La cabaña, cuando el cine espiritual se hace parodia
Ejemplo del cine religioso que desdice lo inefable acercándolo a lo empalagoso. Nuevo producto del cine de fe norteamericano que horroriza a la crítica y encandila al público. Fílmicamente es difícil representar a Dios en la pantalla, pero más difícil todavía es representar a la Trinidad, pocos han sido los osados, la mayoría han sucumbido en el intento. “The Shack” también.
La historia parte del problema de mal personalizado en el dolor de un padre. Mack Phillips (Sam Worthington) se hunde tras la desaparición violenta de su encantadora hija pequeña. Tres años después, recibe un mensaje de Dios que le invita a pasar un tiempo en la cabaña donde todo empezó. Allí se encuentra con la Santísima Trinidad. Octavia Spencer – recordad su papel en “Criadas y señoras”- interpretará al Dios-Madre, el israelí Avraham Aviv Alush –tengan presente “El balcón de las mujeres” - nos mostrará a Jesús en persona mientras que la actriz y modelo Sumire Matsubara hace de un tan bello como poco inspirado Espíritu Santo. Allí entre paseos por el cielo y la tierra le enseñarán a creer y perdonar.
La representación de la Trinidad en el arte cristiano ha sido un reto no exento de controversias, entre la iconoclastia y los iconódulos. La sutileza del símbolo ha sido aprobada o suspendida en el filo entre la mostración y la ocultación. El cine no se ha atrevido, salvo en tono de comedia –véase la interesante “Como Dios” (2003) de Tom Shadyac- con una representación directa de Dios. Pero el director inglés Stuart Hazeldine lo hace de la mano de un éxito editorial rotundo escrito por William Paul Young y que vendió seis millones de ejemplares.
El lenguaje escrito de la novela permite la distancia con la representación, la imaginación sostiene el misterio. Pero la plasmación fílmica de las personas divinas en actores de carne y huesos desvela tanto que termina por alcanzar lo ridículo. Que una matrona negra y amable represente a Dios-Madre y que un viejo indio -el actor Graham Greene- represente el rostro paterno de Dios no deja de tener algún interés. La representación del Hijo con tan pocas referencias a Jesucristo resulta una especulación. Mientras que el personaje femenino del Espíritu, con una cotizada y hierática modelo, resulta un verdadero desastre. Si ello añadimos las simplificaciones constantes del guión aunque los diálogos sean pomposos, la ausencia de la seriedad del drama, la incapacidad del protagonista para ofrecer credibilidad y el recurso a lo lacrimógeno incontinente, la calamidad está servida.
Si alguien quiere ver una representación de la Trinidad que llegue al final de la película “Silencio” de Matin Scorsese y se olvide de “The Shack”. A un público generoso y creyente, la película puede llegarle incluso a hacer bien. Pero para el público medio europeo donde el acercamiento a la fe resulta problemático es mejor que se abstenga, a riesgo de que quede apagado el rescoldo y oscurecida la búsqueda.