“Durante mucho tiempo se ha pensado y se sigue diciendo que los sacerdotes lo han dado todo, y este `don total´ es lo más patente en el celibato casto” El casado y el célibe pueden vivir el “don total” evangélico

El celibato no “caracteriza ni singulariza” el sacerdocio católico (I)

En febrero pasado, en Religión Digital (10.02.2024), publicaba un artículo sobre el celibato en la Iglesia un sacerdote francés que ejerce en España: Patrick Royannais, Rector de San Luis de los Franceses (Madrid), Doctor en teología y en antropología religiosa (Institut Catholique de Paris et Paris IV Sorbonne). Título: “El incumplimiento de la castidad eclesiástica no es un asunto de faltas personales: es sistémico”.

Merece la pena meditar sus reflexiones para darnos un baño de realismo respecto de los sacerdotes casados y de su justa causa. La jerarquía y el sector laico más vinculado a ella no quieren ni hablar del asunto. Han aceptado, y quieren imponer, que el celibato “caracteriza y singulariza” a los sacerdotes católicos. Intentan justificarlo con diversas teorías: normativas sacerdotales del Antiguo Testamento,  tradición “apostólica”, “conveniencias teológicas”, análisis de textos evangélicos equívocos… Saben que la mayoría de católicos están en contra, pero mientras tengan poder decisorio no cederán.

La ideología de la ley y del poder les ha fascinado, como a los gálatas de que habla Pablo: “¡Oh, insensatos Gálatas! ¿Quién os ha fascinado a vosotros, a cuyos ojos se presentó a Cristo crucificado? Solo quiero que me contestéis a esto: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por haber escuchado con fe?” (Gál 3,2). El celibato obligatorio es una imposición inhumana. No es obra de “la fe que actúa por el amor” (Gál 5,6), sino de la ley. Sólo quienes “han recibido ese don” (Mt 19,11) pueden vivirlo como amor.

No aceptan el texto de Primera a Timoteo: prohibir el matrimonio es un desvarío ideológico y de espiritualidad errónea: “El Espíritu dice expresamente que en los últimos tiempos algunos se alejarán de la fe por prestar oídos a espíritus embaucadores y a enseñanzas de demonios, inducidos por la hipocresía de unos mentirosos, que tienen cauterizada su propia conciencia, que prohíben casarse y mandan abstenerse de alimentos que Dios creó para que los creyentes y los que han llegado al conocimiento de la verdad participen de ellos con acción de gracias” (1Tim 4,1-3).

Es la condena del encratismo (encráteia: continencia, moderación, templanza). Herejía cristiana del s. II, procedente de los tiempos apostólicos. Algunos conversos intentaron vivir los consejos evangélicos con valor de preceptos rígidos, como necesarios para la salvación. Renunciaron a ciertos alimentos y al matrimonio, cuya abstención aconsejaba Pablo (1Cor 7,7-15). Esta teoría es aceptada por gnósticos y montanistas. Creían que la materia es mala, obra del demiurgo, enemigo de Dios. El matrimonio es vivir “en la materia, en la carne”. Así interpreta el Papa Siricio el texto de Pablo: “los que están en la carne no pueden agradar a Dios” (Rm 8,8). En dicha interpretación se apoya para prohibir la relación sexual y el engendro de hijos a los clérigos casados, actividades materiales que indisponen para celebrar los misterios sagrados.

A pesar de todo, la verdad y libertad del Nuevo Testamento siguen secuestradas hoy por un nuevo encratismo, exigido por el Código de Derecho canónico. No dudan en cargar al Espíritu Santo la decisión del Papa Siricio (finales del s. IV) de prohibir a los clérigos casados tener relaciones sexuales y engendrar, aunque saben que dicha decisión está basada en razones falsas evangélicamente. E igualmente la posterior decisión de Gregorio VII de prohibir casarse a los clérigos, y el remate del concilio Lateranense II de declarar nulos los matrimonios con cualquier clérigo. El monje Lamberto (1028-1085), de la Abadía alemana de Hersfeld, cuenta en sus Annales la respuesta del clero, conforme con el Nuevo Testamento, y que hoy siguen pidiendo muchos católicos: “Contra este decreto se levantó improvisamente con violencia todo el grupo de los clérigos afirmando que era él (el papa) herético por cultivar una doctrina absurda. Él ha olvidado la palabra del Señor que dice: `no todos pueden entenderlo sino sólo aquellos a los que les ha sido concedido´. Y el Apóstol: `si no saben vivir en continencia, se casen´. El papa quiere constreñir a los hombres de manera violenta a vivir como ángeles, negando el camino habitual de la naturaleza; habría dejado libre salida para la fornicación y para la inmundicia”.

