de la mejor calidad pero que también no es demasiado conocida. Entre los grandes maestros barrocos hubo varios que brillaron con luz propia y lo cegaron todo. Eso hizo que algunos otros quedasen algo más ensombrecidos a pesar de su valía. Nuestro compositor de hoy es un ejemplo de hoy. La música es, en cualquier caso, bellísima.



No sé si ha aparecido por aquí Henri Desmarest (1661-1741), compositor francés nacido en París. Su música goza de una gran inventiva, está brillantemente orquestada e incluso se ha afirmado que es más lírica que la de Lully, por lo que Desmarest es uno de los grandes compositores de su época. En su tiempo se le calificó de «genio del que nunca antes se ha tenido constancia». Como niño soprano entró a cantar para el rey, y puede que estudiase con Lully, aunque no es seguro. Después de que Du Mont y Robert dejasen sus puestos en la capilla real Desmarest se presentó candidato con una obra que se dijo de ella era de las mejores, pero no fue admitido debido a su juventud. Era tenido en gran estima en la corte y en 1692 fue nombrado profesor del duque de Chartres y luego fue maestro de capilla del colegio de San Luis el Grande de los jesuitas de París. Tras la muerte de su mujer se enamoró locamente de la hija de un hombre importante de París. Este la metió en un convento pero Desmarest logró sacarla de él y fue sentenciado a muerte. Se escapó a los Países Bajos para evitarla. A pesar de ello, su música no dejó de ser interpretada en la capital francesa.

Hoy te ofrezco su De Profundis, con texto del salmo 129. La obra está llena de toda la profundidad pero a la vez de toda la grandiosidad de las composiciones barrocas francesas. Fue compuesto entre 1683 y 1693 y fue firmado por Nicolas Goupillet, uno de los vicemaestros de capilla del rey, aunque en realidad era de nuestro maestro. Es música típicamente versallesca: elegante, refinada, espaciosa, grave pero a la vez majestuosa. Desmarest nos nuestra aquí toda esa sutileza armónica que tanto sabía conseguir y nos deja con ganas de más. La composición está dividida en diez movimientos, siguiendo las estrofas de este bello salmo que sirve de sustento para una no menos bella obra.

La interpretación es de Le Concert Spirituel dirigido por Hervé Niquet.

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