En el furor de la ira

¡Feliz martes! La ira de Dios ha dado siempre mucho juego desde el punto de vista musical... ¡y mucho miedo desde el punto de vista moral! Aquí no hablamos de esto último pero sí de lo primero por lo que vamos a disfrutar de una obra curiosa de un compositor conocido por otro tipo de ellas. Eso es algo que me gusta hacer por aquí de vez en cuando: traerte obras inesperadas de compositores conocidos para que no estemos siempre escuchando lo mismo. Vamos con la obra de hoy.

Es de Antonio Vivaldi (1678-1741), compositor italiano nacido en Venecia.Desde pequeño padecía asma bronquial por lo que eso le produjo ciertas limitaciones pero también liberaciones ya que por ella fue dispensado de decir misa una vez ordenado sacerdote. Debió de ser un personaje muy curioso y con cierto atractivo ya que era llamado il prete rosso, es decir, «el sacerdote rojo» debido a su larga cabellera pelirroja. Si hay un compositor prolífico a lo largo de la historia este es Vivaldi ya que compuso unos quinientos conciertos, por lo menos son los que nos han llegado. Parece ser que a Vivaldi le deleitaban dos cosas: componer y vacilar, casi por partes iguales. Afirmaba que era capaz de componer un concierto más rápidamente de lo que luego se tardaría en ser copiado. Sea o no verdad lo cierto es que Vivaldi compuso obras de gran calidad y no solo esos conciertos sino óperas y una gran cantidad de música religiosa. Este gran maestro, como Mozart, murió en la pobreza y casi indigencia. Ese acontecimiento pasó lejos de su Italia natal ya que se encontraba en Viena y allí fue enterrado en una fosa común y su localización no nos ha llegado.

Vivaldi nos trae hoy su motete In furore iustissimae irae, RV626. Cuando Vivaldi visitó Roma en la década de 1720 compuso tres motetes para soprano solista y este es uno de ellos. El tema del texto es general por lo que permitiría calificarlo como per ogni tempo, es decir, para cualquier momento; ello permitía la repetición del mismo en distintos tiempos litúrgicos. El comienzo describe unos tormentosos unísonos y con un cromatismo algo inusual Vivaldi pinta la miseria humana. En un breve recitativo se pide perdón y una segunda aria, lenta y lírica, sirve para dirigirnos a Dios implorando su perdón y el cese de su ira. Puesto que todo esto lo obtenemos, se celebra con un aleluya final que pode un redondo fin a la composición.

La partitura de la composición puedes conseguirla aquí.

La interpretación es de Anna Gorbacheva (soprano) y Musica Viva dirigida por Alexander Rudin.

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