Hablemos de la catolicidad.

Hay gente en nuestra Iglesia que parece se dedica a repartir el carné de católicos. Parece que no tienen otra cosa mejor que hacer que venir a meterse con tus creencias o con tu profesión. Alguno quiere repartir el carné de físico, y parece que ni es físico, aun así por aquí aparecen con la expresa idea de ofender.

Creo dejar claro, que considerándome progresista, he criticado a Juan José Tamayo y Julio Lois por declaraciones con las que personalmente no estoy de acuerdo. Yo he sido uno de los fundadores de Redes Cristianas, estuve desde el principio de la creación de la Web, y escribí en ella y aporte noticias hasta que viendo que la dinámica de trabajo no podía llevarla lo dejé. Pues aun así he criticado a Redes Cristianas por publicar artículos favorables a Chávez. Ni sé cuantas veces me he metido con el PSOE o con IU cuando dicen cosas que no me gustan.

Pues a pesar de mis simpatías personales por cierta gente, ciertos partidos, o ciertos colectivos, si algo no me ha gustado lo he criticado y listo. Parece que para ser católico, según algunos, tienes que aceptarlo y tragarlo todo. ¿No puedo criticar a la Iglesia? ¿Solo puedo acaso alabarla? Pues lo siento pero ciertas cosas no casan conmigo. Los católicos que la mayor parte del tiempo se han dedicado a eliminar la crítica en el interior de la Iglesia ahí los vemos. Desde luego algunos no dudaron que para evitar criticas y mantener la unidad había que quemar gente. Y no pocos han dudado recientemente en tapar escándalos de pedofilia amenazando a las victimas.

En la Iglesia hay cosas que funcionan mal, y yo estoy en mi derecho de decir lo que me parece está funcionando mal. Puedo estar acertado o bien equivocado. Y si a pesar de lo que no me guste sigo siendo y considerándome católico es por algo que algunos no entienden. No pienso ser sumiso, no pienso ser dócil, no voy a cerrar los ojos, ni voy a aceptar cualquier cosa por mucha autoridad que tenga el Papa. Las cosas se razonan, se proponen, se enseñan, se discuten, se debaten y si no nos gustan somos ya mayores para protestar y decir que no estoy de acuerdo.

Algunos son unos borregos, y se empeñan en que seamos borregos otros. Desde luego no pienso ser un borrego de aceptarlo todo. Me escandaliza que ciertos borregos critiquen a otros borregos por burradas que cometen sin antes plantearse las suyas propias. No pienso ser como esos testigos de Jehová que dejaron morir a un hijo por vetar su religión la transfusión de sangre, de la misma forma si mañana el Papa anuncia que los católicos debemos arrojarnos a un pozo, yo no seré tan idiota y de tirarme a él. Ni aceptaré dogmas absurdos o sin sentido. Podría ocurrir que mañana venga un pontífice y anuncie que debemos condenar la democracia, y parece que ciertos borregos no dudarán y lo harán más que convencidos.

A mi me resulta una burrada no adoptar una estrategia ABC (abstinencia, fidelidad y condones) en la prevención del contagio del Sida, y se proponga desde mi Iglesia quitarle la C (los condones). Me parece una burrada condenar que dos hombres o dos mujeres se amen, y se empleen descalificativos como degenerados, pecadores, desviados, mal moral, etc. Me parece una burrada no permitir que unos padres recurran a la reproducción asistida para salvar a un hijo que esta enfermo teniendo uno que esté sano y ayude al sano a curarse gracias a su cordón umbilical. Me parece una burrada condenar a un enfermo que con insufribles dolores, que nadie los desea para uno mismo, quiera morirse y pida la eutanasia, y que hasta un cardenal impresentable le niegue hasta los funerales. Me parece impresentable

Pues yo pienso protestar contra lo que me parecen burradas. Los católicos no debemos comulgar con ruedas de molino. No se puede doblegar como algunos pretenden, nuestra voluntad y nuestras conciencias. La Iglesia es madre y enseña, pero también las madres se equivocan y aprenden, y también la Iglesia debe seguir aprendiendo. Si algunos se creen que tras 2000 años la Iglesia lo sabe todo, pues están en un error. En 2000 años hemos pasado de una Iglesia que aceptó la esclavitud, la pena de muerte, la opresión y que en no pocas ocasiones fomentó guerras a favor de lo que creyó era el bien de la cristiandad, a una iglesia que justo hoy hace lo contrario gracias a su experiencia del pasado. Y no se le puede negar a la Iglesia su capacidad de seguir aprendiendo, de seguir matizando, modernizándose o cambiando las formas de transmitir el mensaje cristiano.

La Iglesia en la que yo creo no solo enseña, sino que aprende, y en la Iglesia en la que creo “las ideas no se imponen, sino que se proponen”. Porque mi Iglesia no es una secta, como algunos pretenden convertirla o insinuar que somos los católicos.
Volver arriba