"La Iglesia se convierte en experta en humanidad si camina con la humanidad y lleva en su corazón el eco de sus preguntas" Siguiendo el ejemplo de Nicolás de Cusa, León XIV invita a "hacer espacio, mantener juntos los opuestos y esperar lo que aún no se ve"
"Nicolás de Cusa. Él nos puede enseñar que esperar es también «no saber»"
"Muchos de sus contemporáneos vivían con miedo; otros se armaban preparando nuevas cruzadas. Nicolás, en cambio, desde joven eligió frecuentar a quienes tenían esperanza, a quienes profundizaban en nuevas disciplinas, a quienes releían los clásicos y volvían a las fuentes. Creía en la humanidad"
"¡Cuántas preguntas ponen en crisis nuestra enseñanza! Preguntas de los jóvenes, preguntas de los pobres, preguntas de las mujeres, preguntas de quienes han sido silenciados o condenados por ser diferentes a la mayoría"
"Esperar es no saber. No tenemos ya las respuestas a todas las preguntas. Pero tenemos a Jesús. Seguimos a Jesús. Y entonces esperamos lo que aún no vemos"
"¡Cuántas preguntas ponen en crisis nuestra enseñanza! Preguntas de los jóvenes, preguntas de los pobres, preguntas de las mujeres, preguntas de quienes han sido silenciados o condenados por ser diferentes a la mayoría"
"Esperar es no saber. No tenemos ya las respuestas a todas las preguntas. Pero tenemos a Jesús. Seguimos a Jesús. Y entonces esperamos lo que aún no vemos"
En su catequesis de la audiencia jubilar, el Papa León XIV aborda el tema de 'esperar y no saber', siguiendo la estela de San Nicolás de Cusa, e invita a la Iglesia a "mantener juntos los opuestos y esperar lo que aún no se ve". Porque sólo respondiendo a las preguntas de los jóvenes, de los pobres o de las mujeres "la Iglesia se convierte en experta en humanidad".
Eso sí, conscientes, según Prevost, que "esperar es no saber. No tenemos ya las respuestas a todas las preguntas. Pero tenemos a Jesús. Seguimos a Jesús. Y entonces esperamos lo que aún no vemos".
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Habéis llegado al final de vuestra peregrinación, pero, al igual que los discípulos de Jesús, ahora debemos aprender a habitar un mundo nuevo. El Jubileo nos ha convertido en peregrinos de la esperanza precisamente por esto: ahora todo debe contemplarse a la luz de la resurrección del Crucificado. ¡Es en esta esperanza donde somos salvados! Sin embargo, nuestros ojos no están acostumbrados. Por eso, antes de ascender al cielo, el Resucitado comenzó a educar nuestra mirada. ¡Y sigue haciéndolo también hoy! De hecho, las cosas no son como parecen: el amor ha vencido, aunque tengamos ante nuestros ojos muchos contrastes y veamos el enfrentamiento entre muchos opuestos.
En una época igualmente turbulenta, en el siglo XV, la Iglesia tuvo un cardenal que aún hoy es poco conocido. Fue un gran pensador y servidor de la unidad. Se llamaba Nicolás y era de Kues, en Alemania: Nicolás de Cusa. Él nos puede enseñar que esperar es también «no saber». Como escribe san Pablo, de hecho, «¿cómo puede esperar quien ya ve?» (Rm 8,24). Nicolás Cusanus no podía ver la unidad de la Iglesia, sacudida por corrientes opuestas y dividida entre Oriente y Occidente. No podía ver la paz en el mundo y entre las religiones, en una época en la que la cristiandad se sentía amenazada desde fuera. Sin embargo, mientras viajaba como diplomático del Papa, rezaba y pensaba. Por eso sus escritos están llenos de luz.
Muchos de sus contemporáneos vivían con miedo; otros se armaban preparando nuevas cruzadas. Nicolás, en cambio, desde joven eligió frecuentar a quienes tenían esperanza, a quienes profundizaban en nuevas disciplinas, a quienes releían los clásicos y volvían a las fuentes. Creía en la humanidad. Comprendía que hay opuestos que hay que mantener juntos, que Dios es un misterio en el que lo que está en tensión encuentra unidad. Nicolás sabía que no sabía y así comprendía cada vez mejor la realidad. ¡Qué gran don para la Iglesia! ¡Qué llamada a la renovación del corazón! He aquí sus enseñanzas: hacer espacio, mantener juntos los opuestos, esperar lo que aún no se ve.
Cusano hablaba de una «ignorancia docta», signo de inteligencia. El protagonista de algunos de sus escritos es un personaje curioso: el idiota. Es una persona sencilla, que no ha estudiado y plantea a los eruditos preguntas elementales, que ponen en crisis sus certezas.
Así ocurre también en la Iglesia de hoy. ¡Cuántas preguntas ponen en crisis nuestra enseñanza! Preguntas de los jóvenes, preguntas de los pobres, preguntas de las mujeres, preguntas de quienes han sido silenciados o condenados por ser diferentes a la mayoría. Estamos en un tiempo bendito: ¡cuántas preguntas! La Iglesia se convierte en experta en humanidad si camina con la humanidad y lleva en su corazón el eco de sus preguntas.
Queridos hermanos y hermanas. Esperar es no saber. No tenemos ya las respuestas a todas las preguntas. Pero tenemos a Jesús. Seguimos a Jesús. Y entonces esperamos lo que aún no vemos. Nos convertimos en un pueblo en el que los opuestos se componen en unidad. Nos adentramos como exploradores en el mundo nuevo del Resucitado. Jesús nos precede. Aprendemos, avanzando paso a paso. Es un camino no solo de la Iglesia, sino de toda la humanidad. Un camino de esperanza.
Saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
En esta audiencia jubilar nos ayuda a reflexionar el testimonio de Nicola Cusano, un Cardenal alemán que vivió en el siglo XV, en un momento difícil de la historia. Como diplomático al servicio del Papa, fue un gran pensador y constructor de unidad.
En su tiempo, la Iglesia sufría a causa de las divisiones internas, y la paz en el mundo estaba continuamente amenazada. Pero él mantenía siempre viva la esperanza. Esta actitud lo ayudó a comprender mejor la presencia de Dios en la realidad, expresándolo en valiosos escritos.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor que nos ayude a ser testigos de esperanza y artífices de comunión, dejándonos interpelar por las inquietudes y necesidades de los hombres y mujeres de hoy. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
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