Los dirigentes eclesiales acuden a “lo que hizo Jesús” para negar el sacerdocio ministerial a las mujeres. Y para el celibato obligan a hacer “lo que no hizo Jesús” El celibato se debe tocar y cuestionar (2)

La “mirada negativa” es por su obligatoriedad para ciertos ministerios eclesiales

Sigo comentando el artículo de José Beltrán, director de la revista Vida Nueva, en el diario La Razón, edición digital (20-02-2022 | 09:21 H), titulado “El celibato no se toca ni se cuestiona”. Ya escribí un primer comentario con su mismo título en interrogación, en RD el 24/02/2022, en este Blog “Atrévete a orar”.

Me extrañó que un seglar, director de una revista que creía más cercana al Evangelio que a la Ley, muestre conformidad con que “ni en el hoy ni el mañana más próximo parece abrirse la puerta a los curas casados, al menos en el rito católico latino, algo que sí es un hecho en las 23 ramas orientales en comunión con Roma. Benedicto XVI fue el único que se permitió una licencia en 2009 al admitir al presbiterado a ministros anglicanos conversos casados previamente. Esta excepción no se ampliará”. Se apoya en unas palabras del Papa en el inicio del Simposio reciente en Roma. Alude también al libro sobre el tema, escrito por el cardenal Sarah con el Papa emérito, sin decir nada de la falsedad que defiende: “Una vida sacerdotal coherente exige ontológicamente el celibato” (“Desde lo más hondo de nuestros corazones”. Pág. 79-80). El Vaticano II afirma lo contrario: “la perfecta y perpetua continencia por el reino de los cielos.. ciertamente no es  exigida por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece por la práctica de la Iglesia primitiva (1Tim 3,2-5; Tit 1,6) y por la tradición de las Iglesias Orientales” (PO 16).

El director de Vida Nueva va más lejos. Las premisas del Papa, dice, “se han reforzado” en el reciente simposio romano. Tal refuerzo viene de la ponencia del teólogo zamorano “Emilio Justo, profesor de teología dogmática de la Universidad Pontificia de Salamanca, el responsable de abordar la cuestión en profundidad con la conferencia «Sacerdocio y celibato: una lectura teológica del camino de la Iglesia ayer y hoy». ¿Se desligará algún día el presbiterado de la castidad? «Hoy por hoy no se abre esa posibilidad,pero no se niega la reflexión sobre el tema», comparte este sacerdote zamorano con LA RAZÓN, que lamenta que, a menudo, cuando se aborda esta cuestión, siempre se haga desde una mirada negativa”.

He buscado la ponencia de Emilio Justo. No he encontrado ni siquiera un resumen. Según el director de Vida Nueva, la conclusión del teólogo es que ante la pregunta “¿se desligará algún día el presbiterado de la castidad?”, su respuesta es que «hoy por hoy no se abre esa posibilidad,pero no se niega la reflexión sobre el tema». El autor del artículo se identifica con el diario LA RAZÓN. No creía que dicho periódico tuviera opinión al respecto y que se expresara por boca de J. Beltrán. Extraño lamento el de Emilio Justo: “lamenta que, a menudo, cuando se aborda esta cuestión, siempre se haga desde una mirada negativa”. “A menudo” o “siempre” no son factibles la vez; una cosa o la otra.

De todos modos, no creo que el teólogo salmantino razone el problema del celibato hablando de “posibilidad” abierta o cerrada a su cambio legal. Tal posibilidad está siempre abierta como sucede con cualquier ley humana. Otra cosa es que los dirigentes de la Iglesia quieran proceder al cambio. Pero eso no es cuestión de los teólogos. Éstos valoran la ley analizando su conformidad con el Evangelio y con los derechos humanos; sopesan las razones que mantiene vigente una ley nacida en contextos culturales muy diferentes; buscan el origen bíblico para descubrir las razones culturales y las creencias que provocaron dicha ley, etc.

No comparto el lamento común de LA RAZÓN y del teólogo de “que, cuando se aborda esta cuestión, siempre se haga desde una mirada negativa”. La “mirada negativa” no es respecto al celibato como opción libre “por el reino de los cielos”, o por otras causas, que también existen. La “mirada negativa” respecto del celibato es por su obligatoriedad para ciertos ministerios eclesiales. La mirada negativa no viene por el hecho de que sea una renuncia al matrimonio. Toda elección conlleva renuncia a una realidad y abrazo de otra. Tanto el matrimonio como el celibato son opciones de amor. En cristiano ambas opciones son por el reino de Dios. El matrimonio es además un sacramento, signo eficaz de la presencia del amor divino.

¿“No es una renuncia como tal, porque no se renuncia a amar”? “Es más bien una vivencia distinta de la afectividad humana. No resta, suma de otra manera”, insiste, para señalar a renglón seguido que simplemente “es una forma de amar distinta al matrimonio e igualmente tiene que ser un amor verdadero para que se mantenga una continencia sana como nos ha explicado el Papa”. Por el hecho de que no se renuncie a amar, no deja de ser una renuncia. Sí es una renuncia, aunque sea por amor. Se renuncia a otra “vivencia de la afectividad humana”: a “elegir un estado y a fundar una familia”. Nada menos que a “un derecho universal e inviolable”, según el Vaticano II (GS 26).

El problema surge cuando una instancia humana obliga a dicha renuncia para poder ejercer un servicio, aunque sea eclesial. Los derechos y deberes surgidos de la condición humana deben ser respetados por toda ley puesta para el buen funcionamiento de toda organización social sobrevenida. Sólo cada persona puede renunciar a sus derechos, aunque sean secundarios. Exigir su renuncia para una tarea determinada es violentar la naturaleza personal. La facultad de la Iglesia para determinar las cualidades humanas y religiosas de quienes van a presidir sus comunidades, no puede ser absoluta. Los derechos humanos, de los que hoy ha crecido la conciencia, son “universales e inviolables”, según el concilio Vaticano II. Y entre ellos, la misma Constitución conciliar señala : “el derecho a la libre elección de estado y a fundar una familia” (GS 26).

Esta renuncia no la exigió Jesús, reconoce san Pablo VI:“el Nuevo Testamento, en el que se conserva la doctrina de Cristo y de los apóstoles, no exige el celibato de los sagrados ministros, sino que más bien lo propone como obediencia libre a una especial vocación o a un especial carisma (cf. Mt 19, 11-12). Jesús mismo no puso esta condición previa en la elección de los doce, como tampoco los apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas (cf. 1 Tim 3, 2-5;Tit 1, 5-6)” (Encícl. Sacerdotalis coelibatus, n. 5). Es curioso que los dirigentes eclesiales acudan a lo que hizo Jesús para negar el ministerio sacerdotal a las mujeres. Y en el asunto del celibato, no acudan a la conducta de Jesús. Peor: imponen hacer lo contrario a lo que hizo Jesús. Más aún, Jesús ni siquiera “lo propone como obediencia libre a una especial vocación o a un especial carisma (cf. Mt 19, 11-12)”. El texto evangélico narra que “Jesús les dijo: «No todos entienden esto, solo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos ellos mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender, entienda»” (Mt 19,11-12). Claramente, Jesús no “propone”, sino que dice que “hay quien...”. Eso no es proponer. Informa para que cada conciencia personal elija lo que crea más conveniente para su humanidad y su proyecto de vida.

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