Extraido de "Sinfonía divina, acordes encarnados". PPC Adviento: "Que nuestros sueños venzan nuestros miedos". Un migrante con esperanza, un Noé de hoy.
«Estad en vela, preparados […] para el encuentro»
Un nuevo año litúrgico nos despierta en el grito del Adviento invitándonos a tomar conciencia del momento que estamos viviendo y de la etapa de nuestro propio vivir personal y comunitario. Somos seres de esperanza que estamos llamados a un encuentro de vida y de luz inagotables, que está llegando y viene a nosotros en cada momento, gesto, persona, encuentro… para irnos preparándonos a lo definitivo.
| Jose Moreno Losada
DOMINGO I DE ADVIENTO
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
–Cuando venga el Hijo del hombre pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que, si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
Mateo 24,37-44
Ahora es el momento de construir el arca de la salvación. Para el diluvio necesitamos introducir en el arca los cuidados, la ternura, la interioridad y la espiritualidad cuidada, la bendición y la profundidad de vivir con horizontes universales con la creación y con toda la humanidad. No caigamos en la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, porque la vida está llegando hoy, ahora, en aquel y en este que se sienta a nuestro lado. Que nuestros sueños venzan nuestros miedos.
Un emigrante con esperanza, un Noé de hoy
Como delegado diocesano de Ecumenismo en mi diócesis, cada año preparamos el octavario de oración por la unidad de los cristianos, que se celebra en enero. Es un momento para expresar públicamente el camino hacia la unidad que hemos de recorrer con los hermanos de otras Iglesias. En estos últimos tiempos he establecido una amistad espiritual y humana fuerte con Santi, joven protestante que llegó de Paraguay a Badajoz y que me está abriendo los ojos a un modo de vivir la fe con horizontes de verdad y universalidad desde su situación de emigrante aún no regularizado. Este año en que se nos invitaba a recordar el Credo niceno, él fue uno de los que nos dio testimonio de su credo personal.
Testimonio : Mi sueño y mi esperanza. (Santiago Morán)
Buenas Noches, un gusto poder estar aquí en este espacio tan hermoso, lleno de sensaciones y espíritu de acogida. Mi nombre es Santiago Morán, soy paraguayo y emigrante con esperanza – llevo dos años aquí entre ustedes, viviendo los altibajos de «irse de tu parentela» a «otra tierra tal vez desconocida»– como emigrante, y no solo yo, seguro que pasamos tantas transiciones personales y laborales, pero nuestro caminar siempre va acompañado con la dura realidad, pero también con la suave brisa de la esperanza de que nuestro alrededor, ya que somos ese «otro» que llega, siempre sea amado, acogido y restaurado, por eso siempre vivimos soñando…
¡Hoy tengo un sueño! –gritaba Martin Luther King un 28 de agosto de 1963–; ese grito profético sigue resonando y trascendiendo las líneas de todos los tiempos y contextos, un deseo por la esperanza, la igualdad, la unidad, el amor y la justicia que desborda e inunda todas las barreras y murallas impuestas por los hombres.
Hoy soñamos nosotros, los emigrantes, con tintes ecuménicos no solo por los encuentros posibles en estos espacios, sino también por la posibilidad de seguir pensando y creando a la luz de nuestras realidades no una «utopía» fuera de esta historia, sino «en y desde la historia», como dice Ignacio Ellacuría; es la historia, y no solo la mía, sino la de muchos que se presenta como
«desesperanza», como obstáculo, como muerte y censura, desde los aspectos económicos, legales y religiosos.
Hoy sueñan tantos emigrantes –hombres y mujeres–: que al salir de sus tierras encuentren oportunidades que les permitan desarrollarse en lo familiar y personal; hoy muchos salen por esa vida abundante que Jesús predicó, esa vida digna, plena, esa vida asegurada, bendecida y guardada por el Dios de la vida, por el Dios emigrante –que tal vez nuestras tierras por motivos de injusticia no proveen–, hoy sé que sueñan los jóvenes emigrantes, el que trabaja en negro, el que trabaja al sol y al frío del campo; hoy sé que sueña la mujer o joven interna que pasa meses o años como interna –cuidando casas o personas– motivada e impulsada por la familia y los hijos.
