Domingo 24º TO A 2ª Lect.(17.09.2017): Actitud cristiana ante el pluralismo eclesial

Introducción: “ninguno de nosotros vive para sí mismo” (Rm 14,7-9)
Buscando el equilibrio de la libertad en el amor
Al final del capítulo trece, Pablo pide a los romanos que “se vistan del Señor Jesucristo” (Rm 13, 14). Es decir, que tengan su misma entraña, su mismo Espíritu. Lo necesitarán para la convivencia positiva entre “fuertes “ y “débiles”, que constituye el marco de la lectura de hoy. En la iglesia de Roma había cierto enfrentamiento entre estos grupos. Los “débiles”, inseguros, observaban normas sobre alimentos y días del calendario judío; los fuertes no. “Fuerte en la fe” viene a ser el cristiano libre, que conduce su vida desde el Espíritu de amor de Jesús. “Débil en la fe” sería el cristiano que no tiene seguridad en sí mismo, no puede con su libertad, se ampara en lo que le dicen, sobre todo los que presiden la comunidad. Por ello se siente obligado a normas legales, ascéticas, rituales, etc., impuestas por la institución religiosa. Cada actitud tiene su patología. Los “fuertes” pueden pecar de orgullo, tienden a despreciar a los “débiles”, tildándole de esclavos, fundamentalistas, fanáticos, carcas, atrasados... Los “débiles”, por su parte, creen a los “fuertes” irreligiosos, laxos, heterodoxos, desafectos a la institución... Este problema sigue en la Iglesia. No hemos encontrado el equilibrio de la libertad en el amor, que propone Pablo.

El amor, criterio supremo para superar este problema
En los versículos precedentes, ha invitado a
- “acoger buenamente al débil sin meteros a dar fallos sobre modos de pensar” (14,1);
- “no despreciar al que no come de todo” (14, 3a);
- “no juzgar al que come de todo, pues Dios le acogió” (14, 3b);
hay quien da preferencia a un día sobre otro; hay quien da la misma preferencia a todo día; cada cual tenga conciencia segura en su propio sentir. El que siente propensión a tal día, para el Señor la siente; y el que come (de todo), para el Señor come, pues da gracias a Dios; y el que deja de comer, para el Señor deja de comer, y da gracias a Dios” (14, 5-6). Les recuerda, por tanto, el hecho primordial de que débiles y fuertes, todos cristianos, “dan gracias al Señor”. Hacen caso al Espíritu de Jesús que conduce a la acción de gracias: “por Jesús hemos accedido a la situación de gracia en que nos encontramos” (Rm 5,2). Todos se sienten agraciados por el Amor de Dios, manifestado en Jesús, y a todos les lleva a “dar gracias” por hacerles hijos y darles hermanos.

Más allá de cultos, de cánones y dogmas, de pensamiento único y pluralismo
El Espíritu, derramando el Amor divino, nos ayuda a vivir para amar, como Dios ama: “hace llover y salir el sol para justos e injustos” (Mt 5, 45). Desde aquí se entiende el texto de hoy (Rm 14, 7-9):
- “ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor. En la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo, para ser Señor de vivos y muertos”.
“Vivir-morir” expresa la existencia entera, “vivos y muertos”, todos. Adherirse a Cristo resucitado afecta a todos y a toda la existencia. Él quiere que vivamos de su mismo Espíritu-amor. Así se hace “Señor” de nuestras vidas, amándonos y compartiendo su amor con todos. Más allá del culto, de cánones y dogmas, de pensamiento único y pluralismo... está el “vivir para el Señor”, dando vida como él: salud, alimento, compañía, conocimiento, libertad... Así su vida en amor se hace “origen, guía y meta del universo” (Rm 11, 36).

Oración:ninguno de nosotros vive para sí mismo” (Rm 14,7-9)

Jesús, modelo, orientación y norma de nuestra vida:
revivimos, con el texto de hoy, viejos y actuales problemas eclesiales;
los que Pablo enfrenta con el principio universal cristiano:
- “Dios acoge al que come (de todo) y al que no come (carne)”;
cada cual tenga conciencia segura en su propio sentir”;
lo decisivo es que todos, débiles y fuertes, “den gracias a Dios” (Rm 14,2-3.5b-6);
por Jesús hemos accedido a la situación de gracia en que nos encontramos” (Rm 5,2);
sentirse agraciado por el Amor de Dios, manifestado en Jesús,
nos lleva a todos a “dar gracias” por “llamarnos hijos de Dios y serlo” (1Jn 3, 1).

