¿Se necesita el silencio para tener experiencia de Dios?

Hoy en día, lo que se suele llamar espiritualidad e incluso espiritualidad laica, correspondería a lo que aquí denominamos el desarrollo de nuestra Inteligencia Espiritual (IES), “actividad y disposición de la persona humana mediante la cual buscamos un sentido, una finalidad y unos valores a la vida que van más allá de la satisfacción de las necesidades y aspiraciones de la vida común de las personas”. Así, toda persona, aun el que no profesa ninguna religión histórica, tiene una cierta experiencia religiosa, ya que en el fondo toda experiencia humana es en el fondo experiencia religiosa, ya que la realidad está religada a Dios.
Pero cuando nos referimos a tener propiamente experiencia de Dios en cierto grado y no como Dios es realmente, ya que esto es propio de la vida futura, estamos hablando de lo que expresa el término contemplación, “experiencia de la presencia de Dios o de la afluencia de la gracia, que es distinto de pensar en Él o tener sentimientos hacia Él. Es un gustar el sabor del misterio último al que llamamos Dios en la tradición religiosa judeocristiana, y recibe otros nombres en otras religiones. Pero hay un solo Dios.” (Thomas Keating). Podríamos decir que es el momento de la iluminación por la fe de la Inteligencia Espiritual (IES).
Entonces, ¿qué papel juega el silencio en todo esto? Más que teorizar sobre el tema veamos la experiencia religiosa que tuvo el profeta Elías como nos narra el libro primero de los Reyes (19,3-15): Llegado Elías al monte Horeb, Dios le muestra donde podrá encontrarlo a Él. Primero aparece un viento huracanado, pero allí no estaba Dios; luego viene un terremoto impetuoso, pero tampoco allí se encontraba el señor; tampoco en el fuego que apareció luego. Por último se produjo un murmullo flojo y suave, y fue en él que Dios se mostró. En el murmullo del viento que lo frotaba suavemente, Elías percibió a Dios, significando que, solamente cuando dejo a un lado mis pensamientos, las ideas e imágenes de Dios, es entonces cuando tenemos experiencia de Él. Se trata de entrar en lo mejor de nosotros mismos, donde encontramos un silencio habitado por nuestra propia identidad y el misterio de la vida. Este silencio nos hace disponibles para otra voz que no es la de nuestras ideas.
Volver arriba