Domingo 5º C TO 2ª Lect. (10.02.2019): El evangelio incluye la resurrección de Jesús

Comentario:el evangelio os está salvando” (1Cor 15,1-11)
Pablo sabe que en Corinto algunos cristianos niegan la resurrección de los muertos (1Cor 15,12). Ello le sirve de pretexto para completar la Buena Noticia de Jesús: el Hijo de Dios no sólo se hizo carne, vivió la verdad de la vida, padeció y murió crucificado. También resucitó y vive. Aquí radica nuestra esperanza: resucitaremos como él. A explicarlo dedicará el capítulo quince de 1ª.Corintios.

La resurrección de Jesús es un hecho, base de nuestra fe
Les recuerda “el evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, y que os está salvando...”. Son pasos necesarios de vida cristiana: anuncio, aceptación, persistencia y realización personal viviendo el amor (salvación). Si alguno de los pasos es falso, “creísteis en vano” (vv. 1-2).
El anuncio del evangelio incluye la resurrección de Jesús: “Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros”.
Es la confesión de fe cristiana: Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado, resucitó, fue visto vivo. Es la fe en unos hechos, aceptada por quienes van creyendo, y avalada por la realización que van encontrando al vivir como Jesús. Así fundamenta Pablo la esperanza cristiana.

La comunidad, testigo y transmisor
Toda la comunidad en dinamismo y funciones diversas: Cefas, los Doce, los hermanos, Santiago, los apóstoles. Y, en última instancia, respecto de los Corintios, el mismo Pablo. Ha sido la “gracia de Dios” quien le llamó, le hizo ver al Resucitado y le ha mantenido en el quehacer apostólico. El Resucitado se ha hecho presente en la vida de los apóstoles, se ha hecho objeto de su predicación y de su fe. No han visto la resurrección como hecho histórico, experiencia sensible, observable por todo ser humano, pero sí han “visto” a Jesús como persona viva, como hecho real, digno de fe.

Oración:el evangelios os está salvando” (1 Cor 15,1-11)

Jesús muerto, sepultado, resucitado, aparecido:
escuchamos hoy el núcleo de nuestra fe en ti;
tu vida histórica, que terminó como la nuestra, muerta y sepultada;
el Espíritu, que movió tu vida, te “espiritualizó” plenamente al final;
de diversos modos has acreditado que vives para siempre;
tu Espíritu te hace presente hasta el final de los tiempos,
alentando tus mismas obras, las obras del Padre.

A nosotros llegó el anuncio de tu vida entregada y resucitada:
el catequista, el sacerdote, el profesor, aquel libro....;
el diálogo sincero, el acontecimiento significativo...;
la eucaristía que nos llegó al alma...
Por ellos nos llegó y aceptamos tu misterio, tu vida real;
tu palabra, tus gestos, tus encuentros con diversa gente...

Tu evangelio, Jesús de todos, nos está realizando:
rechazamos la avidez de dinero y honores;
no queremos dominar, sino servir humildemente;
amamos la vida, queremos disfrutarla en tu amor;
buscamos tu Reino, tu modo de vida para todos;
eliminamos el sufrimiento y sus causas;
defendemos la dignidad humana, habitada por tu Espíritu;
ayudamos a quien lo necesita, sea quien sea;
perdonamos a quien nos ofende y nos odia (Lc 6, 27ss);
así somos “hijos del Padre, bueno con malvados y desagradecidos” (Lc 6,35).

En este camino, Jesús hermano, deseamos permanecer:
la experiencia nos dice que así somos dichosos;
en este camino te encontramos a ti, Jesús resucitado;
sentimos tu alegría al pensar y actuar como tú;
notamos el calor de tu presencia al celebrar la eucaristía;
tu perdón y comprensión nos animan a perseverar;
así no se agota la fe y la esperanza de vida plena;
la renuncia supone elegir algo mejor;
el padecer nos identifica con tu amor sacrificado;
la muerte es entrar en la plenitud del Amor.

Jesús muerto, sepultado, resucitado, aparecido:
nosotros somos testigos y transmisores de tu vida;
la Iglesia toda, no sólo los dirigentes de diverso grado,
“equipada con tus dones de Fundador, y guardando fielmente
tus preceptos de amor, humildad y abnegación,
hemos recibido la misión de anunciar e instaurar
el Reino tuyo y de Dios, entre todas las gentes,
y constituimos en la tierra el germen y el inicio de este Reino” (LG 5).

Ayúdanos, Jesús de todos, a ser testigos de tu vida:
es verdad que no somos tu Reino en plenitud;
pero tu Espíritu está en nosotros y nos realiza, nos “salva”;
es el don más precioso, que te hace presente en los sacramentos,
en tu palabra, en los hermanos, en los más pobres...;
es el don que “no podemos sofocar”, sino avivar y promover todos,
sobre todo los pastores y teólogos, que prueban y retienen lo bueno
(GS 44; 1Tes 5,12.19-21).

Que tu Espíritu, “principio de vida o alma” de la Iglesia:
nos modele según tu Corazón;
nos devuelva a las fuentes de tu Evangelio;
nos impida quebrar la caña cascada y apagar la mecha humeante del Espíritu,
“arrancando la cizaña”, contra tu expresa prohibición (Mt 12,20; 13,29).

Rufo González
Leganés, febrero 2019
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