Dios comulga con "autismo"
Pedro, Alejandro y Eduardo comulgan con Dios
No entiendo cómo puede haber quien ponga obstáculos para que se acerquen a comulgar niños con dificultades. Esta tarde he estado en la parroquia, ha llegado Marisol acompañada de su hijo Pedro, llevaban dos tartas para mañana. Pedro estaba alegre y nervioso a la vez, me decía que mañana tarta; nos ha abrazado, le pregunté si iba a recibir mañana a Jesús y me decía que sí; le señalaba yo el corazón, le decía que ahí iba a entrar el Jesús y se sonreía.
Todo está preparado: el templo, la ceremonia, las preguntas, las respuestas. Será sin duda un día especial, porque estos tres niños grandes, Pedro, Alejandro y Eduardo que tienen autismo, se han preparado y van a participar por vez primera en la mesa de la Eucaristía con la comunidad. Ya llevan bastante tiempo viniendo a la misa dominical con su familia, son parte normal e integrada de nuestra comunidad parroquial, cuando faltan los echamos de menos. Yo al verlos llegar me da alegría, su abrazo, sus prisas, su mirada, sus gemidos.
Las madres, Marisol, Pilar y María, acompañadas por sus esposos, son para mí una referencia teológica de primer orden; son sacramentos de la condescendencia y de la cercanía tierna y amorosa de la gracia divina. Así lo viven y, por ello, han querido prepararlos y dar con ellos este paso tan significativo de compartir la mesa eucarística.Para ellas Dios les ha dado un don y una tarea en sus hijos; ellos son signos sacramentales del rostro de Dios, por eso cuando se acercan a comulgar cada Domingo el pan de la eucaristía, Cristo les hace presente la grandeza divina que ellas comulgan en el autismo de sus hijos cada día, en la tarea de amarlos y reconocer el gran valor de cada gesto, palabra, avance, pensamiento y sonrisa conseguidos de ellos.
Esta es la razón por la que tenían el deseo de unirse a sus hijos también en la comunión sacramental, del pan de la vida; ¿cómo mantener separados y excluidos de la mesa del Padre y los hermanos, a los que son especies sacramentales de la realidad divina en cada una de sus vidas para su familia y para la comunidad? Mañana, la comunidad parroquial vivirá con un gozo indescriptible este encuentro gozoso, en medio de la Pascua, del Cristo resucitado -en la presencia sacramental del pan- con la humanidad, pequeñez, sencillez, limitación, alegría, afecto, naturalidad, transparencia y corazón de estos hijos y hermanos nuestros. Ellos que desde el bautismo son y pertenecen a ese Cristo Glorioso con el que se encuentran.
En la víspera me imagino a Dios, nervioso en la noche, porque mañana quiere tener autismo y no sabe si lo va a hacer bien, para que sean ellos los comulgados por El, más que los que lo comulgan. Sí, así es; mañana va a ser Dios en Cristo el que va a comulgar la vida de Pedro, Alberto y Eduardo, y quiere hacerlo como lo llevan haciendo sus madres y sus padres durante todos los días de su vida; por eso para mí va a ser un día especial, una comunión de las que dejan huellas, porque se va a producir el milagro, siempre presente en el sacramento, pero de un modo original, de un Dios que se despoja de su rango, y asumiendo el autismo, va a comulgar la vida, la historia y el sentido de la esperanza de estos jóvenes, y los va a unir a El de un modo sensible y sacramental, en medio de la comunidad. Nos aclarará con alegría inmensa que tienen el mismo horizonte y plenitud que todos nosotros: la resurrección y la vida eterna en el corazón del Padre, donde todos seremos realmente iguales y felices, pero ellos nos adelantarán. Yo preparo – igual que Paco Maya, el párroco- mi traje, porque será un día especial, no quiero perderme este momento, ni su celebración posterior. Vamos que estamos nerviosos todos… Ah, me encantan estas bienaventuranzas que las madres proclamarán en su nombre en la Eucaristía:
”BIENAVENTURANZAS DE UN AMIGO ESPECIAL”
Bienaventurados los que entienden que aunque mis ojos brillan, mi mente es lenta…
Bienaventurados los que saben que mis oídos tienen que esforzarse para comprender lo que oyen…
Bienaventurados los que al verme comer, no miran la comida que se me cae en el plato…
Bienaventurados los que disimulan ante mi extraño paso al caminar y mis manos torpes…
Bienaventurados los que comprenden que aunque no hablo, mi corazón les dice cuanto los quiero…
Bienaventurados los que me respetan y aman como soy y no como ellos quisieran que fuera…
Bienaventurados los que con su amor y sus cuidados me acompañan en mi peregrinar al encuentro con Dios…
http://blogs.21rs.es/losada/2013/05/03/dios-comulga-con-autismo/
No entiendo cómo puede haber quien ponga obstáculos para que se acerquen a comulgar niños con dificultades. Esta tarde he estado en la parroquia, ha llegado Marisol acompañada de su hijo Pedro, llevaban dos tartas para mañana. Pedro estaba alegre y nervioso a la vez, me decía que mañana tarta; nos ha abrazado, le pregunté si iba a recibir mañana a Jesús y me decía que sí; le señalaba yo el corazón, le decía que ahí iba a entrar el Jesús y se sonreía.
