Presentación realizada en la I Jornada de Formación Teológica en Ecumenismo "Hacia la Constitución de la International Ecumenical Fellowship, Región América Latina" (25 de Marzo 2021) Caminos ecuménicos abiertos a partir de Ut unum sint

Conferencia a cargo de:

Juan Pablo Espinosa Arce

Facultad de Teología Pontificia Universidad Católica de Chile

Centro Universitario Ignaciano Universidad Alberto Hurtado

jpespinosa@uc.cl

Agradezco en primer lugar al profesor Andrés Mauricio Quevedo por la invitación a participar en este encuentro que, desde ya expreso, sé manifiesta una fecunda instancia de reconocimiento de cuáles han de ser los caminos que permitan comunicar las vidas de los discípulos de Cristo. Llego a este encuentro interpelado por los desafíos que el camino ecuménico de nuestro continente ha ido impulsando. Pienso que esta declaración de principios vitales, es el mejor modo de pensar el tema que el profesor Quevedo me ha propuesto presentar. Y digo principios vitales porque siento que es el terreno más fecundo a través del cual puedo expresar lo que quisiera compartir con ustedes.

En primer lugar, no hablo como un experto en ecumenismo. Hablo como un cristiano que reconoce en su vida la importancia de generar espacios de encuentro entre las distintas confesiones religiosas. He sido formado y abrazo la tradición católica de rito romano. Esa es la matriz desde la cual pienso mi experiencia de fe, el desarrollo teológico, los desafíos sociales y culturales. Pero no me he quedado sólo en esta tradición. Hace unos cuatro años colaboro con la Iglesia Metodista de Chile como profesor en su Seminario. En él he impartido cátedras de Filosofía y Teología. Pienso que este gesto es ya un pequeño movimiento ecuménico, movimiento que no solo se queda ubicado en lo teológico, sino que termina siendo un ecumenismo vital, que es el concepto que hoy quisiera proponer. Junto con ello, y durante algún tiempo, me correspondió impartir la cátedra de Diálogo Interreligioso en la Universidad Alberto Hurtado de mi país. El diálogo entre tradiciones espirituales, religiosas, teológicas y, sobre todo humanas, es un espacio que pienso debe fundamentar la propuesta que esta comunidad irá encauzando.

En segundo lugar, quisiera pensar en la metáfora que el título de mi presentación posee: la imagen simbólica del camino. Existen caminos abiertos y caminos que se van abriendo. Esta doble perspectiva del movimiento es una cuestión que asumo como corazón de lo que buscamos pensar para las iglesias del continente. Otros y otras han dado de lo suyo para cimentar senderos que hoy nosotros caminamos. Hoy también vamos allanando el camino para que otros lo recorran junto con nosotros. Y, mañana, vendrán otros y propondrán nuevas vías a través de las cuales podamos ejercer el arte de caminar. Aquí hay algo interesante: el camino sólo va desplegándose en cuanto somos capaces de ponernos al lado de otros y otras. El ecumenismo no es la práctica de saber quién tiene más habilidades para abrir el sendero. Si los cristianos confesamos nuestra fe en un Maestro que se ha declarado así mismo como el “camino, la verdad y la vida” (Juan 14,16), la vida de los discípulos es la de seguir el único camino en modos distintos. Ese es el ecumenismo: es la capacidad reconocer como no es el pequeño yo el que sale vencedor de un debate. Pero tampoco es la falsa conciencia de decir: todas las tradiciones son iguales. El sano ecumenismo es aquél que, conociendo su propia identidad es capaz de comprender que otras identidades miran también el mundo y que en ese entrecruce de miradas, podemos hacer algo más. Con esto, estoy pensando de que hay caminos abiertos pero, y aquí encuentro lo más importante, hay caminos que aún deben ser abiertos.

