"Por el bien de la humanidad" ¡Hechos, no palabras!

"¿Cómo es el amor de Jesús? ¿Cómo sé que yo siento el amor verdadero? Dos criterios que nos ayudarán a distinguir el amor verdadero del no verdadero. El primer criterio es que el amor se debe poner más en los hechos que en las palabras. Y el segundo criterio consiste en que comunicar es propio del amor: el amor se comunica. Sólo con estos dos criterios podemos encontrar el verdadero amor de Jesús en los hechos, pero en los hechos concretos" (Papa Francisco)
"Porque hay anuncios de propaganda, mientras los hechos van por otra parte. Es el reinado del relato versus la realidad"
Tal vez en una sola cosa está de acuerdo la humanidad: que debe cambiar el mundo porque, a este ritmo, parecemos ir al abismo. Unos quieren que cambie de una forma, otros de otra. A todos nos preocupa el planeta que estamos dejando a nuestros hijos, nietos, bisnietos.
Al paso que vamos, nos estamos “comiendo el mundo” como vulgares glotones, sin pensar en el futuro de las próximas generaciones. Empachados de codicia, desbordados de prepotencia, aniquilados por la soberbia, envalentonados por la vanidad. Todos creen tener la razón, aunque sea una sinrazón. Nadie cede, todos imponen. La palabra está devaluada. Todos gritan, nadie oye, todos están conectados digitalmente, pero viviendo profundas soledades.
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Un sinfín de estudios, de análisis, de investigaciones, de estadísticas revelan múltiples crisis. Por décadas hablamos y vivimos las mismas realidades, nada cambia, todo sigue igual, con diferentes actores y diversas circunstancias. Muchos solo hablan, sin respaldo de acción alguna. La verborrea oral y escrita ahora se derrama por doquier de manera inmediata, es un vendaval que arrasa con dignidad que se cruce y no deja “piedra sobre piedra”. El mundo es un cuadrilátero de violencia multidimensional. Todos contra todos, sin excepciones. Hasta la tecnología favorece al desenfreno; la dislexia social campea. La incoherencia, raíz de todos los conflictos, es la ruptura entre palabra de la acción.

Por el bien de la humanidad, debería haber una estrechísima relación entre “palabra y acción", para evitar la brecha profunda que existe entre lo que se dice y lo que se hace. Las palabras se pronuncian fácilmente, pero las acciones demuestran la verdadera intención y compromiso de una persona. En esencia, las acciones hablan más fuerte que las palabras. Recordemos que “las palabras convencen, pero las acciones arrastran”. "Si aspiramos a transformar nuestra realidad, debemos pasar de las palabras a la acción.
Ser una persona de acción implica compromiso, integridad, verdad y confianza.
Compromiso, ya que las acciones son prueba tangible de una persona realmente comprometida con sus palabras, que trabaja arduamente para cumplir con su palabra y hacer lo que manifiesta. Integridad, siendo una persona íntegra aquella cuyas palabras y acciones están alineadas, siendo coherente. Verdad, ya que las acciones revelan la verdad sobre una persona, mientras que las palabras pueden ser utilizadas para engañar o manipular. Confianza, que está construida construye a través de la coherencia entre las palabras y las acciones, una persona es confiable porque cumple lo que ofrece.
Hay muchos ejemplos que ponen en evidencia esa contradicción entre lo que decimos y hacemos. Las palabras de los “politiqueros” están tan devaluadas que nadie les cree. En las campañas prometen el “oro y el moro”, dicen que van a mejorar la salud, la educación, que van crear empleo, que mejorarán las condiciones de vida del pueblo, pero llegan al poder y se “olvidan” de lo ofrecido. Las acciones son la verdadera medida de nuestro compromiso, integridad y verdad: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo, 7,16).
En el aquí y ahora ¿qué haría Jesús en nuestro lugar? ¿Qué palabra y qué acción espera la gente de los gobernantes, de sus pastores, de sus vecinos, de sus familiares? En nuestras comunidades, parroquias, en las órdenes religiosas y las diócesis hayimportantes ejemplos de hechos que muestran diariamente el amor de Cristo con acciones. Es gracias a estos ejemplos y a otros semejantes de la sociedad civil que aún se mantiene en nuestra patria una esperanza porfiada en mejores días.
Todos debemos actuar desde nuestro compromiso de fe y comunicar que hay esperanza de una “vida plena”; y romper con el círculo perverso de deshumanización que ahora padecemos. Estas iniciativas deben coordinarse y demostrar que son una realidad, para devolver la dignidad a las personas.
