La demostración de la existencia de Dios.

Un compañero blogger de la blogosfera, Lisardo Ugido, que me visita últimamente me pide algunas explicaciones sobre porque digo que Stephen Hawking no puede hablar de metafísica. Yo no digo que Hawking no pueda hablar de metafísica, él es muy libre de opinar sobre el tema, solo que hay cosas que un hombre de ciencias no debe mezclar jamás si pretende enunciar algo como científico.

Ocurre que en la historia tenemos demasiados casos de mezclar metafísica y ciencia, y la mayoría de esos casos generaron muchos debates filosóficos, la mayoría fueron improductivos y muchas personas creyeron que aquello era la demostración más importante en la que basar su Fe, si les fué útil pues bien.

Santo Tomás de Aquino, basándose en las rudimentarias leyes de la relatividad Aristotélica, formuló cinco vías para demostrar la existencia de Dios. La primera de ellas insinúa que:

Primera vía: El movimiento como actuación del móvil: Es cierto y consta por el sentido que en este mundo algunas cosas son movidas. Pero todo lo que es movido es movido por otro. Por tanto, si lo que mueve es movido a su vez, ha de ser movido por otro, y este por otro. Mas así no se puede proceder hasta el infinito… Luego es necesario llegar a un primer motor que no es movido por nada; y este todos entienden que es Dios.


Santo Tomás desconocía muchísimo la naturaleza, y su idea del movimiento era semejante a la idea que tenían los incansables inventores de los móviles perpétuos de primera especie. Si Santo Tomas hubiera visto explosiones espontáneas de cristales, si hubiera observado como se cae una manzana de un árbol sin que nadie la toque o el viento la agite (desde su concepción geocéntrica), etc, se podría haber dado cuenta que el movimiento no necesita de agentes que lo transmitan. Hizo en su época una contribución mezclando metafísica y ciencia, y su demostración se vió como un fracaso en siglos posteriores. Incluso en su segunda vía:

Segunda vía: Experiencia de un orden de causas eficientes: Vemos que en este mundo sensible existe un orden de causas eficientes; pero no vemos ni es posible que algo sea causa eficiente de sí mismo, porque de lo contrario sería anterior a sí mismo, lo cual es imposible. Ahora bien, no es posible que en el orden de causas eficientes se proceda hasta el infinito… Luego es necesario suponer una causa eficiente primera, que todos llaman Dios.


Aquí desconocía Santo Tomas lo que sería la revolución cuántica que vendría 8 siglos después. Por ejemplo el problema de las desintegraciones de los neutrones, es una desintegración espontánea en electrones y protones, y se sabe que estos fuera de los átomos tienen una vida media de 880 s ¿Podemos afirmar que Dios está detrás de cada desintegración de un neutrón? Pues no, salvo que yo me equivoque y lo encuentre Dios entretenido desintegrar neutrones.

Santo Tomás de Aquino al fin y al cabo pertenece al siglo XIII, su mentalidad científica es muy diferente a la de hoy en día. Sus demostraciones no resultan hoy válidas para verificar la existencia de Dios, y tampoco podemos exigirle la seriedad que se exige hoy para demostrar científicamente algo.

Siglos después, por el XIX, surgen los principios de la termodinámica. Estos levantaron interesantísimos debates, algunos de ellos sumamente contradictorios. Por ejemplo, con el primer principio se llegó a sugerir la idea que hoy defiende Stephen Hawking, la de la inexistencia de Dios por la autosuficiencia del universo. En si misma esa idea fue una chorrada, y las alegrías duraron poco cuando apareció el segundo principio. Si el primer principio trata de la conservación de la energía y la conversión de esta en energía interna, calor y mecánica, el segundo principio establece la degradación de la energía y además marca dificultades en la conversión de una forma de energía en otras. La idea de la autosuficiencia del universo se apagó de golpe y enseguida con el principio de aumento de entropía comenzaron a especular sobre la creación del universo basándose en un mínimo de la función entropía. Hasta el propio Pio XII se lo creyó y llegó a anunciar que:

La ley de la entropía, descubierta por Rodolfo Clausius, nos dio la seguridad de que en un sistema material cerrado... al fin y al cabo los procesos a escala macroscópica algún día cesarán. Esta lamentable necesidad confirma la existencia del Ser Necesario


¿Sabía el Papa lo que decía? La verdad es que me cuesta a imaginar a Pío XII hablando de escalas macroscópicas, sistemas materiales abiertos, procesos termodinámicos, entropía, etc. Pero incluso el debate entorno al segundo principio se intentó retorcer para que usando el primer principio combinado con el segundo volver a demostrar que Dios no existía:

«...Comoquiera que se interprete la segunda tesis de Clausius, pero según él, la energía se pierde si no de manera cuantitativa, sí de manera cualitativa. La entropía no puede desaparecer de manera natural. sin embargo, puede crearse. Al reloj mundial primero hay que darle cuerda y después comienza su marcha hasta que llegue al equilibrio, del cual sólo le puede sacar un milagro. La energía consumida en darle cuerda desapareció, por lo menos en el sentido cualitativo y sólo puede ser restablecida mediante un impulso exterior. Por consiguiente el impulso exterior fue necesario también al. principio, por consiguiente la cantidad de movimiento o de energía disponible del Universo no siempre es igual, por consiguiente, la energía puede crearse artificialmente, por consiguiente, ella es creable, por consiguiente, ella es aniquilable. ¡Ad absurdum!»


Esta cita es de F. Engels, y la verdad es que intentando hacer reducción al absurdo acabó él haciendo el tonto. Su planteamiento es absurdo si se tiene en cuenta que se parte del planteamiento que Dios crea y marca las reglas del juego, y estas pueden comenzar a funcionar cuando quiera. Con ello Engels queda refutado por meterse en camisa de once varas.

Tenemos en pleno siglo XXI a un matemático y sacerdote Michael Heller, que basándose en las matemáticas demuestra que dios existe. Llegó él a decir lo siguiente:

“Si preguntamos sobre la causa del universo deberíamos preguntar sobre la causa de las leyes matemáticas. Al hacerlo nos situamos en el gran plan maestro de Dios al pensar el Universo, ante la pregunta sobre la causalidad definitiva: ¿por qué existe algo en vez de no existir nada?”


Una de las tantas cosas interesantes que aprendí en la universidad es que los problemas matemáticos pueden tener una solución, múltiples soluciones o ninguna. Las preguntas humanas les ocurre algo parecido, las hay que tienen respuesta: ¿Cuántos dedos tengo en el pie? Las hay que tienen múltiples respuestas y todas validas: ¿como dar en ajedrez el mate de rey y torre contra rey? O simplemente que no tienen solución porque la pregunta es absurda:¿Cuál es la suma de una iguana con un trolebús?. O bien la solución simplemente no existe o es imposible encontrarla. La pregunta de Heller es bien de este último tipo, no podemos dar con una respuesta verdadera sin más, por mucho Dios que quitemos o pongamos.

Hawking debería haber aprendido por la historia y la experiencia ajena a no hacer estas mezclas de física y metafísica, incluso por su propia experiencia recolectando críticas todos estos años. Pero si le dio hace años por meterse en este berenjenal y todo por vender y presentar un libro suyo, ahora le da por hacerse propaganda haciendo el Camino de Santiago y concluyendo el mismo, tras una visita al arzobispo, lanzando una de sus desafortunadas perlas.

Insisto, no mezclar las matemáticas y las ciencias de la naturaleza con la teología. Ni la ciencia ni las matemáticas pueden asegurar nada sobre la existencia de Dios, ni la teología puede arriesgarse a correr por las áreas de las ciencias. Cada una a lo suyo.
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