En tercer lugar, la perspectiva particular de Ut unum sint. El año 1995, Juan Pablo II escribe la primera encíclica dedicada al tema ecuménico luego del Concilio Vaticano II. No está en mi intención comentar la totalidad de la encíclica. Lo que busco, más bien, es pensarla desde los dos puntos anteriormente indicados: el ecumenismo vital o ecumenismo vivido en la experiencia cotidiana de cada uno de nosotros y el sentido del camino que debe continuar abriéndose.

El lugar del martirio/testimonio

La presentación de Ut unum sint comienza con el lugar del testimonio de los mártires cristianos que han abrazado la cruz. Juan Pablo II declara:

“El valiente testimonio de tantos mártires de nuestro siglo, pertenecientes también a otras Iglesias y Comunidades eclesiales no en plena comunión con la Iglesia católica, infunde nuevo impulso a la llamada conciliar y nos recuerda la obligación de acoger y poner en práctica su exhortación. Estos hermanos y hermanas nuestros, unidos en el ofrecimiento generoso de su vida por el Reino de Dios, son la prueba más significativa de que cada elemento de división se puede trascender y superar en la entrega total de uno mismo a la causa del Evangelio” (UUS 1)

Aquí podemos identificar lo que la enseñanza teológica y ecuménica denomina el ecumenismo de la sangre. El testimonio representa una fuerza de renovación al interior de la Iglesia, de las comunidades y del desarrollo teológico-pastoral[1]. Testimoniar con la vida hasta la entrega de la sangre; testimoniar por medio de la educación teológica; testimoniar en la acción social y en el compromiso político. El testimonio de vida nos exige practicar una memoria del sufrimiento, de la ofrenda de lo que ha sido el camino abierto por otros. Con esto pienso que el valor de UUS no radica solo en la presentación de una serie de elementos programáticos, sino que puede constituir un semillero de formas de interpelación a la misma vida, interpelación que comienza del recuerdo de todos los que han testimoniado el esfuerzo de comunicar la fe.

A propósito del testimonio, Salvador Pie-Ninot nos dice que el testimonio de vida posee un “valor teológico”[2], y que dicho testimonio aparece como un vínculo interno entre el Evangelio predicado y el Evangelio vivido. Esto, para Pie-Ninot es “motivo de credibilidad”[3], no solo al interior de una comunidad eclesial determinada, sino también en la credibilidad que la comunidad eclesial tiene en relación con el mundo. La biografía[4] de las iglesias cristianas debe estar interpelada por los desafíos que esa relación ad intra y ad extra posee en la conformación misma de la propia tradición religiosa.

En el caso de UUS, se destacan varios modelos de testimonio en los cuales se practica el diálogo ecuménico. Podemos destacar los siguientes:

  • El testimonio de la oración en común: “la comunión de oración lleva a mirar con ojos nuevos a la Iglesia y al cristianismo. En efecto, no se debe olvidar que el Señor pidió al Padre la unidad de sus discípulos, para que ésta fuera testimonio de su misión y el mundo pudiese creer que el Padre lo había enviado (cf. Jn 17, 21)” (UUS 23), con un acento especial en la Semana de Oración por la Unidad de los cristianos (UUS 24)
  • El testimonio en la vida concreta y práctica. UUS distingue los siguientes aspectos: “pastoral, cultural, social, e incluso en el testimonio del mensaje del Evangelio” (UUS 40). Juan Pablo II a propósito de los elementos anteriormente indicados, sostiene: “A los ojos del mundo la cooperación entre los cristianos asume las dimensiones del común testimonio cristiano y llega a ser instrumento de evangelización en beneficio de unos y otros” (UUS 40).
  • Juan Pablo II también habla del “testimonio de santidad”, en cual “es un potencial ecuménico extraordinariamente rico de gracia” (UUS 48). Este testimonio de santidad se expresa en la capacidad de escuchar lo que otros cristianos nos dicen sobre Dios y el cómo de la experiencia con él.
  • El testimonio de la acción cristiana hacia el mundo. Dice la encíclica: “de cara al mundo, la acción conjunta de los cristianos en la sociedad tiene entonces el valor trasparente de un testimonio dado en común al nombre del Señor” (UUS 75)

Los modos del testimonio no son un quehacer exclusivo de los cristianos. El testimonio posee un valor teológico, y lo posee en cuanto el testimonio es suscitado por la fuerza de la pluriforme gracia de Dios que actúa en las comunidades que se abren a su fuerza transformadora. Por ello el testimonio de la santidad posee un potencial de gracia, en palabras de la misma encíclica. El movimiento ecuménico, con esto, debe asumirse en la sintonía del Espíritu. No hay ecumenismo verdadero al margen de lo pneumatológico.

