El monte de los olivos

Cristo monte olivos, Beethoven

¡Feliz Viernes Santo! Hoy Cristo muere en la cruz pero esa muerte no tiene en él la última palabra porque vencerá la Vida con mayúsculas, al igual que vencerá en nosotros. Sin embargo, hoy es el día en el que recordamos ese momento cruel en el que un inocente es mandado al patíbulo como cordero conducido al matadero (como dice la lectura de Isaías de hoy). Beethoven será quien nos acompañe hoy.

Ludwig van Beethoven

Ya ves, Ludwig van Beethoven (1770-1827), compositor alemán nacido en Bonn, del que este años celebramos su 250.º cumpleaños. Con diez años comenzó a estudiar con Christian Neefe pero el joven Ludwig ya era conocido y se le pagaba por dar conciertos. De todas formas, era bastante autodidacta y aprendió por sí mismo a componer; de alguna forma su reputación estaba ya en crecimiento. También tomó lecciones de Giles van Eeden y Friedrich Pfeifer (teclado) y Franz Roventini (instrumentos de cuerdas). La formación se completó también con las enseñanzas de Willibald Koch, que le dio clases de órgano. No es de desdeñar esta enseñanza porque pronto se puso a tocar el instrumento en la misa de las seis de la mañana en el convento de los franciscanos. También asistía a la escuela de latín. Parece ser que aprendió a sumar y restar pero no a multiplicar y dividir. Se dice que si en sus años finales tenía que multiplicar 63 por 51, en vez de hacer la multiplicación sumaba cincuenta y una veces 63. En fin, menos mal que su arte no era las matemáticas sino la música, como vamos a comprobar.

Disfrutemos de su oratorio Christus am Ölberge, op. 85, es decir, «Cristo en el monte de los olivos». Es una composición para solistas, coro y orquesta estrenada en Viena en 1803. Es el único oratorio de Beethoven describiendo la agonía de Jesús en Getsemaní. Es una obra que podemos calificar de caleidoscópica en la que vemos cómo el genio de un maestro que se está desarrollando aflora de las formas más sorprendentes. Recogió todo lo que había aprendido de otros como Mozart o Haydn. En el aleluya final incluso Beethoven nos recuerda al Beethoven más grandioso. Puede parecer una obra residual o algo marginal dentro del gran catálogo del sordo de Bonn pero influyó notablemente en las misas de Schubert y en otras composiciones de Schumann, Mendelssohn y Berlioz. Como puedes comprobar, Beethoven no dejaba a nadie indiferente, ni si quiera con esta obra desconocida.

La partitura de la composición puedes descargarla aquí.

La interpretación es de Pavol Breslik (Jesús), Julie Fuchs (el serafín), konstantin Wolff (Pedro), la Vokalakademie de Berlin y Cercle de L’Harmonie dirigidos por Jérémie Rhorer.

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