La verdad de don Quijote

El verdadero Don Quijote

Nosotros preferimos hablar de la autenticación de don Quijote más bien que de su desquijotización. Sin negar que el término de desquijotización, introducido por Salvador de Madariaga en su Guía del lector del Quijote de 1926, recubre una hipótesis aguda que ha orientado la investigación prosopológica y temática sobre don Quijote durante varias décadas, lo juzgamos hoy inadecuado para dar cuenta del proceso particularmente complejo de la tenaz lucha de don Quijote para reconquistar su propia verdad.

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Don Juan y don Jerónimo son dos lectores del Quijote auténtico y del apócrifo, con los cuales coinciden don Quijote y Sancho en una venta aragonesa mal provista, cuando van hacia Zaragoza. Con su testimonio ayudan a don Quijote en el tema de la verdad de su historia frente a la falsa de Avellaneda.

Como la voz cantante la lleva Don Juan, este personaje anticipa la función prosopológica de Don Alvaro Tarfe, importante personaje del Quijote apócrifo que testimoniará en favor de la verdad de Don Quijote, frente a la falsa de Avellaneda, su propio autor, de la que es deuteroagonista: «—Ni vuestra presencia puede desmentir vuestro nombre, ni vuestro nombre puede no acreditar vuestra presencia; sin duda vos, señor, sois el verdadero Don Quijote de la Mancha, norte y lucero de la andante caballería, a despecho y pesar del que ha querido usurpar vuestro nombre y aniquilar vuestras hazañas, como lo ha hecho el autor deste libro que aquí os entrego.», II.59.35.

Sancho Panza testimonia en favor de la verdad de su amo en presencia de don Álvaro Tarfe, personaje tránsfuga del apócrifo, que don Quijote toma como testigo de su propia verdad literaria ante la autoridad pública: «el verdadero don Quijote de la Mancha, el famoso, el valiente y el discreto, el enamorado, el desfacedor de agravios, el tutor de pupilos y huérfanos, el amparo de las viudas, el matador de las doncellas, el que tiene por única señora a la sin par Dulcinea del Toboso, es este señor que está presente, que es mi amo; todo cualquier otro don Quijote y cualquier otro Sancho Panza es burlería y cosa de sueño.», II.72.20.

Don Antonio Moreno acoge a don Quijote en Barcelona como el verdadero [Don Quijote]: «Bien sea venido, digo, el valeroso don Quijote de la Mancha: no el falso, no el ficticio, no el apócrifo que en falsas historias estos días nos han mostrado, sino el verdadero, el legal y el fiel que nos describió Cide Hamete Benengeli, flor de los historiadores.», II.61.5.

Nosotros preferimos hablar de autenticación de don Quijote más bien que de desquijotización. Sin negar que el término de desquijotización, introducido por Salvador de Madariaga en su Guía del lector del Quijote de 1926, recubre una hipótesis aguda que ha orientado la investigación prosopológica y temática sobre don Quijote durante varias décadas, lo juzgamos hoy inadecuado para dar cuenta del proceso particularmente complejo de la lucha de don Quijote para reconquistar su propia verdad.

El proceso de autenticación de Don Quijote para reconquistar su propia verdad no sería completo si no le condujera a verificar : por una parte la adecuación de sus empresas andantescas con las verdades más inmediatas del mundo del sentido común, que son para él las de su realidad literaria (autenticación literaria); y por otra parte, la adecuación de estas verdades del sentido común con las verdades supremas de la vida humana (conversión o autenticación ética).

A) Autenticación literaria. En su cuenta de conciencia, Don Quijote calibra en un primer plano sus empresas andantescas con las verdades más inmediatas del mundo del sentido común, que para él, como profesional con vocación, son justamente literarias, ya que todo lo que él es lo es por su realidad literaria: él es un personaje auténtico de una obra de ficción con su carácter propio, sus gestos particulares, sus palabras generosas, sus aventuras sorprendentes e incluso con sus peculiares locuras, cuya existencia no se comprende ni sin la de otros personajes auténticos, entre los cuales destaca su fiel escudero Sancho, ni sin la creación de su propio personaje por un autor auténtico, que conviene defender contra el apócrifo.

