El Papa Benedicto XVI se dirige en su mensaje de Cuaresma a todos los católicos. En él hace especial referencia al itinerario catecumenal. Recuerda que el inicio de nuestra vida en Cristo comenzó en el momento del Bautismo y explica la razón de recibirlo de niños. Con ello se demuestra más el sentido de don y de gracia.
Sorprende, en un texto tan breve como es el mensaje, que aparezca la palabra “Bautismo” DOCE veces y, si se añade la expresión “Sacramento de renacimiento”, son doce las veces que se alude al bautismo. Además, esta palabra se encuentra al comienzo y al final del texto, como si hubiera una voluntad inclusiva de comprender todo el mensaje en la clave de la iniciación cristiana.
El Papa alude a la enseñanza que ofrece la Liturgia de la Palabra de los domingos de Cuaresma, siguiendo el proceso de catequesis para los candidatos al bautismo en la noche de Pascua. “Los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guían a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana”.
La Palabra de Dios –“¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios?”-, la oración –“La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo”, el ayuno – “mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo”-, son las tres llamadas que nos hace el Papa.
Ante esta enseñanza, el proyecto cuaresmal nos posibilita ahondar en nuestra identidad cristiana, por el encuentro creyente con la Palabra, la renovada actitud de conversión, la celebración del don de la misericordia, la solidaridad con los pobres, hasta llegar a la Noche de Pascua, donde renovaremos las promesas bautismales.
Una frase que resume, en parte, todo el discurso cuaresmal, y que incide en el Sacramento de iniciación, afirma: “El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo”.
Otra de las frases de la que se han hecho eco los medios alude al tema del dominio de los bienes, del afán posesivo: “El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida”.