Locura quijotesca

locura (doc. 1140, de loco, doc. ±1140, ◊ de un tema *laucu, que puede venir del ár. láuqa 'tonto, loco' ) f. 'perturbación o privación de la razón'. Refrán: «El mal ke no tiene kura, es lokura; o es la lokura.», Corr. 114.a.
«La locura es episodio frecuente en la materia de Bretaña, muy de acuerdo con el carácter de una literatura dominada por el vuelo de la imaginación hasta un grado enfermizo. Sus héroes enloquecen debido a falta de alimentación, maleficios, muertes de amigos y, sobre todo, por desgracias de amor y devastadoras crisis de celos. Ariosto recoge múltiples ecos de aquella frondosa tradición, pero en especial se ciñe muy de cerca al esquema de la desesperada congoja de Tristán en la selva de Morrois, según la tardía versión en prosa de que también deriva la aventura de Amadís en la Peña Pobre. En el exacerbamiento de su misantropía, Tristán llega allí a enloquecer del todo y a depender para su sustento del pan que los pastores le proporcionan a cambio de golpes e indignas humillaciones…
Para el novelista que domina su oficio, el tema de la locura de amor implica el compromiso de crear el único personaje capaz de sobrellevarla sin inclinarse del lado de lo risible o de lo tremebundo (aún más risible todavía). Cervantes se aplica entonces con cariño a la tarea de dotar a Cardenio de sólida estructura de carácter, capaz de dar razón de todos sus actos y de resistir por sí misma (sin referencia a fuentes literarias que no dejan de ser eficaces) cualquier clase de inquisición y análisis. Y eso nunca supo hacerlo Ariosto, porque era un poeta y un hombre del Renacimiento, mientras que Cervantes era un novelista y un hombre moderno.», FMV, p. 46-47 & 51.
|| locura de don Quijote: He aquí, por orden alfabético, los síntomas más importantes de esta locura:
Alter) Alteraciones del sueño.
Atrac) Atractivo y rechazo de los castillos (delirio de grandeza vs. rechazo de la ociosidad).
Ausen) Ausencia de miedo.
Exalt) Exaltación del «yo».
Imag) Imaginación deformadora de la verdad.
Imit) Imitación de los Caballeros Andantes.
Ira) Ira, con enojos de palabrotas y amenazas.
Mono) Monomanía de la Caballería Andante; .
Obses) Obsesión por la opinión ajena y por la fama.
Provoc) Provocador de ira recíproca.
Secret) Manía de secreto.
Super) Superación de los Caballeros Andantes.
Temer) Temeridad: exceso de valentía.
Veng) Apetito de venganza.
Verg) Vergüenza excesiva.
|| Locura erasmiana vs. cervantina
«En la paradoja erasmiana, stultitia y sapientia alternan dialécticamente como en un tablero de ajedrez, donde cabe discutir hasta la desesperación si el color de fondo es blanco o negro. Cuando se llega al mundo de los hombres y mujeres que pasan por la calle, locura y cordura se hallan veteadas, en cambio, de un modo inextricable… [Don Quijote es «un loco entreverado de cuerdo» y el caballero del Verde Gabán «un cuerdo entreverado de loco».]
La paradoja de la locura erasmiana queda, pues, neutralizada precisamente al aceptársela en un plano distinto de aquel en que fue concebida: sí, todos locos, pero no como una tesis abstracta, sino a modo de una realidad empírica (Huarte) que de hecho anula ambas categorías de locura y cordura. Porque decir todos locos en cuanto verdad de experiencia es más que nunca igual que decir todos cuerdos, todos humana y estéticamente válidos.
Se está llamando la atención no ya sobre la frágil relatividad de uno y otro concepto, sino sobre su contraste con la maciza solidez del hecho vital, bien sea del loco o del sabio. En adelante no hay ya más tarea viable que la de estudiar las infinitas variedades de locura con que está amasado cada ser humano.
El camino del novelista se halla abierto de par en par… para el arte nuevo del novelista ¿qué más dará la locura cuerda que la cordura loca? No hay sino entregarse al goce (sin perder la cabeza, como última paradoja) del fantástico espectáculo que se ofrece en el gran manicomio del mundo, en el que improvisan locos capaces de enfrentarse con un león o locos capaces de salir por ahí vestidos de verde.», FMV, p. 217 & 219 & 227.
