Don Álvaro Tarfe declara ante escribano que no conocía a don Quijote de la Mancha

«Cervantes, en el capítulo LXXII, hace una jugada maestra, propia de un gran novelista: el secuestro de don Álvaro Tarfe. Ya sabemos que este caballero granadino es invención de Avellaneda, en cuya novela desempeña un papel importante, desde los primeros capítulos hasta los últimos, y siente afecto por don Quijote, cuyas locuras le divierten.»
«Por el valor que ello pueda tener, dada la mentalidad española de los primeros decenios del siglo XVII y la impresión y apasionamiento que, aún vivo el recuerdo de la guerra de las Alpujarras, produjo la expulsión de los moriscos, no creo ocioso hacer hincapié en el hecho de que el personaje más «simpático» del Quijote de Avellaneda sea precisamente un
«caballero que se llamava don Alvaro Tarfe y que descendía del antiguo linaje de los moros Tarfes de Granada, deudos cercanos de sus reyes y valerosos por sus personas, como se lee en las historias de los reyes de aquel reyno, de los Abencerrajes, Zegríes, Gomeles y Mazas, que fueron christianos después que el cathólico rey Fernando ganó la insigne ciudad de Granada» (I, 34, 3).», citado por MdeR.
He aquí la introducción de este personaje en la imitación de Avellaneda:
«Entre tanto que la cena se aparejaba, comenzaron a pasearse el caballero y don Quijote por el patio, que estaba fresco; y entre otras razones le preguntó don Quijote la causa que le había movido a venir de tantas leguas a aquellas justas, y cómo se llamaba; a lo cual respondió el caballero que se llamaba don Álvaro Tarfe, y que decendía del antiguo linaje de los moros Tarfes de Granada, deudos cercanos de sus reyes, y valerosos por sus personas, como se lee en las historias de los reyes de aquel reino, de los Abencerrajes, Zegríes, Gomeles y Muzas que fueron cristianos después que el católico rey Fernando ganó la insigne ciudad de Granada», DQA, 1 § 42.
La entrada de este personaje del apócrifo en el Quijote verdadero se justifica como un vago recuerdo que ha quedado en la memoria de don Quijote de su rápida lectura del plagio:
«—Mira, Sancho: cuando yo hojeé aquel libro de la segunda parte de mi historia, me parece que de pasada topé allí este nombre de don Alvaro Tarfe.», II.72.4.
Su misión queda plenamente cumplida cuando testimonia en favor de la verdad del don Quijote auténtico:
«Entró acaso el alcalde del pueblo en el mesón, con un escribano, ante el cual alcalde pidió don Quijote, por una petición, de que a su derecho convenía de que don Álvaro Tarfe, aquel caballero que allí estaba presente, declarase ante su merced cómo no conocía a don Quijote de la Mancha, que asimismo estaba allí presente, y que no era aquél que andaba impreso en una historia intitulada: Segunda parte de don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal de Avellaneda, natural de Tordesillas.», II.72.27.
|| topé allí este nombre de don Álvaro Tarfe: Don Quijote reconoce bajo el nombre de don Alvaro Tarfe a un personaje de su historia apócrifa escrita por un tal Avellaneda. Inmediatamente intenta obtener de este personaje del apócrifo un testimonio solemne en favor de su verdad frente a la falsedad del nuevo don Quijote. He aquí los episodios de este intento:
1) Don Alvaro Tarfe es hospedado en un aposento «frontero del aposento de don Quijote», II.72.6. Es decir, que don Alvaro Tarfe es hospedado por la huéspeda como el huésped de la venta mal provista hospedó, trece capítulos antes, a don Juan y a don Jerónimo «en otro aposento que junto al de don Quijote estaba, que no le dividía más que un sutil tabique», II.59.25.
