Esta “escritura” se cumple hoy entre nosotros: escuchamos a quienes nos anuncian tu evangelio: “actúan como enviados tuyos, Cristo; es como si Dios mismo nos exhortara por medio de ellos Convertirse es “avenirse, amistarse, con el Dios de Jesús” (Miércoles de ceniza 05.03.2025)
Hoy, miércoles de ceniza, nos hemos convocado a releer tu evangelio, a mirar nuestra fragilidad, a reanimar nuestro bautismo
| Rufo González
Comentario: “os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios”(2 Cor 5,20-6,2)
La ceniza que nos ponen en la frente es un signo de nuestra caducidad. Con este gesto abrimos la Cuaresma, tiempo que prepara la celebración de la muerte y resurrección de Jesús. “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15) es la invitación a crecer en el seguimiento de Jesús. La segunda lectura responde a esta invitación: “ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”.
2Corintios 2,14-7,4 se considera como “carta de auto-recomendación” de Pablo. Debieron llegar a Corinto otros misioneros “predicando un Jesús diferente del que os he predicado, u os proponen recibir un espíritu diferente del que recibisteis, o aceptar un Evangelio diferente del que aceptasteis, lo toleráis tan tranquilos… Esos son falsos apóstoles, obreros tramposos, disfrazados de apóstoles de Cristo; y no hay por qué extrañarse, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Siendo esto así, no es mucho que también sus ministros se disfracen de ministros de la justicia. Pero su final corresponderá a sus obras” (2Cor 11,4.13-15). Pablo se defiende:
- “No me creo en nada inferior a esos superapóstoles. En efecto, aunque en el hablar soy inculto, no lo soy en el saber; que en todo y en presencia de todos os lo hemos demostrado” (2Cor 11,5-6).
- “Por lo menos no somos como tantos otros que negocian con la palabra de Dios, sino que hablamos con sinceridad en Cristo, de parte de Dios y delante de Dios” (2,17).
- “Nuestra capacidad nos viene de Dios,el cual nos capacitó para ser ministros de alianza nueva: no de la letra, sino del Espíritu; pues la letra mata, mientras que el Espíritu da vida” (3,5-6).
- “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús” (4,5).
Aquí arranca la lectura de hoy:
Reconciliaos con el Dios de Jesús: “Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios (καταλλάγητε τῷ θεῷ: de katallásso: cambiar, hacerse otro “para el Dios” de Jesús)” (v. 20). Pablo siente el Espíritu que le impulsa a pedir el “convertíos y creed el Evangelio” (Mc 1,15). Convertirse es “avenirse, amistarse, con el Dios de Jesús”. “A Dios nadie lo ha visto: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18).
Jesús nos manifestó al Padre: “Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él” (v. 21). Pablo interpreta la reconciliación con Dios en Cristo. Recurre a la imagen de los sacrificios expiatorios judíos (Lv 4). La vida de Jesús, su muerte y resurrección, son como un “sacrificio de expiación” por nuestros pecados. Hoy, la teología lo explica mejor como “revelación del amor del Padre” en la vida de Jesús. El Dios de Jesús no es “enemigo”, “castigador”, “vigilante”, “vengativo”, “anotador de las ofensas” (“el amor no lleva cuentas del mal” -1Cor 13, 5-), etc. En Jesús, Dios aparece como Padre que ama gratis, de antemano, incondicionalmente. En Jesús se ha acercado Dios a nosotros, “se ha hecho semejante a los seres humanos” (Flp 2,7). Sin pecar (pecado es deshumanización), Jesús vivió las secuelas del pecado y de la limitación humana. Así puede decirse que “Dios, al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro”. Algo parecido dice en Gálatas (3,13): “Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose por nosotros maldición”. Jesús nos ha traído “la justicia de Dios en él”. Es decir, nos ha revelado su Amor universal e incondicional (Mt 4,43-48; Lc 6,27-36; 23,34).
Aviso importante: “como cooperadores (Συνεργοῦντες: cooperando) suyos, os exhortamos a no echar (μὴδέξασθαι: no recibir,) en saco roto (εἰς κενὸν: hacia vacío) la gracia de Dios. Pues dice: «En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé» (Is 49,8: “Así dice el Señor: «En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado»”). Pues mirad: ahora es el tiempo favorable (νῦν καιρὸς εὐπρόσδεκτος: ahora ocasión que hay que aceptar), ahora es el día de la salvación (νῦν ἡμέρα σωτηρίας: ahora día de salvación)” (6,1-2). La vida histórica personal es “tiempo de gracia”: nos dan la vida, las personas, las circunstancias… en las que tenemos que realizarnos en libertad.
ORACIÓN: “os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios”(2 Cor 5,20-6,2)
Jesús, reflejo del Amor de Dios:
hoy, miércoles de ceniza, nos hemos convocado
a releer tu evangelio;
a mirar nuestra fragilidad: física, moral, espiritual, fraternal...;
a reanimar nuestro bautismo del Espíritu.
Necesitamos, Jesús de todos, mirar como tú:
a las personas que conviven con nosotros;
a sus “gozos y esperanzas, tristezas y angustias,
sobre todo, de los pobres y de cuantos sufren” GS 1);
mirada que no sólo “dice `Señor, Señor´,
sino que hace la voluntad del Padre” (Mt 7,21):
curando, alimentando, hermanando…
Hoy escuchamos a tu apóstol Pablo:
“Todo procede de Dios, que
nos reconcilió consigo por medio de Cristo y
nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Porque Dios mismo estaba en Cristo
reconciliando al mundo consigo,
sin pedirles cuenta de sus pecados,
y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación” (2Cor 5,18-19).
Esta “escritura” se cumple hoy entre nosotros:
escuchamos a quienes nos anuncian tu evangelio:
“actúan como enviados tuyos, Cristo;
es como si Dios mismo nos exhortara por medio de ellos.
En tu nombre, Cristo, nos piden que nos reconciliemos con tu Dios.
A ti, que no conocías pecado, Dios te hizo pecado en favor nuestro,
para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en ti.
Como cooperadores tuyos, nos exhortan
a no echar en saco roto la gracia de Dios.
Pues dice: «En el tiempo favorable te escuché,
en el día de la salvación te ayudé».
Pues mirad: ahora es el tiempo favorable,
ahora es el día de la salvación” (2Cor 5,20-6,2).
Queremos, Jesús de todos, “dejarnos reconciliar con tu Dios”:
“a quien nadie ha visto jamás;
Tú, Dios unigénito, que estás en el seno del Padre,
es quien nos lo ha dado a conocer” (Jn 1,18).
Queremos, Jesús, escuchar a tu Dios:
“amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios,
y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene:
en que Dios envió al mundo a su Unigénito,
para que vivamos por medio de él.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo
como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Si Dios nos amó de esta manera,
también nosotros debemos amarnos unos a otros.
A Dios nadie lo ha visto nunca.
Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros
y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros:
en que nos ha dado de su Espíritu…
No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor,
porque el temor tiene que ver con el castigo;
quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.
Nosotros amemos a Dios, porque él nos amó primero.
Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso;
pues quien no ama a su hermano, a quien ve,
no puede amar a Dios, a quien no ve.
Y hemos recibido de él este mandamiento:
quien ama a Dios, ame también a su hermano” (1Jn 4,7-13.18-21).
Nuestra libertad quiere decir sí al amor del Padre:
que su Espíritu guíe e ilumine nuestro espíritu;
que su Espíritu nos sostenga en esta “revisión cuaresmal de vida”;
que su Espíritu nos lleve a celebrar la resurrección,
“justicia de Dios”, amor pleno.
rufo.go@hotmail.com