Poco tiempo antes de escribir el Quijote, Cervantes leyó sin duda las páginas que el doctor Huarte de San Juan había consagrado en su Examen de ingenios de 1574 a recordar la entrevista de Hipócrates con Demócrito, cuando los abderitas quisieron saber si la risa continua de su filósofo se debía a enfermedad. El doctor recuerda que Demócrito «procedió muy a larga contando los varios apetitos de los hombres y las locuras que hacen y dicen por razón de estar todos enfermos. Y concluyendo, le dijo que este mundo no era más que una casa de locos, cuya vida era una comedia graciosa representada para hacer reír a los hombres; y que ésta era la causa de que se reía tanto. Lo cual oído por Hipócrates, dijo públicamente a los abderitas: Non insanit Democritus, sed super omnia sapit et nos sapientiores efficit.» , HdeSJ, p. 175-176.
Cervantes debió de sentir un deseo incontenible de crear un personaje que fuera capaz de mostrar, a los locos que somos todos los humanos, la manera de hacernos si no más sabios al menos menos locos. Para ello concibió un loco entreverado, lleno de lúcidos intervalos (Huarte lo hubiera llamado atreguado, porque de vez en cuando este loco está en tregua con su enemiga la locura), cuya lucidez, al ser progresiva, llegaría a ser más fuerte que su propia locura y le llevaría a la cordura.
La demencia del personaje don Quijote «le sirve al autor de salvoconducto para expresarse con una libertad que, de otro modo, le habría estado vedada. Pero esto, aunque importante, es lo de menos. Gracias a la enajenación del héroe, Cervantes pudo convertir la sátira en crítica irónica. La reductio ad absurdum consistente en aleccionar humorísticamente por medio de un loco hizo innecesaria toda moralización por parte del autor.», Gaos, Q., p. 162.
«Es indudable que Cervantes se sirvió de la demencia de su personaje para hacer una crítica del racionalismo, para señalar sus errores y limitaciones. Porque don Quijote es, a su modo, un rígido racionalista, y su locura es de tipo lógico y discursivo. Don Quijote, en efecto, razona admirablemente, y no sólo al margen de sus caballerías, sino también sobre ellas. Tanto es así, que parece confirmar la opinión de Chesterton, según el cual, loco no es quien ha perdido la razón, sino quien se ha quedado sólo con ella.», ibíd. p. 176.
Se puede decir con Avalle Arce que si el mundo de don Quijote-loco está gobernado por la lógica del absurdo, el mundo de los cuerdos que le rodean, el nuestro, está gobernado por el absurdo de la lógica.
Cervantes como Erasmo comprendió perfectamente que la verdad sólo es tolerable por los humanos, habituados a negociar con la mentira, si sale de la boca de quienes están considerados como personas incapaces de decirla: el loco, el niño, la mujer.
Puesto que la mayor parte de los negocios entre humanos se hacen tomando la mentira como moneda, sólo quien se sale del negocio sin negociar, como un loco dispuesto a perder, se sale de la mentira. Por eso, al querer transmitir a la sociedad de su tiempo y a las sociedades humanas en general verdades capitales, Cervantes construyó un personaje loco, Don Quijote, cuya voz se alza monolítica en un campo plagado de mentiras, como la voz de quien no entiende de negocios.
La construcción del héroe loco y la justificación por él de su demente empresa, que se va haciendo cada vez más envolvente y profunda a medida que el libro avanza, hasta convertirse en justificación de la verdad de su propio autor y en superación de su propia verdad mediante una verdad más profunda, posee una fuerza creadora tal, que implica al lector, hasta transformarlo en crítico y autocrítico de las aventuras de su propia vida.
Recordemos que una obra del pasado conserva su vitalidad en el presente en cuanto sigue siendo actual desde el punto de vista de la experiencia humana. A la imagen del héroe creado por Cervantes, el lector del Quijote irá en la defensa quijotesca de la verdad contra toda mentira, más allá de las intenciones declaradas por el autor, introduciéndose crítica y autocríticamente en el campo de sus propias fantasías, que, por supuesto, no se limitan a los libros de caballerías.
El personaje Don Quijote ha alcanzado tal condición de mito entre nosotros, porque su verdad se encarna o actúa más allá de las necesidades y del comportamiento humano, de sus normas y de sus creencias. Al convertirse en figura mítica, el loco creado por Cervantes ha roto el cordón umbilical que le unía a su creador y ha adquirido una vida independiente en cada uno de nosotros, como principio de acción.
La genialidad de Cervantes ha consistido en situar la acción de Don Quijote no sólo donde lo pretendió, sino también mucho más allá de sus propias intenciones primeras, en los campos abiertos de la experiencia de cada uno de sus lectores.