El lugar de la enseñanza teológica y la capacitación pastoral permanente

Quisiera, a continuación, indagar en un elemento que considero fundamental: la importancia de la enseñanza teológica y de la capacitación pastoral permanente. El testimonio, junto con la dimensión pneumatológica, exige una preparación al momento de expresar mi identidad en un escenario donde confluyen diversas identidades. UUS en el número 45 expresa que el aspecto ecuménico es algo que ha comenzado a descubrirse en los “institutos de teología donde se forman los futuros ministros”. Más adelante, en el número 80 y a propósito de la divulgación de los resultados obtenidos en las investigaciones ecuménicas se expresa lo siguiente: “Para que tenga un resultado favorable, es necesario que sus aportaciones sean divulgadas oportunamente por personas competentes. A este respecto, es de gran importancia la contribución que los teólogos y las facultades de teología están llamados a dar en razón de su carisma en la Iglesia. Además es claro que las comisiones ecuménicas tienen, en este sentido, responsabilidades y cometidos muy singulares”.

De lo anterior, quisiera expresar dos alcances:

  • En primer lugar, el poco lugar de la enseñanza teológica y la capacitación pastoral permanente de las comunidades en el ámbito de lo ecuménico. Por capacitación pastoral, que también podría calificarse como “actualización” teológica y pastoral, estoy pensando en la necesidad de comunicar las distintas expresiones de lo ecuménico en las comunidades eclesiales. La falta de mención a lo teológico en la misma encíclica, pienso se prolonga también a la poca presencia de cátedras de ecumenismo en las Facultades de Teología o Ciencias Religiosas. Personalmente, estudié en dos centros de formación teológica: Una Facultad de Ciencias Religiosas y una Facultad de Teología. En ellas no hay cátedras de ecumenismo o diálogo interreligioso. Este trabajo es un elemento pendiente, un camino que no se ha abierto o si se ha abierto falta profundizar de manera de hacerlo transitable.
  • En segundo lugar, la mención de la formación de los futuros ministros. UUS ¿estará expresando solo el lugar de la preparación de los candidatos al sacerdocio ordenado, al ministerio de pastores y pastoras? La pregunta que estoy formulando va hacia pensar cuál es el lugar que los laicos asumen en el trabajo ecuménico. Un aspecto numérico: en UUS el concepto “laico” (laicos, laicado) aparece solo una vez, en el número 80 que acabo de citar. Pienso que aquí radica el segundo desafío: la incorporación de los laicos y el lugar que ellos poseen al momento de pensar los desafíos ecuménicos. El trabajo ecuménico no es solo de los ministros ordenados. El auténtico ecumenismo es un trabajo de todos los cristianos y cristianas.

Entonces, ¿cómo poder pensar el sustento de la formación teológica y de la capacitación pastoral? Quisiera proponer algunas sencillas intuiciones:

  • Favorecer en las instituciones académicas formales instancias de estudio del ecumenismo y del diálogo interreligioso.
  • Implementar en las instancias de educación informal (capillas, parroquias, movimientos, etc) espacios de encuentro entre las distintas confesiones religiosas que conforman el sector donde se encuentran las comunidades.
  • Trabajo de información y divulgación de los encuentros y trabajos realizados en torno al diálogo ecuménico. Esto es la importancia de visibilizar el trabajo ecuménico, asumiendo que se está realizando muchas unidades e instancias eclesiales, pastorales y teológicas.