Todo está preparado: el templo, la ceremonia, las preguntas, las respuestas. Será sin duda un día especial, porque estos tres niños grandes, Pedro, Alejandro y Eduardo que tienen autismo, se han preparado y van a participar por vez primera en la mesa de la Eucaristía con la comunidad. Ya llevan bastante tiempo viniendo a la misa dominical con su familia, son parte normal e integrada de nuestra comunidad parroquial, cuando faltan los echamos de menos. Yo al verlos llegar me da alegría, su abrazo, sus prisas, su mirada, sus gemidos.
Las madres, Marisol, Pilar y María, acompañadas por sus esposos, son para mí una referencia teológica de primer orden; son sacramentos de la condescendencia y de la cercanía tierna y amorosa de la gracia divina. Así lo viven y, por ello, han querido prepararlos y dar con ellos este paso tan significativo de compartir la mesa eucarística.Para ellas Dios les ha dado un don y una tarea en sus hijos; ellos son signos sacramentales del rostro de Dios, por eso cuando se acercan a comulgar cada Domingo el pan de la eucaristía, Cristo les hace presente la grandeza divina que ellas comulgan en el autismo de sus hijos cada día, en la tarea de amarlos y reconocer el gran valor de cada gesto, palabra, avance, pensamiento y sonrisa conseguidos de ellos.
Esta es la razón por la que tenían el deseo de unirse a sus hijos también en la comunión sacramental, del pan de la vida; ¿cómo mantener separados y excluidos de la mesa del Padre y los hermanos, a los que son especies sacramentales de la realidad divina en cada una de sus vidas para su familia y para la comunidad? Mañana, la comunidad parroquial vivirá con un gozo indescriptible este encuentro gozoso, en medio de la Pascua, del Cristo resucitado -en la presencia sacramental del pan- con la humanidad, pequeñez, sencillez, limitación, alegría, afecto, naturalidad, transparencia y corazón de estos hijos y hermanos nuestros. Ellos que desde el bautismo son y pertenecen a ese Cristo Glorioso con el que se encuentran.
En la víspera me imagino a Dios, nervioso en la noche, porque mañana quiere tener autismo y no sabe si lo va a hacer bien, para que sean ellos los comulgados por El, más que los que lo comulgan. Sí, así es; mañana va a ser Dios en Cristo el que va a comulgar la vida de Pedro, Alberto y Eduardo, y quiere hacerlo como lo llevan haciendo sus madres y sus padres durante todos los días de su vida; por eso para mí va a ser un día especial, una comunión de las que dejan huellas, porque se va a producir el milagro, siempre presente en el sacramento, pero de un modo original, de un Dios que se despoja de su rango, y asumiendo el autismo, va a comulgar la vida, la historia y el sentido de la esperanza de estos jóvenes, y los va a unir a El de un modo sensible y sacramental, en medio de la comunidad. Nos aclarará con alegría inmensa que tienen el mismo horizonte y plenitud que todos nosotros: la resurrección y la vida eterna en el corazón del Padre, donde todos seremos realmente iguales y felices, pero ellos nos adelantarán. Yo preparo – igual que Paco Maya, el párroco- mi traje, porque será un día especial, no quiero perderme este momento, ni su celebración posterior. Vamos que estamos nerviosos todos… Ah, me encantan estas bienaventuranzas que las madres proclamarán en su nombre en la Eucaristía:
”BIENAVENTURANZAS DE UN AMIGO ESPECIAL”
Bienaventurados los que entienden que aunque mis ojos brillan, mi mente es lenta…
Bienaventurados los que saben que mis oídos tienen que esforzarse para comprender lo que oyen…
Bienaventurados los que al verme comer, no miran la comida que se me cae en el plato…
Bienaventurados los que disimulan ante mi extraño paso al caminar y mis manos torpes…
Bienaventurados los que comprenden que aunque no hablo, mi corazón les dice cuanto los quiero…
Bienaventurados los que me respetan y aman como soy y no como ellos quisieran que fuera…
Bienaventurados los que con su amor y sus cuidados me acompañan en mi peregrinar al encuentro con Dios…
http://blogs.21rs.es/losada/2013/05/03/dios-comulga-con-autismo/