Se llenaron del Espíritu Santo

Factus est repente, MacMillan

¡Feliz viernes! Reconozco que me ha salido muy moderna la semana; casi estoy por decir que contemporánea porque hoy te propongo disfrutar de música compuesta por un maestro aún vivo y que felizmente está produciendo buena música. Te diré que a mí me gusta especialmente su estilo de componer, tan característico y tan poderoso. De vez en cuando nos acompaña en el caminar y aquí casi va a poner punto final a la Pascua.

James MacMillan

Nuestro acompañante es James MacMillan (1959), compositor británico nacido en la localidad escocesa de Kilwinning. En una entrevista al diario The Guardian dijo que desde que tenía nueve años quiso ser compositor, justo al iniciarse a la flauta dulce. Cuando empezó a escuchar obras pronto se enamoró de la música de Wagner, que le influyó para siempre, al igual que la música de Bach y la de Palestrina, por lo que la música coral ha estado y está siempre presente en su catálogo. Siendo católico fue un gran honor para él que se le encargase la música que sonaría para el papa Benedicto al visita Inglaterra. En sus obras más actuales mezcla no solo esa religiosidad sino que introduce elementos políticos y filosóficos. Su idea es que la música siga siendo un vínculo entre la persona y Dios, tal y como ocurre desde tiempos inmemoriales. Eso hace que incluso mucha música suya esté compuesta estrictamente para la liturgia.

MacMillan nos trae su motete Factus est repente. Pertenece a su colección de «Strathclyde Motets» y está compuesto en 2005 para el domingo de Pentecostés; está dedicado al dominico Brendan Slevin, capellán de la Universidad de Strathclyde. El texto está tomado de los Hechos de los Apóstoles y se relata cómo los discípulos se llenan del Espíritu Santo. Esa fuerza está descrita mediante la imitación como del sonido de una gaita, describiendo el viento del texto. Cuando aparece la palabra «sonus» el coro, en quintas paralelas imita la música medieval y el canto llano. Algo similar ocurre en «magna», llevando a las sopranos a un éxtasis muy especial e intenso. Los exultantes aleluyas finales, en sol mayor, ponen un broche de oro perfecto para el tiempo pascual.

La interpretación es del Coro de la Universidad de Oregón dirigido por Sharon J. Paul.

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