Hoy, los amigos de la ley recurren a otros argumentos, igualmente ideológicos. Se intenta justificar la ley, la situación impuesta. Es ideología interesada, fundada en el poder, en el bien de la institución, en la economía, en honores, prestigio, distinciones…

Patrick Royannais desmonta algunos argumentos:

Durante mucho tiempo se ha pensado y se sigue diciendo que los sacerdotes lo han dado todo, y este don total es lo más patente en el celibato casto”.

No es cierto, viene a decir: padres y parejas dan más, y además “tienen pocas opciones de renuncia”. Los clérigos conservan “la oportunidad de decidir a lo que renuncian”. “No se ha dado todo con el pretexto de estar comprometido con el celibato casto, ni siquiera de conservarlo. El discurso sobre el don total, reconocible en la abstinencia, no solo no es un ideal, es una mentira y, si uno no es consciente de ello, un engaño”.

El “don total” no está en el celibato. Nadie ve en la soltería, por sí sola, un ideal de entrega generosa a los demás. Más bien lo contrario: quien no se casa quiere vivir sólo para sí. El casado contrae obligaciones y renuncias más numerosas e importantes que el soltero. El “don total” puede se vive en la vida entregada, casada y soltera, cuando se complica la vida cuidando, defendiendo, compartiendo, visitando, cediendo…

El don se aprende, no se consigue de una vez por todas, ex opere operato, por la magia del compromiso con el celibato clerical. Es una tarea, una llamada, no un estado”.

“¿Quién puede decir que lo ha dado todo? ¡Qué seguridad de estar bien! Fariseísmo tanto más imposible en un momento en que tantos jerarcas católicos han traicionado, directamente o encubriendo a delincuentes... sexuales”.

“`Todo me es debido, ya que lo he dado todo´. Nunca se dice así, por supuesto, pero justifica el tratamiento de los clérigos en los peores abusos; distribuyen(se) los puntos buenos y denuncian el pecado. ¡Clericalismo que Francisco combate! La crisis de la pedofilia prohíbe definitivamente decir que, porque se está ordenado, se ha dado todo. Esto debe imprimir un giro a la teología, la «espiritualidad» y la predicación.”

El clérigo francés ilumina su tesis con el texto de Marcos 10,28-30. Pedro presume ante Jesús: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Y Jesús contesta con una antífrasis (‘decir lo contrario’) ironizando, con humor, como indicando que es una presunción insensata, sin sentido en la propuesta de Jesús: la entrega por amor gratuito, sin esperar recompensa. La teología de Jesús no es la teología del “doy para que des”. Jesús no pone su esperanza en la reciprocidad, móvil interesado de una acción. Jesús ama como ama el Padre “que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,45).

Termina el rector de San Luis de los Franceses, aludiendo a “la revolución de la misericordia, pero ¿quién la quiere? ¡Pedro lo tendrá todo, al céntuplo y, in cauda venenum (`El veneno está en la cola´; hace alusión a que lo malo queda para el final), las persecuciones! (¡jajaja, me gustaría añadir!)”.

A la misericordia (dar gratis corazón y vida) estamos llamados los cristianos, célibes y casados. Los ministerios no dependen de celibato o matrimonio, sino de los carismas que el Espíritu otorga libremente. Hacer que el celibato “caracterice y singularice” el sacerdocio católico es injusto, incluso con los sacerdotes casados (orientales y otros) “muy meritorios” (“optime meriti” GS 16).

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