Don Juan, lector del Quijote de Avellaneda, que él denomina: "la segunda parte de Don Quijote de la Mancha", invita a su amigo don Jerónimo, lector del Quijote auténtico, a compartir como novedad del momento una lectura que, sin ningún género de duda, éste no aprecia:
Invitación de don Juan:
—Por vida de vuestra merced, señor don Jerónimo, que en tanto que trae la cena leamos otro capítulo de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha. II.72.26
Réplica de don Jerónimo:
"—¿Para qué quiere vuestra merced, señor don Juan que leamos estos disparates y el que hubiere leído la primer parte de la historia de don Quijote de la Mancha no es posible que pueda tener gusto en leer esta segunda?" II.72.28.
2) Don Alvaro Tarfe dirige la palabra a don Quijote, que está deseando entablar conversación con él:
«Púsose el recién venido caballero [don Alvaro Tarfe] a lo de verano, y saliéndose al portal del mesón, que era espacioso y fresco, por el cual se paseaba Don Quijote, le preguntó: —¿Adónde bueno camina vuesa merced, señor gentilhombre?», II.72 § 6 y ss.
Esta escena se asemeja notablemente a la del primer encuentro entre don Alvaro Tarfe y don Quijote en la imitación de Avellaneda:
«Entre tanto que la cena se aparejaba, comenzaron a pasearse el caballero y don Quijote por el patio, que estaba fresco; y entre otras razones le preguntó don Quijote la causa que le había movido a venir de tantas leguas a aquellas justas, y cómo se llamaba; a lo cual respondió el caballero que se llamaba don Álvaro Tarfe, y que decendía del antiguo linaje de los moros Tarfes de Granada…», DQA, 1 § 42.
3) Don Quijote, respondiéndole, le da una clave de su propia aventura actual, puesto que está en el camino de vuelta a su lugar y, naturalmente, añadiendo una pregunta a su respuesta, busca la clave de la identidad de Don Álvaro :
«—A una aldea que está aquí cerca, de donde soy natural. Y vuestra merced, ¿dónde camina? —Yo, señor —respondió el caballero—, voy a Granada, que es mi patria. —¡Y buena patria! —replicó Don Quijote—.», II.72 § 9-11.
4) En el sistema de valores de Don Quijote, le falta la información más importante, la del nombre de su interlocutor; por eso, no sólo se la pide inmediatamente, sino que le manifiesta el interés que tiene en conocer este particular:
«Pero dígame vuesa merced, por cortesía, su nombre; porque me parece que me ha de importar saberlo más de lo que buenamente podré decir (perífrasis valorativa típica del tema del nombrar en el lenguaje de Don Quijote). —Mi nombre es Don Alvaro Tarfe —respondió el huésped.», II.72 § 11-12.
5) Del nombre se pasa a la función diegética:
«A lo que replicó Don Quijote: —Sin duda alguna pienso que vuesa merced debe de ser aquél Don Alvaro Tarfe que anda impreso en la segunda parte de la historia de Don Quijote de la Mancha, recién impresa y dada a la luz del mundo por un autor moderno. —El mismo soy —respondió el caballero—, y el tal Don Quijote, sujeto principal de la tal historia, fue grandísimo amigo mío, y yo fuí el que le sacó de su tierra o, a lo menos, le moví a que viniese a unas justas que se hacían en Zaragoza, adonde yo iba… », II.72 § 14-15.
Aquí hay un doble del tema de la ida a Zaragoza del Quijote apócrifo, que nos hace pensar que el don Juan de la venta mal provista es el doble prosopológico de éste don Alvaro Tarfe, puesto que en ambas versiones la única función del personaje que discute con nuestro protagonista, moviendo este mismo tema del viaje a Zaragoza, es autentificar al don Quijote de Cide Hamete Benengeli frente al don Quijote del autor plagiario.
¿Hay alguna razón para dar mayor entidad a quien asume esta única función?
