La bondad salvará al mundo. Lazzaro feliz


El género parabólico posee la profundidad de la metáfora, la intriga de la alegoría y la fascinación de la fábula. Lazzaro feliz es una parábola en toda regla. Construida como un díptico entre el pasado de la Italia rural y campesina y el presente del capitalismo neoliberal, el personaje de Lazzaro se erige como una figura crística de la inocencia mancillada, de la bondad en riego de exclusión, de la ingenuidad desnuda de egoísmos.
Con su tercera película, la italiana Alice Rohrwacher regresa al mundo rural de “El país de las maravillas” (2014) y la mirada a los desheredados de “Corpo Celeste” (2011). En la mejor herencia del neorrealismo y bajo la sombra de grandes como Pasolini o los hermanos Taviani se me antoja como un homenaje al Ermanno Olmi, el grande recién desaparecido.
Premio del guion en el Festival de Cannes fue la absoluta favorita de la crítica a una merecida Palma de Oro que no recibió. La historia del bueno de Lazzaro (Adriano Tardiolo misterioso y paródico), un joven aparcero en medio de un ambiente rural, sacado de "Novecento" (1976) de Bernando Bertoluchi o “El árbol de los zuecos” del mismísimo Olmi, nos permite contemplar en el viejo y luminosamente amarillento super16 mm un pueblo de engañados, sencillos, ignorantes, vigorosos y pícaros. La vida cotidiana bajo la medieval y trágica explotación de la “reina de los cigarrillos” interpretada por Nicoletta Braschi, la otra mitad de Roberto Benigni. Su desadaptado hijo Tancredi (un disruptivo Luca Chikovani) se hará el amigo-semi-hermano de nuestro San Lazzaro. Semejante relación de manipulación provocará la caída del desde siempre inocente.
Y cuando el cuento realista sucumbe emerge el cuento sobrenatural. Tras el paso de los años Lazzaro redivivo visita un mundo donde la dominación, representada en los bancos, ha alcanzado todavía mayores cuotas. Allí se reencuentra con su vieja amiga Antonia ( Alba Rohrwacher, bella y elocuente hermana de la directora) y su pareja Último (Sergi López haciendo de pícaro) y toda un panda de buñuelanos desharapados. Como Francisco de Asís nuestro protagonista se volverá a encontrar con el lobo, que quizás es el único que comprende verdaderamente la parábola.
Una clave interpretativa. Lazzaro es Jesús nuevamente encarnado al lado de los pobres, primero aparceros, luego sin techo y emigrantes. De fondo, el cambio de poder que va a peor siendo más sutil y endurecido. Parece que la iglesia ya no deja entrar a los pobres, pero el preludio de Johann Sebastian Bach (el Bwv 853 en mi bemol menor) que suena desde el cielo nos recuerda que no están abandonados. El lobo Gubbio se ha arrodillado ante Francisco-Lazzaro: “Y tú, hermano lobo, ¿me prometes cumplir para con ellos el acuerdo de paz, es decir, que no harás daño ni a los hombres, ni a los animales, ni a criatura alguna?”. No te la pierdas.
Volver arriba