El reverendo. Noche, noche, noche y al final una luz


Otro drama torturado, marca Paul Schrader, se ha estrenado entre nosotros. En este caso con un fuerte componente ecológico añadido a los temas teológicos que siempre preocupan al autor: la culpabilidad humana, la difícil redención y el sentido del sufrimiento.
Paul Joseph Schrader es un tipo duro especialista en tragedias sin apenas luz, donde su formación calvinista ha pasado por fuertes crisis que se manifiestan en un cine en la cuerda floja entre el pecado y la redención. Además de su famoso texto sobre “El estilo trascendental en el cine” es guionista de títulos imprescindibles, como “Taxi Driver”, “Toro Salvaje” o “Al límite” de la mano de Martin Scorsese, y otros libretos como “Yakuza” realizada por Sydney Pollack o “La costa de los mosquitos” que llevó al cine Peter Weir. En sus películas como director los tipos torturados son su santo y seña. La galería de personajes pasan por los protagonistas de “American Gigolo” y sus arrepentimientos, “Mishima” el escritor suicida que desciende por la pendiente, el ayudante del sheriff (genial Nik Nolte) que desquiciado termina por matar a su padre maltratador en “Aflicción” junto a los locos sexuales de “El beso de la pantera” o “Hardcore, un mundo oculto”. En su guión de “La última tentación de Cristo” presenta el prototipo de la tortura interior, un Dios-padre que hace sufrir a su Hijo, allá donde el drama se sostiene hasta el último momento donde una imperceptible ilusión apenas puede levantar la losa del pesimismo lanzada sobre el espectador.
Fist Reformed se basa en la historia de un pastor protestante que antes fue militar y padre, perdiendo a su hijo en una guerra al que él le convidó a marchar. Vive entre el alcohol y la fe oscurecida, pero plenamente dedicado a la gente como un “San Manuel, bueno y mártir”. Ethan Hawke se apodera del papel haciendo que su rostro y más adelante todo su cuerpo esté sometido a la tortura. Un día le pide ayuda una joven feligresa embarazada cuyo esposo no quiere quede a luz a un hijo que nacerá en la sin razón de un mundo que destruye el planeta y no deja sitio a la vida. Tras el suicidio del padre desesperado, el pastor Toller se suma a su causa siguiendo un camino de perdición que desea la salvación. Un final sorprendente de una elocuencia estremecedora, entre lo atroz y lo redentor, nos coloca ante lo que considero uno de los mejores finales del director y probablemente de los más interesantes del cine espiritual. Ciertamente que Schrader ha retomado el pulso en una obra que podemos calificar de comprometida y feroz, concienciadora y rabiosa, creyente y descreída. No apta para simples ni almas sensibles. Mira al abismo tan cerca que parece que vamos a caer.
El papa Francisco señala que “La destrucción del ambiente humano es algo muy serio, porque Dios no solo le encomendó el mundo al ser humano, sino que su propia vida es un don que debe ser protegido de diversas formas de degradación” (LS, 5). El pastor de la First Reformed quiere evitar la destrucción con un final aniquilador. Pero justo ahí vienen las sorpresas, donde la gracia habita, una gracia cara y dolorosa, muy de Dietrich Bonhoeffer. Definitivamente Paul Schrader se está haciendo mayor, no de 18 años sino más bien de cercano a la otra orilla. Y mira por donde aparece imprevista la esperanza: esperar para ver.
Volver arriba