Cabría quizás pensar que el primero habla del segundo veladamente, algo así como su profeta diegético, y que la explicación del segundo sobre su influencia en el ánimo del falso don Quijote, para hacerle ir a las justas de Zaragoza, tenga la función de hacernos revisar nuestra primera lectura del episodio contado por un segundo personaje, por la simple razón que ahora nos encontramos con un testigo directo de los hechos, cuyos juicios pueden reformar los que ya habíamos formado antes de oírlo. En el tema de la autenticación de don Quijote habría una gradación que nos haría pasar de un juicio con testigo indirecto (don Juan, del mismo nombre que el profeta) a un juicio con testigo directo (don Alvaro Tarfe, granadino, como cabe pensar que lo fuera Cide Hamete Benengeli, el personaje autor del Quijote auténtico).
6) Don Quijote, una vez que ha identificado a su interlocutor, acomete de lleno el tema de su propia autenticación por él:
«—Y dígame vuesa merced, señor don Alvaro: ¿parezco yo en algo a ese tal Don Quijote que vuesa merced dice? —No, por cierto —repondió el huésped—: en ninguna manera.», II.72 § 16-17.
7) La autenticación de Don Quijote sería incompleta sin la de Sancho; así que Don Quijote pasa inmediatamente a ella, comenzando por el nombre:
«—Y ese Don Quijote —dijo el nuestro— ¿traía consigo a un escudero llamado Sancho Panza? —Sí traía —respondió don Alvaro—; y aunque tenía fama de gracioso, nunca le oí decir gracia que la tuviese.», II.72 § 18-19.
8) Lo que acaba de decir Don Álvaro de Tarfe prueba a suficiencia que el Sancho Panza del Quijote apócrifo no es el Sancho Panza verdadero. Nuestro Sancho Panza, como ya lo hizo con Don Juan, tiene que sintetizar ahora lo que no es él, lo cual hará con mayor fuerza que la vez precedente, largando algunos improperios, y dejando claro lo que es él y lo que es Don Quijote:
«—Eso creo yo muy bien —dijo a esta sazón Sancho—, porque el decir gracias no es para todos; y ese Sancho que vuesa merced dice, señor gentilhombre, debe de ser algún grandísimo bellaco, frión y ladrón juntamente; que el verdadero Sancho Panza soy yo; que tengo más gracias que llovidas; y si no, haga vuesa merced la experiencia, ándese tras de mí, por lo menos, un año, y verá que me caen a cada paso, y tales y tantas, que sin saber yo las más veces lo que me digo, hago reír a cuantos me escuchan; y el verdadero don Quijote de la Mancha, el famoso, el valiente y el discreto, el enamorado, el desfacedor de agravios, el tutor de pupilos y huérfanos, el amparo de las viudas, el matador de las doncellas (alusión a su rechazo de Altisidora), el que tiene por única señora a la simpar Dulcinea del Toboso, es este señor que está presente, que es mi amo: todo cualquier don Quijote y cualquier otro Sancho Panza es burlería y cosa de sueño.», II.72.20.
9) El autor quiere que veamos el impacto que han tenido las declaraciones de don Quijote y de Sancho Panza sobre el testigo privilegiado de su autenticidad, que al ser un personaje del autor plagiario, va a reaccionar como tal: don Alvaro cree en la evidencia de la autenticidad de Sancho:
«—¡Por Dios que lo creo…», II.72.21., pero está perplejo ante don Quijote, hasta el punto de confesar: «tengo por sin duda que los encantadores que persiguen a Don Quijote el bueno han querido perseguirme a mí con don Quijote el malo. Pero no sé que me diga que osaré yo jurar que le dejo metido en la casa del Nuncio, en Toledo… y agora remanece aquí otro Don Quijote, aunque bien diferente del mío.», II.72.21.
Hay un doble en forma indirecta de esta perplejidad de Don Álvaro ante dos tan contrarios don Quijotes, en la página siguiente, donde se sintetiza la conversación final entre ambos personajes y se narra su separación insistiendo sobre el carácter simbólico de sus caminos diferentes:
«el cual (Don Álvaro) se dio a entender que debía de estar encantado, pues tocaba con la mano dos tan contrarios Don Quijotes.», II.72.27.
