¿Bolígrafo o lapicero?

No se si fue en 4º o 5º de EGB cuando superados esos cuadernillos rubio o esos cuadernillos de cuentas y problemas, terminaron por imponernos el indeleble bolígrafo. Al mismo tiempo conocí esas gomas de borrar que conseguían, raspando papel, eliminar el error escrito. Más tarde descubríamos que bastaba con chupar una goma normal y corriente y frotarla sobre el seco papel para borrar el error escrito a bolígrafo. El problema era que no podías rectificar más de una vez el error en el mismo sitio de la hoja porque entonces se formaba un agujero.
Pero un buen día descubrí el milagro, habían inventado los bolígrafos que se borraban. Fue entonces cuando fui a la papelería y compre un puñado de aquellos bolígrafos y vi recuperado mi viejo sueño del lápiz pero en versión bolígrafo. Lo malo es que se me quedaban azules los dedos porque la tinta se adhería con lentitud al papel o escasamente se adhería. Los bolígrafos se encarecieron y mejoraron bastante, ya duraban más y no te guarreaban la mano.
Debo reconocer un cambio considerable en mi escritura cuando llegué a la universidad. Primeramente pasé del cuaderno al archivador, y al año siguiente pase definitivamente a rellenar folios por ser estos más económicos y de más fácil manejo. El margen siempre fue para mí un enemigo, y librarme de él me permitía usar mejor el papel sin que viniera un profesor a regañarme por no respetarlo. Al principio creí que se me torcería la letra, pero gracias a los bolígrafos delebles cualquier mínimo problema era corregido. A los cuatro años en la universidad, comprendí que era ridículo gastarme casi dos euros en un bolígrafo que además no escribía ni se borraba igual en diferentes papeles, y fue entonces cuando me inicié en el uso del portaminas que hasta hoy utilizo, el cual me sale más económico.
No se si será por mi rebelde juventud, que dando clase a niños he comprendido que es inútil obligarles a hacer las tareas a bolígrafo, incluso los exámenes. El bolígrafo no es más educativo que el lápiz, no introduce mejora pedagógica alguna y menos va a otorgar conocimiento, presenta el defecto de enseñar a los alumnos a guarrear tareas, guarrear apuntes y guarrear exámenes, en consecuencia me parece que beneficia bien poco a los alumnos. Se ha introducido el uso del tippex, es otra forma discreta de guarrear lo mismo, pero por lo menos no resulta tan feo.
A todos mis alumnos en la academia les recomiendo comprarse portaminas y hacer los ejercicios que yo pongo a portaminas, pero no impongo mi criterio, bastante criterio absurdo tienen en las escuelas muchos profesores preocupados por el uso del bolígrafo.
Recuerdo a una profesora de matemáticas que nos decía que exigía a todos sus alumnos usar bolígrafos porque una alumna la había acusado de borrar con la goma un número escrito a lápiz con la intención de suspenderla. Esto es una vieja y ridícula historieta que van contando por ahí los catedráticos de pedagogía para engañar a los niños que lo que escriban está más seguro a bolígrafo que a lápiz, pero todo esto es mentira. Un bolígrafo normal y corriente al ser indeleble nos fuerza a hacer tachones, un alumno en un examen no puede evitarlos y los hace, imaginemos si un alumno acusa por la misma historia a un profesor de haber tachado un resultado o palabra de un examen, un profesor podría hacerlo y tachar discretamente al alumno lo escrito en el examen. Con esto se desmorona ese viejo mito que protege al profesor y al alumno de interpretar el extraño valor de un tachón.
Hablando de tachones, cuando estudié literatura en 3º de BUP nunca uno imagina que nuestros nefastos académicos de la RAE fueran capaces de caer tan bajo intentando interpretar el significado de un manchurrón o raspadura que situaría nuestra copia más antigua que se tiene del Mío Cid un siglo antes o un siglo después, lo que confirmaría que su fecha de trascripción escrita pudo ser un siglo antes o un siglo después. Si estos “lumbreras” discutían por supuestos espacios, raspaduras o manchurrones de alguien del siglo XIV ó XIII, no quiero pensar en lo que ocurriría si un crío acusa que en el manchurrón de un examen estaba la solución de un problema y que el profe se lo emborronó, y el inocente o culpable profesor negándolo todo.
Aunque los alumnos no suelen en muchos casos estudiar por apuntes, sería interesante plantearse que si el bolígrafo guarrea los apuntes al tachar, sería preferible el uso del portaminas. Pienso y creo que unos apuntes bien escritos y presentados dan lugar a que un alumno se atreva a echarles un ojo. Si se les va a exigir una buena caligrafía, el bolígrafo nunca será el gran aliado si pierden con él la costumbre de corregir las letras torcidas que les salgan.
Pero esta es solo mi opinión.