B) Conversión o autenticación ética. En el segundo plano de su conciencia, en el más profundo, don Quijote pasa de la autenticación de estas verdades literarias, reconocidas como tales ante escribano, a la de las verdades supremas de la vida humana, que para él como para todo ser humano que las recupera tras extraviarlas, constituirán su sensatez final.

Asistimos al proceso completo de la autenticación de Don Quijote, que se manifiesta en una evolución implacable que va de la duda de sus caballerías hasta la proclamación solemne y perentoria de su propio error, en la tercera etapa de la segunda parte del Quijote, la que comienza tras la despedida de Don Quijote de los Duques, al final de su estancia voluntaria en sus dominios:

1) Duda de Don Quijote sobre su tipo de caballería, comparada con las de los santos.

2) Vergüenza ante treinta de sus lectores, transformados en pastores de la nueva Arcadia, por la humillación de la piara de toros que lo pisotean.

3) Preocupación por las mentiras sobre su propio carácter y sobre el carácter de Sancho propaladas por la obra espuria de Avellaneda, mentiras tales, cuales tiene ocasión de constatarlas por los comentarios de dos lectores de sus hazañas, que también lo son de esta obra apócrifa, e incluso por una copia del plagio que le tienden estos dos lectores.

4) Impaciencia por la tardanza de Sancho en aplicarse los azotes desencantadores de Dulcinea, que le lleva a provocar la lucha a brazo partido de éste con él, en defensa de su propia libertad y en menoscabo de la dependencia de su amo.

5) Impotencia tanto ante los bandoleros muertos como ante los vivos.

6) Engaño invencible ante las burlas tanto de los de la casa de don Antonio Moreno, como de los otros señores de Barcelona y de la chusma de las galeras.

7) Humillación suprema por su vencimiento en la lucha con el Caballero de la Blanca Luna.

8) Serie de humillaciones derivadas de su vencimiento: la cerdosa aventura, vuelta involuntaria y violenta al castillo ducal, donde «para los vencidos el bien se vuelve en mal, y el mal en peor», II.68.30.

9) Lucha final, hasta la muerte:

9.1) Lucha contra la mentira del plagio sobre su carácter, sobre el carácter de Sancho, sobre la verdad de su autor y la contraverdad de su plagiario: encuentro con Don Álvaro Tarfe, personaje del Quijote apócrifo y primera declaración ante escribano.

9.2) Lucha contra su propia equivocación: vuelta a la aldea, acompañada de la proclamación de su vencimiento; proclamación de su cambio de vida; enfermedad de melancolía y desabrimiento, cuyo síntoma principal es un fuerte sueño; despertar con solemne declaración de arrepentimiento por su locura y de deseo de confesarse y hacer su testamento; nueva declaración ante escribano, con carácter testamentario, donde consigna: su arrepentimiento por las locuras que ha hecho hacer a Sancho; su voluntad de ligar a su heredera mediante una condición de antilectura (antibibliográfica), que hace que si se casare con un aficionado a los libros de caballerías, pierda la herencia, condición antibibliográfica que sus albaceas han de vigilar; su arrepentimiento por las locuras que ha hecho hacer al autor del plagio. Desmayos continuos durante tres días.

Último día: «En fin, llegó el último de don Quijote, después de recebidos todos los sacramentos y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías. Hallóse el escribano presente, y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como Don Quijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu: quiero decir que se murió.», II.74.26.

El Cura, depositario de las más profundas y enérgicas voluntades de Don Quijote, hace intervenir de nuevo al escribano para testimoniar de su muerte: «el tal testimonio pedía para quitar la ocasión de que algún otro autor que Cide Hamete Benengeli le resucitase falsamente, y hiciese inacabables historias de sus hazañas.», II.74.27.

Cide Hamete Benengeli, el autor auténtico, cuelga su pluma, la cual niega a toda otra pluma el derecho a escribir sobre él, y proclama que lo escrito basta «para poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las de mi verdadero Don Quijote van ya tropezando, y han de caer del todo, sin duda alguna.», II.74.35.

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Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, aparecerá en 2005.
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