Contigo, Primogénito del Padre, todos los cristianos:
nos sentimos hijos del Dios que nos da hermanos;
esta es nuestra experiencia radical: creer en el amor del Padre;
era tu experiencia, Jesús, al hablar de Dios y con Dios como Padre;
tu Padre no era autoritario, impositivo ni violento;
tu Padre era amor cercano, comprensivo, tolerante, entrañable;
tu Padre ama todos gratuita e incondicionalmente, en toda situación;
tu Padre “todobueno” da amor y amparo siempre;
en su acogida incondicional vislumbramos quién y cómo es tu Dios (Lc 15, 11-32);
desde esta experiencia de bondad descubrimos “la gracia en que estamos” (Rm 5, 2);
desde aquí Pablo “está convencido de que nada podrá privarnos de ese amor de Dios,
presente en ti, su Mesías Jesús, Señor nuestro
" (Rm 8,38-39).

Sintiendo este amor divino, escuchamos hoy:
- “ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo.
Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor.
En la vida y en la muerte somos del Señor.
Para esto murió y resucitó Cristo, para ser Señor de vivos y muertos
” (Rm 14, 7-9).

Tu vida y tu muerte, Jesús, han sido testimonio de amor:
a la vida humana: curando, alimentando, dando dignidad, hermanando...;
a nuestra naturaleza mortal, apurada hasta el final;
a las personas que te acompañaron y a quienes te martirizaron;
a quienes anteponían su religión y seguridad a la vida de las personas.

A todos les ofreciste el amor sin medida del Padre:
a todos ofreciste el camino de salvación verdadera;
a todos hoy, Resucitado, nos brindas tu Espíritu de amor;
a todos nos das la fe que actúa por el amor y la libertad (Gál 5, 6.13);
a todos nos inspira el mismo camino: amar como el Padre ama;
a todos nos haces reinar contigo, ser “señores del amor” como tú.

Así, amándonos gratuitamente eres “Señor de vivos y muertos”:
regalándonos tu amor e invitando a vivir en él;
más allá de prácticas y cultos, cánones y dogmas, pensamiento único y pluralismo...;
“vivir para el Señor” es dar vida, como él la daba;
empezando por dar salud, alimento, conocimiento, libertad...;
ofreciendo el Amor, Jesús, te haces “origen, guía y meta del universo” (Rm 11,36).

Desde este amor tuyo, Jesús libre, buscamos la comunión:
en la lógica evangélica que nos exige amor gratis a todos;
guiados por la libertad para buscar la verdad;
respetando la conciencia personal sincera, libre, humanamente positiva;
protegiendo los derechos fundamentales de todos.

¿Cuál sería, Jesús de todos, tu actitud hoy ante las diversas tendencias eclesiales?
¿Qué nos dice hoy tu Espíritu a “conservadores, moderados, avanzados...”?
¿Hay que apoyar sólo a los movimientos tradicionales, más amigos de la ley...?
¿Reprimirías a quienes exigen cambios legales acordes con tu evangelio?
¿Asistirías a reuniones de las comunidades populares y teólogos de talante crítico?
¿Entra en tu Espíritu la marginación de los disidentes con la jerarquía,
el silenciamiento de los profetas libres, guiados por tu amor,
la no elección libre y comunitaria de los responsables,
la necesidad del celibato para presidir tus comunidades,
la excomunión por no atenerse a leyes canónicas...?

¿Cuál sería, Jesús del Padre, tu opinión ante estos razonamientos?:
“¿Por qué destituir obligatoriamente a quienes no cumplen la ley del celibato y no destituir a quienes se aferran a las riquezas, a la ambición, a los honores?
¿Cuántos dirigentes de la Iglesia suplen peligrosamente su voto de castidad por el voto del poder? ¿Qué es más peligroso el cariño de unos hijos y una mujer o el afán de autoritarismo y dominio que manifiestan muchos ministros célibes?
¿Por qué tanta indulgencia para unos y tanto rigor para otros?”.

Ilumina y protege, Señor nuestro, a los responsables de la Iglesia:
que vivan la libertad de tu amor;
que amen a todos como son amados ellos por el Padre;
que vivan, no para la ley, sino para “el ser humano”:
que no impongan más cargas que tu Amor (He 15, 28).

Rufo González
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