Las denuncias y los denunciantes en la Iglesia.

Hace poco me contaron que en una parroquia, cuyo nombre no digo, uno de los sacerdotes decidió que en las misas se rezase el AVE María en un momento intercalado de la liturgia. El párroco advirtió al poco tiempo que un par de fieles se enfadaba y le advirtió que eso podría traer problemas. Y así fue, los trajo. Los fieles se quejaron al vicario, pusieron el grito en el cielo por ese añadido más a la misa, a parte de tergiversar los hechos, y acto seguido el vicario intervino pidiendo al párroco acabar con esa costumbre en la misa.

En una parroquia conservadora en la que estuve, el párroco nos contó que se leía siempre y con mucho detalle todos los escritos de la revistilla de la parroquia. El motivo era que ciertos laicos impresentables que le tenían ojeriza, podían buscarle problemas en el arzobispado.

En otra ocasión, hubo acusaciones contra un párroco de ser poco ortodoxo. Un párroco que levantó una parroquia hundida con una buena pastoral. Acto seguido el Arzobispo, Antonio María Rouco, conociendo las denuncias y conocedor de la línea pastoral, acudió a dicha parroquia y concelebrando con el párroco anunció todo su apoyo al cura.

Así es como se comportan parte de los denunciantes, cuando un cura da una absolución masiva aun aduciendo permiso del obispo, estos acuden a quejarse. Aunque el cura cuente con permiso para dar en un determinado momento la absolución, esos impresentables se quejan igual.

Lo ocurrido en Entrevías era de sobra conocido por Rouco. Reconozco que la culpa de lo sucedido es de los curas de la parroquia, pero fíjense que malicia tienen los denunciantes que hasta escriben al Nuncio y a Roma aunque con ello salga perjudicado el Cardenal Arzobispo, al que luego los muy cabrones acuden a besarle el anillo.

Un obispo es quien administra su diócesis, Rouco es riguroso cuando lo considera, y Madrid no está mal dirigida con él y sus tres menos un auxiliares, no me olvido del fallecido Eugenio Romero. Mi Arzobispo tiene cosas que no me gustan, y otras que si me gustan. De las que no me gustan solo un puñado me parecen de escándalo, como su obsesión por unos tapices que no son suyos o su manía de regalar al Camino Neocatecumenal varias parroquias, entre otras, pero otras cosas ni las cuento. Si entra en política le criticaré, pero por ello sé que no le voy a perjudicar eclesialmente, y menos voy a enviar escrito a la Santa Sede contra Antonio María Rouco.

En mi blog he podido atacar a curas que hacen cosas infames. Sé de uno que en mitad de un entierro pasa el cepillo, y que luego acude a casa de las viudas en víspera del difunto para decirle que a cambio de una aportación económica de 10 € le nombra en la misa. Sé de otro que insultaba a las putas e incluso dejaba entrever secretos de confesión, etc. Curas que no me caen bien, que me parece no debieran ejercer o deben ser corregidos. Pero ni pienso denunciarles, ni vengarme de ellos perjudicándoles.

Según rumores que me llegaron de Santander, y que también llegaron al blog de Francisco José Fernandez de la Cigoña cuando este verano no entendíamos la defenestración de ese buen obispo que es Vilaplana. Ha habido gente que le acusó de permitir excesivamente las absoluciones masivas en su diócesis, y por ello se optó por defenestrarle a una diócesis “menor importancia”. No quiero ofender a Huelva, pero Santander (Cantabria) es más preferida por un obispo al abarcar una Comunidad Autónoma que Huelva que es provincia.

Pues muy eclesiales son esos denunciantes. Desde luego muy cristianos deben de creerse que son.
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