Desde el inicio, gente de Iglesia quiso estrechar espacios con privilegios y leyes que separan y exilian a quien no los comparte “Ensanchar la Iglesia” exige eliminar algunas leyes no evangélicas

Ensancha el espacio de tu tienda” (6)

Tras la “introducción” (nn. 1-14), y “la experiencia del proceso sinodal” (nn. 15-24), el Documento de la Etapa Continental (DEC) propone “la escucha de las Escrituras” (nn. 25-28).Comenta dos citas bíblicas aplicándolas a la experiencia sinodal: Isaías 54,2 y Filipenses 2,5-7. Pretende iluminar la revisión de vida que implica el procesos sinodal.

La cita del Antiguo Testamento procede del Segundo Isaías (cap. 40-55). Escrito del s. VI a.C., conjunto de de poemas para iluminar el segundo éxodo (el primero: el de Egipto), intuido y cantado antes de ser vivido. Su autor, muy religioso, es poeta y teólogo brillante. Canta la situación del pueblo que añora su patria y quiere volver a Jerusalén. El éxodo es problemático. Hay que empezar de nuevo. Hay que motivar desde abajo para construir un pueblo según Dios quiere y que evite, en lo posible, sucesivas deportaciones.

Incita a mirar la voluntad divina, descifrable en las obras del Señor. La primera obra es el hecho del retorno iniciado, animado y sostenido por Dios. Hay que rehacer Jerusalén para que integre a los que van llegando, amplíe las posibilidades de acogida, acople al pueblo entre las naciones colindantes, y, sobre todo, aumente la confianza en el Señor que está con ellos siempre. El Señor no tiene comparación con los dioses babilónicos, que carecen de vida, son construcciones humanas, los llevan a cuesta, caen y se rompen...

El Señor actúa en la historia universal. También los no creyentes son influidos por la acción divina (Ciro: Is 45,1-7). Los creyentes interpretan desde la realidad la voluntad de Dios, que actúa en el interior personal. Llama a formar un pueblo colaborando con todos, a fortalecer a decaídos y rotos, a consolar y alimentar a los débiles. Ayuda a vencer las resistencias: la soberbia y crueldad de Babilonia, el atractivo de los dioses victoriosos en apariencia, y la propia falta de esperanza que impide colaborar con la libertad.

La cita concreta del DEC, Isaías 54,2, es un canto de invitación a la alegría y a la acción, dirigido a Jerusalén sin nombrarla. Es como una mujer que la experiencia del exilio la ha llevado a creerse soltera, estéril, abandonada y viuda en momentos sucesivos. El profeta intenta alegrarla, consolarla y animarla. La razón honda para alegrarse, vencer el miedo y la vergüenza de su soltería, viudez o infecundidad... es creer que “quien te desposa es tu Hacedor: su nombre es Señor todopoderoso. Tu libertador es el Santo de Israel: se llama «Dios de toda la tierra». Como a mujer abandonada y abatida te llama el Señor; como a esposa de juventud, repudiada, dice tu Dios: `Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré. En un arrebato de ira, por un instante te escondí mi rostro,pero con amor eterno te quiero´, dice el Señor, tu libertador” (Is 54,5-8). Dios sigue enamorado de su criatura y desea ardientemente recuperarla y llevarla a la casa de su Amor.

La Iglesia está hoy en situación similar. Se van vaciando las iglesias. La gente joven brilla por su ausencia. No hay vocaciones para sus ministerios como están configurados. Miles de presbíteros (más de un 25%) y varios obispos han sido apartados del ministerio por no respetar la ley celibataria. Mucha gente se siente excluida, marginada, exiliada, no escuchada... por ideas o conductas no condenadas por el evangelio. La revista “Tiempo de Hablar. Tiempo de Actuar”, en su último número, analiza la “Iglesia vaciada” (Nº 170. 3º Trimestre 2022). En ella leemos: “La gente sigue casándose, rezando, celebrando nacimientos y despidiendo a sus seres queridos, aunque ahora lo hace en otros lugares lejos de la Iglesia... El vaciamiento de las iglesias no es sólo un fenómeno coyuntural, fruto de un contexto de secularización, sino el resultado final de un descuido continuado...  La expresión “vaciada” en lugar de vacía (más allá de la hipérbole) pretende invitar a una reflexión: ¿se trata de un fenómeno que ha sucedido porque sí, sin más, o debemos cuestionarnos si hay factores o causas que provocan esta situación de templos y comunidades vaciadas?” (www.moceop.net).

