Asunción de María (15 agosto 2016): La mujer, idéntica dignidad en la Iglesia

Introducción:Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador” (Lc 1,39-56)
Visita de María a su prima Isabel
María “se pone en camino y va aprisa a la montaña”. María, símbolo de la nueva alianza que, llena de amor, se acerca en ayuda del necesitado. La alegría de Isabel y su hijo, que salta en el seno, es presentada como fruto de la presencia de Jesús en María. El Espíritu llena a Isabel, y le mueve a bendecir a su prima con bendiciones de mujeres famosas en la historia de Israel: Débora, profetisa en tiempos de los Jueces, que bendice a Yael (Jc 5,24), y Judit, liberadora de su pueblo, bendecida por Ozías (Jdt 13,18).

Primera bienaventuranza evangélica y cántico de María
Dichosa tú, que has creído”. “Lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. Y lo que el Señor le ha dicho es que Jesús, su hijo, será “hijo del Altísimo”. La fe en el amor del Creador produce dicha. “Lo que el Señor dice” se cumple. Su “Palabra” es su Hijo, la vida de su Hijo, “una gran alegría para todo el pueblo” (Lc 2, 10). Creer al Hijo es vivir de su Espíritu, de su amor a todos. La reacción de María resume la espiritualidad de las bienaventuranzas, desarrolladas y vividas por Jesús. Ellas proclaman y celebran la grandeza divina, que es amor “salvador”. Amor que mira la humillación, levanta a los humildes, colma de bienes a los hambrientos. A los poderosos y ricos los destrona de su pedestal, desenmascarando el vacío efectivo de humanidad que tienen. Sólo el amor fraterno humaniza, hace libres e iguales, reconoce la verdad.

La “asunción” es una imagen de la “absorción” de María por Dios
Decir que María es “asunta” es lo mismo que decir que “asumida” por Dios, recibida, entrada en la Vida con mayúsculas. Ser “asunta” a los cielos no evita la muerte. Pablo recuerda a los Corintios: que “todos seremos transformados..., nos revistiremos de inmortalidad..., se cumplirá la Escritura: `la muerte quedó absorbida en la victoria´...” (1Cor 15, 51-54). La tumba de la Madre de Jesús está acreditada en Jerusalén, junto al torrente Cedrón. Su sepultura en Éfeso no tiene base histórica. En Jerusalén veneraron su memoria los judeo-cristianos, a cuya iglesia perteneció con su hijo Santiago. Para ellos era la madre “mesiánica”, la madre del Mesías. Los cristianos procedentes del paganismo no conocieron a María como mujer concreta, y concibieron una “madre virgen” en abstracto. Olvidaron a la Madre concreta de Jesús. Los primeros peregrinos que fueron a Jerusalén no visitan la tumba de María, porque estaba en manos de judeo-cristianos… Más tarde, cuando los judeo-cristianos desaparecen, se empieza a recordar el lugar de la “Dormición” de María, su muerte para la Vida, su unión con Jesús en la vida y en la muerte (Ariel Álvarez: María de Nazaret. Visión bíblica Actual, Nueva Utopía, Madrid 2012).

La glorificación de María pide también la igual dignidad de la mujer en la Iglesia
María es modelo de la Iglesia y de la humanidad también en su final glorificado. El Papa Pío XII, al proclamar esta enseñanza en 1950, escribía: “Lo esencial del mensaje es reavivar la esperanza en la propia resurrección”. Para Jesús varones y mujeres son hijos y hermanos, coherederos con él: “Por la adhesión al Mesías Jesús sois todos hijos de Dios; porque todos, al bautizaros vinculándoos al Mesías, os revestisteis del Mesías. Ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón o hembra, pues vosotros hacéis todos uno mediante el Mesías Jesús” (Gál 3,26-28). Al aceptar unos modelos patriarcales greco-romanos-medievales, ajenos al evangelio, la Iglesia ha postergado a la mujer en su organización. Eso es lo que vienen denunciando muchos creyentes:
“A las mujeres que vivieron con Jesús, primero; a las que ocuparon cargos de responsabilidad en la comunidad primitiva y, después, a todas las que han descubierto en su vida el amor de Dios y han creído en él, su experiencia les hace ser conscientes de la divergencia entre sus vivencias, su reflexión, su fe, su relación con el Jesús liberador y con el Dios de Jesús y lo que, en nombre de Dios, les han dicho los varones. Esto les ha llevado a decir `esto no puede ser de Dios, esto es cuestión de los varones, este estado de cosas no puede ser voluntad del Dios de Jesús, sino una construcción social, una ideología de género (masculino)´” (Marta Zubía Guinea. Asociación de Teólogas. Universidad Deusto. Bilbao. IGLESIA VIVA. Nº 239, julio-septiembre 2009, p. 50-52).


