El reprehensor eclesiástico del castillo ducal aragonés en El Quijote


Entre los eclesiásticos del Quijote es el único que aparece como resuelto antagonista de don Quijote, sin que sea posible percibir su deseo de ayudar desinteresamente a Alonso Quijano el Bueno. Su presentación por el narrador no deja lugar a dudas. Nos encontramos ante un personaje cuyo deseo fundamental no es ayudar sino condenar, al estilo de los personajes de Avellaneda:

«destos que quieren que la grandeza de los grandes se mida con la estrecheza de sus ánimos; destos que, queriendo mostrar a los que ellos gobiernan a ser limitados, les hacen ser miserables», II.31.34.

Ilustración:Repuesta que dio don Quijote a su reprehensor eclesiástico

Articulación diegética: El eclesiástico, que oyó decir de gigantes, de follones y de encantos, cayó en la cuenta de que aquél debía de ser don Quijote de la Mancha, cuya historia leía el duque de ordinario, y él se lo había reprehendido muchas veces...

Texto ilustrado por Gustave Doré (dibujo) Salvador Tusell (pintura) :

"Levantado, pues, en pie don Quijote, temblando de los pies a la cabeza como azogado, con presurosa y turbada lengua, dijo:
—El lugar donde estoy, y la presencia ante quien me hallo, y el respeto que siempre tuve y tengo al estado que vuesa merced profesa, tienen y atan las manos de mi justo enojo"

El Q.II.32.1-2.

Légende de l'édition française :

[Tome II. Seconde partie. Fig. en bandeau du chap. XXXII : Repas chez le duc et la duchesse. Don Quichotte, offensé par les propos de l'ecclésiastique du château, se lève et s'apprête à répondre.

Contexto del texto ilustrado:

Capítulo Treinta y uno. Que trata de muchas y grandes cosas
...
62. El eclesiástico, que oyó decir de gigantes, de follones y de encantos, cayó en la cuenta de que aquél debía de ser don Quijote de la Mancha, cuya historia leía el duque de ordinario, y él se lo había reprehendido muchas veces, diciéndole que era disparate leer tales disparates; y enterándose ser verdad lo que sospechaba, con mucha cólera, hablando con el duque, le dijo:
63. —Vuestra excelencia, señor mío, tiene que dar cuenta a nuestro Señor de lo que hace este buen hombre. Este don Quijote, o don Tonto, o como se llama, imagino yo que no debe de ser tan mentecato como vuestra excelencia quiere que sea, dándole ocasiones a la mano para que lleve adelante sus sandeces y vaciedades. Y volviendo la plática a don Quijote, le dijo:
64. —Y a vos, alma de cántaro, ¿quién os ha encajado en el celebro que sois caballero andante y que vencéis gigantes y prendéis malandrines? Andad enhorabuena, y en tal se os diga: volveos a vuestra casa, y criad vuestros hijos, si los tenéis, y curad de vuestra hacienda, y dejad de andar vagando por el mundo, papando viento y dando que reír a cuantos os conocen y no conocen. ¿En dónde, nora tal, habéis vos hallado que hubo ni hay ahora caballeros andantes? ¿Dónde hay gigantes en España, o malandrines en la Mancha, ni Dulcineas encantadas, ni toda la caterva de las simplicidades que de vos se cuentan? Atento estuvo don Quijote a las razones de aquel venerable varón, y viendo que ya callaba, sin guardar respeto a los duques, con semblante airado y alborotado rostro, se puso en pie y dijo... Pero esta respuesta capítulo por sí merece.

Capítulo Treinta y dos. De la repuesta que dio don Quijote a su reprehensor, con otros graves y graciosos sucesos.

