La dignidad cristiana viene del bautismo del Espíritu. El bautismo nos iguala y el Espíritu nos incita a llamar a Dios, “Padre” y a los demás, “hermanos”. “No llaméis a nadie padre, ni maestro ni jefe..., todos vosotros sois hermanos” (Mt 23,8-9). Pidamos vivir esta fraternidad diciendo: “somos tus hermanos, Señor”.
Por la Iglesia:
- que se sienta cuerpo de Jesús, fraternidad mesiánica;
- que elimine su títulos de honor y poder.
Roguemos al Señor: “somos tus hermanos, Señor”.
Por los hermanos que presiden la Iglesia:
- que sean humildes, sencillos, servidores...;
- que su vida sea la mejor invitación a seguir a Jesús.
Roguemos al Señor: “somos tus hermanos, Señor”.
Por la unidad de los cristianos:
- que todos leamos sinceramente el evangelio;
- que sintamos a fraternidad de Jesús, su libertad, su amor...
Roguemos al Señor: “somos tus hermanos, Señor”.
Por los jóvenes:
- que miren a Jesús, confíen en él, le sigan;
- que les apoyemos, les exijamos responsabilidad y esfuerzo.
Roguemos al Señor: “somos tus hermanos, Señor”.
Por los enfermos, sin techo, refugiados...:
- que veamos en ellos a Jesús, le cuidemos y le abramos el corazón;
- que seamos sinceros con ellos, les animemos a superarse.
Roguemos al Señor: “somos tus hermanos, Señor”.
Por esta celebración:
- que sea una experiencia fraternal, fruto de diversas colaboraciones;
- que sintamos la presencia de Jesús en medio de nosotros.
Roguemos al Señor: “somos tus hermanos, Señor”.
Que tu Espíritu, Jesús de todos, renueve la Iglesia, nos renueve a todos sus miembros, según el modelo de tu vida narrada en el Evangelio. Te lo pedimos humildemente a ti, Jesús resucitado, que vives por los siglos de los siglos.