La Iglesia, reconoce el DEC, “es un pueblo que vive la experiencia del exilio a quien el profeta dirige palabras que nos ayudan a centrarnos en lo que el Señor nos llama a través de la experiencia de una sinodalidad vivida: «Ensancha el espacio de tu tienda, extiende los toldos de tu morada, no los restrinjas, alarga tus cuerdas, refuerza tus estacas» (Is 54, 2)” (DEC 25). Desde el inicio, gente de Iglesia quiso estrechar espacios con privilegios y leyes que separan y exilian a quien no lo comparte. El Espíritu ayudó a superarlos: “A Bernabé lo llamaban Zeus, y a Pablo, Hermes... El sacerdote del templo de Zeus..., con la gente, quería ofrecerles un sacrificio. Al oírlo los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron el manto... diciendo: «Hombres, ¿qué hacéis? También nosotros somos humanos de vuestra misma condición...” (He 14,12-15). El Concilio de Jerusalén, ante una ley no evangélica, consensuó la verdad evangélica: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables” (He 15,28).

El DEC dice:es necesario ampliar la tienda, actuando sobre los tres elementos de su estructura: Los toldos, que protegen del sol, el viento y la lluvia, delineando un espacio de vida y convivencia... para que también puedan proteger a los que todavía están fuera de este espacio, pero que se sienten llamados... Las cuerdas, que mantienen unidos los toldos, deben equilibrar la tensión necesaria para evitar que la tienda se derrumbe con la flexibilidad... Las estacas anclan la estructura al suelo y garantizan su solidez” (DEC 26).

La Iglesia, como tienda, tiene “en su centro... la presencia del Señor. La firmeza de la tienda está en sus estacas, cimientos de la fe que no cambian... Esta metáfora expresa la necesidad del discernimiento...” (DEC 27). Aquí está la cuestión principal: discernir lo fundamental de lo accesorio o coyuntural, y mantener los principios fundamentales del evangelio, sin restringirlos adosándoles normas o costumbres discriminatorias, contrarias hoy incluso a los derechos humanos. Elevar estas leyes a categoría esencial, haciéndolas criterio discriminatorio de estar dentro o fuera de la iglesia es una decisión aberrante.

Hoy hay dos temas que están dividiendo la Iglesia: el celibato y la inclusión de la mujer en los ministerios. Las síntesis diocesanas lo reconocen, aunque algunas lo “velan”. Son de enorme trascendencia en el futuro, e incluso en el ecumenismo. Un sector eclesial -el más influyente en orden institucional- está en contra. Viene impidiendo su discusión. Intentan vincularlo con la esencia o naturaleza del ministerio. Ya no engañan a nadie. Es cuestión de poder, no de Evangelio. Necesitan “la disposición a morir a sí mismos por amor (Jn 12,24)... La fecundidad de la Iglesia depende de la aceptación de esta muerte, que no es una aniquilación, sino una experiencia de vaciamiento de uno mismo para dejarse llenar por Cristo a través del Espíritu Santo... Esta es la experiencia de la gracia y la transfiguración. El apóstol Pablo recomienda: “Tened en vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual al Dios; al contrario, se despojó de sí mismo” (Flp 2,5-7). Con esta condición, todos y cada uno/a de los miembros de la Iglesia, serán capaces de cooperar con el Espíritu Santo en el cumplimiento de la misión encomendada por Jesucristo a su Iglesia: es un acto litúrgico, eucarístico” (DEC 28). Esta “muerte” de algunas creaciones no evangélicas es necesaria  para que “Él crezca y los servidores mengüen” (Jn 3,30).

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