Ipse dixit

Sagredo: Me encontraba un día en casa de un médico muy famoso en Venecia, a cuyas lecciones acudía mucho público, unos por deseo de estudiar, otros por la curiosidad de ver ejecutar una disección por la mano de un anatomista tal realmente instruido como cuidadoso y hábil. Aquel día, pues, ocurrió que buscábamos la raíz y el comienzo de aquel nervio que es la base de una célebre polémica entre los médicos de la escuela de Galeno y los peripatéticos. Cuando el anatomista mostró cómo el tronco principal del nervio, partiendo del cerebro, recorría la espalda, se extendía por la espina dorsal y se ramificaba por todo el cuerpo, y que sólo un hilo muy fino llegaba al corazón, se volvió a un caballero conocido peripatético, en cuyo honor había él hecho su demostración con extraordinaria meticulosidad, y le preguntó si se había convencido de que los nervios se originan en el cerebro y no en el corazón. A lo que nuestro filósofo, tras meditar unos instantes, contestó: “Lo habéis demostrado con tanta claridad y evidencia, que si no se opusiera a ello el texto de Aristóteles, quien expresamente dice que los nervios nacen en el corazón, no habría más remedio que daros la razón”.» (Galileo Galilei, Diálogos sobre los dos sistemas máximos)


Y he querido traeros esta cita. Que sirva de crítica a todos aquellos que se contentan en sostener su autoridad con eso del ipse dixit. Si lo dice Einstein va a misa, si lo dice Kant nada se puede objetar, y si si esto lo dice tajantemente el catecismo o un Papa es axioma y no hay nada más que demostrar. Es una pena que algunos se empeñen en ir contra el mundo de los sentidos, contra aquello que se percibe, se ve o se siente. La condena al mundo cuando no satisface nuestras ideas escritas sobre el papel o sobre una tabla de imperceptibles y platónicas leyes sigue hoy demasiado vigente en el mundo científico como en el religioso, pasando como no, por el filosófico.
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