Oración:Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador” (Lc 1,39-56)

Jesús glorificado y glorificador:
Celebramos hoy la incorporación de María a tu gloria.
La “dichosa, que ha creído” llega hoy a la meta esperada.
“Hoy ha sido llevada al cielo la Virgen, Madre de Dios;
ella es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada;
ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, peregrino en la tierra” (Prefacio de hoy).

Hoy nos alegramos con ella y hacemos nuestro su cántico:
proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava...
”.

Es una mujer que ha creído en el amor de Dios:
se cree obra de sus manos y se lo agradece en su corazón;
se ha ofrecido, en cuerpo y alma, a hacer la voluntad divina:
hágase en mí según tu palabra”.

En el amor de Dios ella descubrió las bienaventuranzas:
ella te educó a ti, Jesús, al orar contigo, en el mismo amor;
ella te intimó el amor a todos, especialmente a los más necesitados;
ella te ayudó a ser desprendido, a compartir, a condolerte...;
ella te fortaleció para encararte con los hipócritas;
ella te invitó a proclamar y agradecer el amor gratuito de Dios:
- que mira la humillación de los desposeídos y esclavizados,
- que dignifica a toda persona como hija y hermana,
- que “colma de bienes a los hambrientos”,
- que “dispersa a los soberbios de corazón”,
- que “derriba a los poderosos y vacía a los ricos” por su inhumanidad.

Hoy celebramos la coronación de tu madre, “la asunción al cielo”:
una vida como la tuya, vida humana, imagen y semejanza de Dios;
“figura erguida” hacia el cielo en cuerpo y alma;
ser “creado creador” para cuidar y desarrollar el mundo entero;
“varón y hembra, un solo ser humano” en amorosa comunión;
“libertad” que deja en nuestras manos “hacernos semejanza de Dios”
(Cf. González Faus: “Proyecto de hermano”. Sal Terrae. Santander 1987, pp. 81-119).


Gracias, Jesús resucitado, por María, madre tuya y de todos:
“estrella de la mañana, puerta del cielo, causa de nuestra alegría”;
su vida entregada a los demás la realizó hasta la gloria definitiva;
así ha llegado a ser “madre de la Iglesia”.

En el cielo restauras la comunión que tanto nos cuesta en esta vida:
Por la adhesión al Mesías Jesús sois todos hijos de Dios;
porque todos, al bautizaros vinculándoos al Mesías, os revestisteis del Mesías.
Ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón o hembra,
pues vosotros hacéis todos uno mediante el Mesías Jesús
” (Gál 3,26-28).

Ilumina, Jesús hermano, a quienes presiden tu Iglesia:
para adelantar tu reino en la comunión de todos sus miembros;
para reconocer plenos derechos a varones y mujeres;
para tratar a la mujer como persona, capaz de dialogar y compartir la misión;
para terminar con
“contradicciones tan graves como que, aunque por el bautismo todos...
pasamos a ser incondicionalmente miembros de la Iglesia,
sin embargo, las mujeres, por el hecho de serlo, no tienen acceso a todos los estamentos,
no pueden acceder al sacerdocio, y no por falta de dones del Espíritu (necesarios
para cualquier ministerio eclesial) o por falta de capacidad (de hecho vienen haciéndolo
en diversas comunidades), sino por su sexo o por sus cualidades “femeninas”.
Así, siendo las mujeres la base social de la Iglesia, la presidencia de las asambleas,
el poder y la toma de decisiones están en manos de varones”
(Marta Zubía Guinea. Asociación de Teólogas. Universidad de Deusto. Bilbao. IGLESIA VIVA. Nº 239, julio-septiembre 2009, p. 52).


Ayúdanos, Jesús resucitado, a ser imágenes visibles y palpables en tu amor.
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