Estos elementos, y como expone Jacques Dupuis a propósito del diálogo interreligioso, buscan generar una sana actitud de apertura y diálogo. En palabras de Dupuis: “se requiere una apertura positiva de cara a los otros y a su tradición religiosa que sepa superar los prejuicios; una apertura que predisponga al descubrimiento y reconocimiento del misterio presente y activo en ellos; modestia para caminar juntos hacia la verdad; simpatía, sin la cual es imposible una verdadera comprensión”[5].

Ecumenismo de vida en el dolor de la pandemia

Finalmente quisiera ofrecer una pista en torno a cómo pensar el ecumenismo de vida en medio del dolor de la pandemia. Y pongo el caso de la pandemia como un aspecto del tiempo presente, a la vez que busco pensar cómo el ecumenismo debe continuar haciéndose presente en el mundo y caminar con él en profunda sintonía del tiempo que le toca transitar. Pienso que el ecumenismo no solo debe representar el establecimiento de un manual de instrucciones inamovibles sobre cómo ejercitar el encuentro. Eso, pienso, privaría al ecumenismo del frescor de estar siempre atentos a los signos de la época que Jesús nos llama discernir (Mt 16,3). El papa Francisco en el mensaje dirigido el III Domingo de Cuaresma del año 2020 nos dice: “En esta situación de pandemia, en la que nos toca vivir más o menos aislados, estamos invitados a redescubrir y profundizar el valor de la comunión que une a todos los miembros de la Iglesia. Unidos a Cristo nunca estamos solos, sino que formamos un solo Cuerpo, del cual él es la Cabeza”[6]. En medio de la separación física y social, con la incertidumbre como compañera diaria, con el temor al contagio, con las búsquedas de aprender a vivir en este tiempo, pienso que el ecumenismo debe volver a recuperarse. Francisco habla de redescubrir y profundizar. Es interesante la gramática: no es que el ecumenismo se esté inventando, ya está presente. Pero es necesario redescubrirlo (¡y más todavía descubrirlo!) y profundizarlo. No vivimos el ecumenismo al margen del tiempo: el tiempo y el espacio de convivencia es el terreno donde practicamos el empeño ecuménico.

Los desafíos pueden ser muchos y muy variados. Agradezco, nuevamente al profesor Quevedo, la posibilidad de exponer estas ideas, estos deseos y sueños que, pienso humildemente, son los deseos de varios de nosotros y nosotras. El trabajo conjunto, las búsquedas atentas, las prácticas de la compasión, el reconocimiento de la diferencia de los demás, la profundización en la identidad particular, pueden ser los elementos para enfrentar el ecumenismo de este tiempo, ecumenismo que encuentra en UUS un signo de querer comenzar un camino juntos.

Muchas gracias.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

[1] Juan Pablo II afirma que UUS es ante todo una encíclica de índole pastoral, en cuanto que “quiere contribuir a sostener el esfuerzo de cuantos trabajan por la causa de la unidad” (UUS 3).

[2] Salvador Pie-Ninot, La teología fundamental (Salamanca, Secretariado Trinitario 2006), 627.

[3] Pie-Ninot, La teología fundamental, 627.

[4] Estoy pensando en la obra de Michel Schneider, Teología como biografía: una fundamentación dogmática (Bilbao, Desclée de Brouwer 2000). El autor, a propósito del camino (en cuanto imagen que he querido recuperar para esta presentación) indica: “comprender la teología como seguimiento significa mostrar que la biografía del creyente es la condición de posibilidad del conocimiento teológico. Ahora bien, la experiencia decisiva que hace el ser humano en su vida como creyente es la experiencia de estar en camino. Este último carácter, el de estar en camino, se sigue por ello del punto de partida biográfico de la teología, y pasa de este modo a caracterizar también a esta última” (Schneider, Teología como biografía, 18-19).

[5] Jacques Dupuis, Jesucristo al encuentro de las religiones (España, Ediciones Paulinas 1989), 323.

[6]https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2020-03/catolicos-ortodoxos-unidos-ante-covid-19-ecumenismo-dolor-muerte.html

ecumenismo-7

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