1. Levantado, pues, en pie don Quijote, temblando de los pies a la cabeza como azogado, con presurosa y turbada lengua, dijo:
2. —El lugar donde estoy, y la presencia ante quien me hallo, y el respeto que siempre tuve y tengo al estado que vuesa merced profesa, tienen y atan las manos de mi justo enojo; y así por lo que he dicho como por saber que saben todos que las armas de los togados son las mesmas que las de la mujer, que son la lengua, entraré con la mía en igual batalla con vuesa merced, de quien se debía esperar antes buenos consejos que infames vituperios. Las reprehensiones santas y bien intencionadas otras circunstancias requieren y otros puntos piden: a lo menos, el haberme reprehendido en público y tan ásperamente ha pasado todos los limites de la buena reprehensión, pues las primeras mejor asientan sobre la blandura que sobre la aspereza, y no es bien que, sin tener conocimiento del pecado que se reprehende, llamar al pecador, sin más ni más, mentecato y tonto. Si no, dígame vuesa merced: ¿por cuál de las mentecaterías que en mí ha visto me condena y vitupera, y me manda que me vaya a mi casa a tener cuenta en el gobierno della y de mi mujer y de mis hijos, sin saber si la tengo o los tengo? ¿No hay más sino a trochemoche entrarse por las casas ajenas a gobernar sus dueños, y habiéndose criado algunos en la estrecheza de algún pupilaje, sin haber visto más mundo que el que puede contenerse en veinte o treinta leguas de distrito, meterse de rondón a dar leyes a la caballería y a juzgar de los caballeros andantes? ¿Por ventura es asumpto vano o es tiempo mal gastado el que se gasta en vagar por el mundo, no buscando los regalos dél, sino las asperezas por donde los buenos suben al asiento de la inmortalidad? Si me tuvieran por tonto los caballeros, los magníficos, los generosos, los altamente nacidos, tuviéralo por afrenta inreparable; pero de que me tengan por sandio los estudiantes, que nunca entraron ni pisaron las sendas de la caballería, no se me da un ardite: caballero soy y caballero he de morir, si place al Altísimo. Unos van por el ancho campo de la ambición soberbia; otros, por el de la adulación servil y baja; otros, por el de la hipocresía engañosa, y algunos, por el de la verdadera religión; pero yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la honra. Yo he satisfecho agravios, enderezado tuertos, castigado insolencias, vencido gigantes, y atropellado vestiglos; yo soy enamorado, no más de porque es forzoso que los caballeros andantes lo sean; y siéndolo, no soy de los enamorados viciosos, sino de los platónicos continentes. Mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a todos y mal a ninguno: si el que esto entiende, si el que esto obra, si el que desto trata merece ser llamado bobo, díganlo vuestras grandezas, duque y duquesa excelentes.

El Q.II.32.1-2.

eclesiast-: eclesiástica: 1; eclesiástico: 7: [El eclesiástico: 5 = un grave eclesiástico: 1]; eclesiásticos: 2; √ iglesia

eclesiástico (doc. ±1280, del lat. ecclesiasticus, der. gr. ekklesiastikós, der. ekklesía 'asamblea convocada' der. ekkaléo 'yo convoco') adj. y m. 'relativo a la iglesia': 'clérigo'

• Los eclesiásticos disfrutaban de un tratamiento particular en la España de Felipe II. He aquí lo que Fray José de Sigüenza explica del ejemplo que daba el rey en su fundación del Escorial: «Diré también otro particular en esta materia: en todos los actos públicos que se hacían en la iglesia mostraba tanto respeto y guardaba tan puntualmente el derecho que se debe a las cosas eclesiásticas y a las personas de ella, que siempre {se} ponía el postrero dondequiera que concurrían. Y porque los niños del Seminario tienen sobrepellices en tanto que asisten al oficio divino en estos actos eclesiásticos, iban delante y los anteponía: si tomaban la ceniza, los niños primero; si los ramos, las candelas, adoraban la Cruz y otras cosas semejantes, los adelantaba siempre, pareciéndole que era de más alto género todo lo que tenía resabio de orden eclesiástico.

Cuando había misas nuevas, iba a besar la mano al misacantano, y le ofrecía como si fuera otro hombre particular, y otros cien ejemplos bastantes a confundir, no digo a los herejes ni a otros cristianos llenos de pundonores de vanidad, sino aun a los muy aventajados religiosos.», Fundación del Monasterio, p. 110 § 4 y 5.

• He aquí cómo critica los abusos de sus colegas eclesiásticos el lexicógrafo Don Sebastián de Covarrubias Horozco (1539-1613), capellán de Su Majestad (1578), canónigo de Cuenca (1579) y maestrescuela de su catedral (1601): «La vanidad del mundo ha introduzido que los señores, y aun los que no lo son, y las señoras reciban clérigos en su servicio, y los llamen sus capellanes, y quieran que los acompañen y se ocupen en ministerios incompatibles con la dignidad sacerdotal… Cosa lastimosa, que los tengan delante de sí en pie y desbonetados, y los llamen de vos, o los rodeen la merced, y los padreen con llamarles: Padre acá, padre acullá.», Cov. 297.a.1. ® vos

|| el eclesiástico del Castillo del duque: «Según una tradición que mencionó don Vicente de los Ríos en la Vida de Cervantes, se quiso en este pasaje sindicar a un eclesiástico comensal del Duque de Béjar, que es a quien está dedicada la primera parte del QUIJOTE… el calor y animosidad que en este pasaje muestra el autor, pueden ser indicio de que la persona del eclesiástico de quien se trata no era imaginaria, sino real y verdadera.», Clem. 1697.a.

