Existen dos “líneas rojas” que Francisco no va a traspasar: el celibato optativo… y los ministerios, diaconado y presidencia de la Eucaristía, para las mujeres COMENTARIO PARA CONSUELO VÉLEZ, Bloguera.

Francisco trasluce un perceptible miedo… a ciertos “hermanos en Cristo” cainitas

Abro mi comentario con un cordial saludo y, de principio, me declaro asiduo seguidor de tus reflexiones. Hace alrededor de un mes (15- 04- 24) nos regalaste un artículo (“¿Qué es lo que falta para una iglesia sin discriminación en razón del sexo?”) sobre el que deseo desarrollar mi reflexión de hoy. En él haces una afirmación, acertada para mí: “A las mujeres les falta más conciencia de su dignidad personal y bautismal. Y, me parece que aquí, también hay mucho por trabajar”. Y en tu explicación lanzas una serie de interrogantes (¿denuncias?), cada una con más razón que la otra. Un parrafazo digno de que sea leído y releído, setenta veces siete, no sólo por quienes somos habituales a este foro, sino por la jerarquía y por las mujeres que prefieren bucear en otras redes.

Anteriormente a tu comentario, en este mismo blog (15- 03 -24), desarrollé un artículo en idéntica línea de tu aludida reflexión, basándome también en la carta a los Gálatas: “no hay judío, ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer porque todos somos uno en Cristo Jesús”. También yo lamentaba entonces: “Las mujeres, durante siglos, han sido, y aún siguen siendo, las grandes derrotadas de la religión”. Coincidimos en que existe un gran número que no se plantea la propia formación. A los incisivos alegatos que lanzas con los interrogantes “¿qué pasa con…?”, lamentablemente, solo encontrarás argumentos manidos, triviales, genéricos, o mejor matizado, de “género masculino”.

Entre las mujeres (hoy hablamos solo de ellas) yo percibo varias tipificaciones. Una primera categoría encierra a quienes se mantienen en la “fe del carbonero” con sus rutinarias prácticas de piedad, eso sí, ineludibles, y el cumplimiento de los eventos religiosos con una sencilla piedad popular. En el segundo grado estarían quienes, además, se conforman, aunque sí disfrutan, con una labor de “asistencia” a las necesidades parroquiales, incluso participando en los ritos litúrgicos. Subiendo de rango, encontramos un grupo que se siente capaz de “formar” a los niños en la catequesis, pero se consideran incapaces de “formarse” teológicamente por un falso concepto de su autoestima; y mucho menos se plantean el presidir la celebración eucarística. Y llegamos a esa minoría inquieta que se preocupa de plantearse el verdadero sentido de su fe, y que intenta (intentáis) con la presencia testimonial, con el espíritu de lucha a través de la palabra y la acreditada comunicación, animar a vivir el Evangelio y llegar a hacer realidad que por el bautismo hombres y mujeres tenemos la misma dignidad fundamental de nuestra entidad cristiana.

“Si más mujeres fueran conscientes de su propia dignidad bautismal, sería más fácil erradicar el clericalismo”, afirmas como síntesis de tu pensamiento. Pues, ¿qué quieres que te diga? Considero tu afirmación como un anhelo que, lógicamente yo también comparto, pero que, por sí solo, no solucionaría la erradicación del clericalismo. Yo pienso que existirá clericalismo mientras exista el “clero”, es decir, mientras haya un grupo de bautizados que se considere “elegido por Dios para ser su “herencia”, o sea, “porción sagrada”. Habrá clericalismo mientras la ordenación “in sacris” divida a los bautizados en dos categorías provocando su deplorable discriminación, que contradice a la igualdad bautismal.

No cabe duda de que Francisco ha revolucionado en cierto modo este problema. Tú misma lo reconoces en tu escrito. Es cierto que está apostando por más mujeres en puestos de cierta relevancia en la curia y en otras instancias. Pero no pases de ahí. Existen dos “líneas rojas” que Francisco no va a traspasar: el celibato optativo, lo que supondría también la “ordenación” de hombres casados, y los ministerios, diaconado y presidencia de la Eucaristía, para las mujeres. En otro artículo tuyo posterior al que estoy comentando (07.03.24) noto que te sientes defraudada por el sesgo que va tomando el Sínodo: “En el documento final del sínodo ya no se considera el tema de los ministerios ordenados y, sobre el diaconado, dicen que se va a tratar, pero sería un “milagro”.

Francisco ya planteó, frente a las presiones de algunos sectores por conquistar el diaconado femenino, que la mayor presencia de la mujer no se resolvería "por el camino ministerial". En este sentido, yo soy de la opinión de que resultaría nefasta la utilización de la mujer para revalidar y fortalecer esa estructura de absoluto poder religioso en que se ha constituido la Iglesia. Se convertiría en un incongruente “feminiclericalismo” que vendría a reforzar el privilegio estructural, la autocracia clerical.

El Sínodo ciertamente ha marcado en la Iglesia una etapa nueva, ha esbozado una configuración eclesial novedosa que manda al traste estructuras y prácticas ancestrales que hoy, en el siglo XXI, no tienen razón de ser, y ha planteado nuevas propuestas. Una de ellas es el diaconado permanente para la mujer y la ordenación sacerdotal a hombres casados. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato? Francisco ya lo ´zanjó en el Sínodo de Amazonia. Está claro que trasluce un perceptible miedo. No miedo a Dios, Padre amoroso, sino a ciertos “hermanos en Cristo” cainitas. Pienso que se ha mostrado un tanto pusilánime al no querer, por tranquilidad de conciencia, enfrentarse a un problema enquistado en la Iglesia desde hace muchos años. Como sus predecesores, se ha mostrado extremadamente refractario. Con su inflexible actitud, ha defraudado a no pocos seguidores, incluidos obispos y cardenales, y ha frustrado muchas expectativas reales.

Concluyo contigo: "No es fácil el camino sinodal. Demasiados miedos, demasiados retrocesos, demasiados argumentos para no desinstalarse, demasiadas reuniones para no avanzar casi nada".

Un saludo fraternal.

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