Bautizamos sin conocer ni aceptar tu proyecto: amar como tú hasta dar la vida por los hermanos, sin miedo a que nos desprecien y persigan A pesar del proyecto de Jesús, vivimos la “antigua alianza” (Domingo 22º C TO 2ª Lect. 31.08.2025)

“No hay que esperar ya ninguna revelación pública”

Comentario:os habéis acercado al Mediador de la nueva alianza, Jesús” (Hebr 12, 18-19.22-24a)

La lectura anima a reavivar la nueva alianza, desechando la tentación de volver a la antigua. Contrapone sus rasgos. Historia y revelación son progresivas. “A través de los siglos, Dios Padre preparó el camino al Evangelio” (DV 3). La antigua, la del Sinaí, se describe por negación: “No os habéis acercado a un fuego tangible y encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni al estruendo de las palabras, oído el cual, ellos rogaron que no continuase hablando” (Hebr 12,18-19). Los vv. 20-21, no leídos, la completan: “Pues no podían soportar lo que mandaba: Quien toque el monte, aunque sea un animal, será apedreado. Y tan terrible era el espectáculo, que Moisés exclamó: Estoy temblando de miedo (ἔκφοβός εἰμι καὶ ἔντρομος: estoy espantado y tembloroso)” (12,20-21). Es alianza terrena, natural, oscura, estruendosa, insoportable, temible. Dios se relaciona por la naturaleza: la montaña, el fuego ardiente, la oscuridad y tiniebla, los truenos...

La nueva alianza, la de Jesús, es “el monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, miríadas de ángeles…” (v. 22). “El monte Sión” es la fortaleza conquistada por David (2Sam 5,7), de quien dice la Escritura: “el Señor se ha buscado un hombre según su corazón y le ha nombrado jefe sobre su pueblo” (1Sam 13,14). En ese monte edificó Salomón el templo. Ahora, en el monte adquirido por David, “el hombre según el corazón de Dios”, está Jesús: “Miré y he aquí que el Cordero estaba de pie sobre el monte Sión” (Ap 14,1). Jesús es “el hombre según el corazón de Dios”: “quien ve a Jesús está viendo al Padre” (Jn 14,9). Jesús da a conocer a Dios (Jn 1,18).

Esa alianza esasamblea festivade los primogénitos inscritos en el cielo, Dios, juez de todos; las almas de los justos que han llegado a la perfección,y el Mediador de la nueva alianza, Jesús, y la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel” (Heb 12,23-24). “Asamblea festiva” traduce dos sustantivos “panegurei kaì ekklesía” (“asamblea e iglesia”). El traductor ve ahí una endíadis: un único concepto mediante dos nombres coordinados. Creo más exacto señalar sus matices. “Panegurei” procede de pan-agorá: “todo” y “foro, plaza”, donde todos pueden hablar, participar y divertirse. “Ekklesía”: asamblea de llamados. El primero acentúa el carácter abierto a todos, celebrativo. El segundo es “asamblea” de llamados, los seducidos por el amor de Jesús, manifestación del Dios vivo y verdadero.

El Vaticano II ofrece un valioso resumen la nueva alianza: “Después que Dios habló muchas veces y de muchos modos en los profetas, últimamente, en estos días, nos habló en el Hijo (Heb 1,1s). Envió a su Hijo, Verbo eterno, que ilumina a todos los humanos, para que habitara entre ellos y les narrara lo íntimo de Dios (Jn 1,1-18). Jesucristo, Verbo hecho carne, `hombre enviado a los hombres´, habla palabras de Dios (Jn 3,34) y consuma la obra salvadora que el Padre le confió (Jn 5,36; 17,4). Él -ver al cual es ver al Padre (Jn 14,9)-, con su total presencia y manifestación, con palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y resurrección, enviado el Espíritu de verdad, perfecciona completando la revelación y confirma con testimonio divino que Dios está con nosotros para liberarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y para resucitarnos a la vida eterna. La salvación (lit.: oeconomia) cristiana, como alianza nueva y definitiva, nunca pasará, y no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo (1Tim 6,14; Tit 2,13)” (DV 4).

Oración:os habéis acercado al Mediador, Jesús” (Hebr 12,18-19.22-24a)

Jesús, mediador del Misterio de la vida:

Tú, Jesús, eres el Hijo de Dios, su Palabra;

hablas las palabras de Dios,

porque no das el Espíritu con medida(Jn 3,34);

has vivido nuestra vida,

manifestando lo íntimo de Dios;

quien te ve a ti, ve al Padre (Jn 14,9);

tus obras dan testimonio del amor del Padre;

tu muerte fortalece nuestra confianza en el Amor;

tu resurrección y tu Espíritu sustentan nuestra fe.

Tu vida entregada y glorificada asegura:

Dios Padre vive con nosotros;

su Espíritu nos habita y ora en nosotros;

tú, “mediador de la nueva alianza”, eres Dios;

Dios, juez de todos”, es el Padre del hijo pródigo;

somos sus hijos, sin miedo, con libertad de hijos;

estamos en “la ciudad de Dios vivo...,

la asamblea plena”, de todos;

estamos en comunión con losjustos consumados”;

tú y el Padre nos trabajáis” (Jn 5,17)

para quitarnos el egoísmo.

Es nuestra fe, “la gracia en que estamos” (Rm 5,2):

por eso no dejas de llamarnos continuamente:

ya es hora de despertarnos del sueño...,

revestíos del Señor Jesucristo” (Rm 13,11.14),

A pesar de tu proyecto, Jesús, vivimos la “antigua alianza”:

bautizamos sin conocer ni aceptar tu proyecto:

amar como tú hasta dar la vida por los hermanos;

la presión social nos “lleva” a la comunión de tu “Cena”:

“primera y última comunión”;

nuestra “vida” cristiana vive en ignorancia y miedo,

en apariencia y exhibición folclórica…;

la “reunión festiva y plena” no es habitual en nosotros;

el clericalismo domina, decide todo:

no hay derecho de opinión ni elección;

no podemos modificar leyes “nocivas y gastadas”;

la ley clerical está por encima de la voluntad de Dios:

muchos no pueden celebrar tus sacramentos,

por no disponer de ministros solteros;

excluimos a quien se deja llevar por la libertad de tu Amor,

por el evangelio de la fraternidad.

Hoy, Jesús, reclamamos la nueva Alianza:

los bautizados sean “sacerdotes, profetas y reyes” de tu Amor;

sigamos tus huellas de ponernos del lado de los últimos,

            sin miedo a que nos desprecien y persigan;

las bienaventuranzas sea nuestras leyes:

desprendidos y libres para compartir;

sin amenazas, imposiciones, violencias…;

llorando y consolando, acompañando en igualdad;

hambrientos y sedientos de la realización de todos;

dando el corazón, incluso a quien nos rechaza;

trasparentado siempre amor desinteresado;

hermanando y compartiendo la mesa común;

poniendo siempre a los más débiles los primeros.

rufo.go@hotmail.com

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