• Entre los eclesiásticos del Quijote es el único que aparece como resuelto antagonista de don Quijote, sin que sea posible percibir su deseo de ayudar desinteresamente a Alonso Quijano el Bueno. Su presentación por el narrador no deja lugar a dudas. Nos encontramos ante un personaje cuyo deseo fundamental no es ayudar sino condenar, al estilo de los personajes de Avellaneda: «destos que quieren que la grandeza de los grandes se mida con la estrecheza de sus ánimos; destos que, queriendo mostrar a los que ellos gobiernan a ser limitados, les hacen ser miserables», II.31.34.

• Identifica a Don Quijote como tal y lo condena, al mismo tiempo que condena al duque en cuanto asiduo lector de su historia:

«El Eclesiástico que oyó decir de gigantes, de follones y de encantos, cayó en la cuenta de que aquél debía de ser Don Quijote de la Mancha, cuya historia leía el Duque de ordinario, y él se lo había reprehendido muhas veces, diciéndole que era disparate leer tales disparates; y enterándose ser verdad lo que sospechara, con mucha cólera, hablando con el duque, le dijo:
—Vuestra excelencia, señor mío, tiene que dar cuenta a nuestro Señor de lo que hace este buen hombre. Este Don Quijote, o Don Tonto, o como se llama, imagino yo que no debe de ser tan mentecado como vuestra excelencia quiere que sea, dándole ocasiones a la mano para que lleve adelante sus sandeces y vaciedades.

Y volviendo la plática a don Quijote, le dijo:

—Y a vos, alma de cántaro, ¿quién os ha encajado en el celebro que sois caballero andante y que vencéis gigantes y prendéis malandrines?…», II.31 § 62-64.

• La confrontación se termina con una dura reprensión al Duque y la partida del Eclesiástico:

«—Por el hábito que tengo, que estoy por decir que es tan sandio vuestra excelencia como estos pecadores. ¡Mirad si no han de ser ellos locos, pues los cuerdos canonizan sus locuras! Quédese vuestra excelencia con ellos; que en tanto que estuvieren en casa, me estaré yo en la mía, y me excusaré de reprehender lo que no puedo remediar.», II.32.8.

• El duque frena la ira de don Quijote tras las rudas declaraciones del eclesiástico:

«—Vuesa merced, señor Caballero de los Leones, ha respondido por sí tan altamente, que no le queda cosa por satisfacer deste que aunque parece agravio, no lo es en ninguna manera; porque así como no agravian las mujeres, no agravian los eclesiásticos, como vuesa merced mejor sabe.

—Así es—respondió don Quijote—; y la causa es que el que no puede ser agraviado no puede agraviar a nadie. Las mujeres, los niños y los eclesiásticos, como no pueden defenderse aunque sean ofendidos, no pueden ser afrentados.», II.32 § 9-10.

• Los otros eclesiásticos del Quijote son: el Cura del lugar de DQ, el Canónigo de Toledo, el beneficiado de las Bodas de Camacho y el Vicario de la historia de la Trifaldi.

• El tema de la pobreza da lugar a un pullazo de don Quijote al beneficiado de las Bodas de Camacho:

«un beneficiado de aquel pueblo, que tenía gentil caletre para semejantes invenciones, había compuesto y ordenado las danzas de las bodas de Camacho.»

Don Quijote dice de él: «—Yo apostaré -dijo Don Quijote- que debe de ser más amigo de Camacho que de Basilio el tal beneficiado, y que debe de tener más de satírico que de vísperas. ¡Bien ha encajado en la danza las habilidades de Basilio y las riquezas de Camacho!», II.20.45. ® Vicente de la Rosa

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Fuentes de los textos: Salvador García Bardón, El Quijote para citarlo y Diccionario enciclopédico de El Quijote, Skynet, 2005.

Fuente de la imagen:El Quijote ilustrado por G. Doré y pintado por S. Tusell, Los textos ilustrados y su contexto textual, 2005-2006 y 2015-2016.
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