10) Don Quijote proclama su propia autenticidad frente a la mentira del don Quijote creado por el autor plagiario, empleando a su manera, con doble sentido y litote, el principio del tertium exclusum :
«—Yo —dijo don Quijote— no sé si soy bueno; pero sé decir que no soy el malo», II.72.22.
11) Don Quijote pide a Don Alvaro Tarfe que se sirva hacer una declaración ante el alcalde del lugar de que no lo ha visto en todos los días de su vida hasta el momento presente, esto es, de que él, el auténtico protagonista de las hazañas y de los pensamientos del Quijote, no se encuentra en la obra plagiada:
«yo soy Don Quijote de la Mancha, el mismo que dice la fama, y no ese desventurado que ha querido usurpar mi nombre y honrarse con mis pensamientos… yo no soy el don Quijote impreso en la segunda parte, ni este Sancho Panza mi escudero es aquél que vuestra merced conoció. —Eso haré yo de mi buena gana —respondió Don Alvaro—, puesto que cause admiración ver dos Don Quijotes y dos Sanchos a un mismo tiempo, tan conformes en los nombres como diferentes en las acciones; y vuelvo a decir y me afirmo que no he visto lo que he visto ni ha pasado por mí lo que ha pasado.», II.72 § 22-23.
Notemos que don Quijote, cometiendo una quijotada, ha elegido como testigo de su autenticidad a un hombre cuya veracidad no le inspira confianza, por ser moro. He aquí la prueba de esta fobia, expresada en el momento en que se enteró de que su historia «andaba ya en libros»:
«desconsolóle pensar que su autor era moro, según aquel nombre de Cide, y de los moros no se podía esperar verdad alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas.», II.3.2; lo mismo piensa el editor de los árabes, que es otra manera de referirse a las mismas personas: «Si a ésta [historia] se le puede poner alguna objeción cerca de su verdad, no podrá ser otra sino haber sido su autor arábigo, siendo muy propio de los de aquella nación ser mentirosos», I.9.11.
12) La verdad de Don Quijote: La declaración de Don Quijote «ante escribano» sobre su propia verdad como personaje («yo soy Don Quijote de la Mancha, el mismo que dice la fama», «mi nombre», «mis pensamientos», II.72.22; «sus obras», «sus palabras» [de don Quijote y Sancho], II.72.27), que no conviene confundir con el testamento de Alonso Quijano, aunque la declaración ante escribano se parece al testamento como un doble («ya yo no soy Don Quijote de la Mancha», «sino Alonso Quijano», «a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno.», «tráiganme… un escribano que haga mi testamento», II.74.12.), para significar que la vida del caballero andante don Quijote se termina aquí:
«Entró acaso el alcalde del pueblo en el mesón, con un escribano, ante el cual alcalde pidió don Quijote, por una petición, de que a su derecho convenía de que don Alvaro Tarfe, aquel caballero que allí estaba presente, declarase ante su merced cómo no conocía a don Quijote de la Mancha, que asimismo estaba allí presente, y que no era aquél que andaba impreso en una historia intitulada Segunda parte de Don Quijote de la Mancha compuesta por un tal Avellaneda, natural de Tordesillas. Finalmente, el alcalde proveyó jurídicamente; la declaración se hizo con todas las fuerzas que en tales casos debían hacerse; con lo que quedaron don Quijote y Sancho muy alegres, como si les importara mucho semejante declaración y no mostrara claro la diferencia de los dos don Quijotes y la de los dos Sanchos sus obras y sus palabras.», II.72.27.
13) Insistencia en la alegría de don Quijote y Sancho Panza por «la declaración (hecha) ante la justicia»:
«Parece que había madrugado el sol a ver el sacrificio (de los últimos azotes desencantadores de Sancho), con cuya luz volvieron a proseguir su camino, tratando entre los dos del engaño de Don Alvaro y de cuán bien acordado había sido tomar su declaración ante la justicia, y tan auténticamente.», II.72.29.
® desencanto de vuestra merced ® limpieza [de Sancho]
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Fuente: Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, apareció en 2005.