Hoy soñamos y anhelamos con demanda profética: que nos miren como otro, que nos miren desde la novedad del Reino, que nos miren como amigos, hermanos y comprometidos contigo –que no nos miren como «objeto», sino desde otro paisaje, desde otro horizonte, desde ese mundo deseado por Dios–, que nos miren como el rostro de Dios.
Hoy sueño y confieso, a la luz de Sal 119,17-23: «No soy más que un extranjero en la tierra, por lo tanto, Señor, no me hagas pasar vergüenza, sino que me aferro a ti».
Hoy soñamos también aquellos que al estilo de Jesús queremos vivir una vida que haga honor y sea palpable a la luz de ese reino de los cielos presente y que se manifiesta en el amor abierto y sin barreras –hoy soñamos, perseguimos y luchamos por un mundo de mesa abierta, de escucha abierta, de diálogo abierto, de intercambio y riqueza–, y en clave nicena, la Trinidad no solo es un dogma para enaltecer y creer, es también un dogma para vivir. ¿para vivir qué?: la igualdad, la fraternidad y la función salvífica –me encanta pensar en la palabra «ecuménico», su raíz se compone de una palabra en griego que significa «casa, hogar, economía», una casa, un hogar, un espíritu y acción no de puertas cerradas o acciones frías, sino abierta de par en par, transformada por Jesús, capaz de abrazar y amar todo lo que abarca–; por tanto, así pensamos en la Trinidad, en un Dios omniabarcante, un Dios diverso capaz de darse sin límites para todo aquel que lo invoque
Qué lindo y qué sueño es pensar hoy que vivir en ese «espíritu y accionar ecuménico» no solo busca lo común en cuanto a lo religioso, sino que es macro, abarca todo el componente humano: la vida entera.
Entonces así, la Trinidad no solo se vuelve un concepto abstracto y complejo de entender, sino que se hace sencillo y real cuando empezamos a vivir en amor, fraternidad y misión para con el mundo.
Hoy quiero proponer, como un emigrante de origen paraguayo, que solo un Dios sufriente, implicado en nuestras realidades rotas, puede salvarnos, y que solo un Dios diverso y que abraza sale a nuestro encuentro para llamarnos a diario no solo a «creer esto», sino a «vivir esto» junto con otros. Muchas gracias.
Semillas de una humanidad nueva
La crisis forma parte del ser y la estructura de la realidad, siempre estamos en proceso no acabado. La dimensión de las criaturas que nos determina nos hace estar siempre en la sensación y la vigilancia de la posible catástrofe personal, comunitaria, climática o económica. Somos vulnerables, y la realidad es un espacio que hemos de conquistar y vivir en la esperanza, en el discernimiento de lo verdadero.
Noé simboliza esta humanidad que está llamada a renovarse continuamente para permanecer en la vida y no perderla. Los caminos de la novedad son las rutas del Adviento que nos proclama que hay dirección y sentido en la historia de lo humano, que no estamos en una noria cíclica sin dirección ni sentido.
Aunque la realidad parezca hostil y a veces parezca terminal con peligro de destrucción, nosotros estamos llamados a ser seres de una apocalíptica esperanzada y creativa. El futuro está lleno de paz, de luz, de fraternidad, de comunión, de justicia, y nosotros creemos en él.
El evangelio de hoy nos llama a ser constructores del arca de los sueños en medio de una sociedad que es indiferente y miedosa ante lo que ocurre. Hoy se necesitan los Noé que, contra toda esperanza, en la locura de una lógica del don y la confianza, edifican momentos, lugares, encuentros que son de salvación y de cercanía en la búsqueda de una salida de plenitud y de sentido esperanzado para todos.
Podríamos acoger el testimonio de este joven protestante –Noé real y verdadero de hoy– para entender que la misma emigración que tanto sufre entre nosotros nos está llamando a la construcción de una sociedad, cultura, humanidad –un arca– en la que nadie quede excluido y se proyecte como esperanza la fraternidad posible del cuidado, la ternura, el bien y lo justo.
¿Queremos ser de Noé o nos quedamos con los que se ríen de él?
Acordes encarnados:
Sueño de migrante
Soy paraguayo y migrante,
con la fe como equipaje,
dos años cruzando mares,
con dolores y coraje.