Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" Ed. PPC Con alegría, bendiciendo siempre a Dios. Un baile de ascensión

Con alegría, bendiciendo siempre a Dios.  Un baile de ascensión
Con alegría, bendiciendo siempre a Dios. Un baile de ascensión Jose Moreno Losada

Bendición y alegría, se exigen mutuamente y se complementan. La alegría nace de la bendición, estamos alegres cuando somos bendecidos con la ternura, la acogida, el perdón, la ilusión; cuando recibimos los cuidados que nos muestran amor y nos reconocen en una dignidad trascendente y gratuita. Del mismo modo, la alegría nos inquieta y nos catapulta para bendecir reconociendo el color, la luz, la vida, lo profundo, lo cuidado, la armonía, la sencillez, el amor. Lo propio de los seres del espíritu divino es entrar en la bendición permanente de Dios y en la alegría de su amor. Cuando vivimos con Él nos adentramos en la verdadera ascensión, en el camino hacia lo alto de la vida y la luz, la vida se transfigura y nuestros ojos se sienten dichosos de poder ver lo que ven y nuestros oídos de poder oír lo que oyen. Los benditos lo son porque han sido revestidos de la fuerza de lo alto.

ASCENSIÓN DEL SEÑOR

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto». Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.           Lucas 24,46-53

El baile de José María

EL ÚLTIMO BAILE

Baile de eternidad aquí y ahora

El vídeo ha dado mil vueltas y ha hecho bailar a cientos de corazones. Al leer el evangelio de hoy y considerar la fiesta que celebramos se me ha venido a la cabeza. Me gustaría hacerlo llegar a cada uno de vosotros, porque con solo verlo, sin más palabras entenderías porque lo recuerdo ahora cuando hablo de bendición y alegría, sabiendo que él estaba tocado de muerte y de pasión cuando se lanzó a bailar con su perchero de quimio.

La emoción le inundó cuando en la homilía dominical hice referencia a él y su video al hablar de la alegría y de vivir agradecidos siempre a Dios, bendiciendo y alegrando en la medida de lo posible. El vídeo me lo hizo llegar Pedro Monty, pianista referente de músicos sin fronteras en Extremadura. Desde su asociación están llevando a cabo un proyecto de cuidados y humanización a través de la música en la ciudad. Con ese motivo tienen establecido un acuerdo con los hospitales de la ciudad con el objetivo de llevar la música, como consuelo y sanación, a los enfermos y sus familiares. Lo hacen también en las residencias de mayores, en los albergues de Cáritas, centros de discapacidad, etc.… Yo me sumo cada vez que me es posible.

En este caso la actuación se llevó a cabo en el servicio de oncología del hospital universitario de Badajoz. Allí donde reciben la quimio los enfermos en esos procesos largos y duros en la lucha, vividos a la intemperie, entre la esperanza y la oscuridad, con los miedos y la firmeza de una guerra sin cuartel. Ese día estaba allí mi amigo José María, que padecía un cáncer de pulmón y que ha fallecido hace un mes, sin enterarme yo, en total silencio.

José María en nuestra parroquia de Guadalupe es alguien singular y único, yo me siento afortunado de haber recibido tanto sus confesiones como sus abrazos fuertes y sinceros, bien sentidos. Casado con Pilar, sin hijos, pero rodeado de sobrinos y allegados sin fronteras. Con su pisito en Badajoz y su casita en el campo donde ha vivido lo más que se puede vivir en armonía con la naturaleza, gozándola y trabajando, casi siempre para los otros, nunca olvidaré las mejores brevas e higos del mundo, sus naranjas, así como su dulce membrillo. La alegría y la complicidad con las que lo traía.

Jubilado, tras una vida de trabajo muy intenso en ambientes hosteleros, muy conocido en la ciudad por haber sido camarero en el hotel Zurbarán, tradicional en Badajoz. Su vida ha sido muy sencilla, nació en Usagre y recordaba su familia, su pueblo, de una forma muy entrañable. Su fe era de base y de firmeza, vivía en la tensión porque no entendía el sufrimiento de los más pobres y débiles, sobre todo el dolor de los niños, de los pequeños, y más cuando sufrían por acciones violentas de los mayores. Lo he visto llorar como un niño ante acontecimientos de dolor de este tipo y vivir la crisis de una fe sincera y bruta al mismo tiempo.

El encuentro de Emaús, últimamente, le enriqueció junto a su esposa en su vivir creyente y sumó a su vida kilómetros de paseos y metros de rosarios seguidos, más de uno rezó por mí, los contaba por miles, y siempre dispuesto a ser sirviente de los que se iniciaban. Pero lo que le caracterizaba era el sentido profundo del vivir, el saber gozar de lo pequeño y de todas las personas, de servir y darse, y todo ello con humor y una alegría profunda. Hombre sociable al máximo, comprometido en la universidad de mayores, en los grupos de teatro, en las actividades manuales y artísticas, en el cuidado de la naturaleza, en la preocupación por la parroquia y los curas… Hasta nos traía el estiércol para las plantas en nuestro patio familiar.  En pocas personas he encontrado una sinceridad y transparencia tan grande para hablar de sus debilidades y defectos, para arrepentirse. Siempre me interpelaron sus confesiones, con café al medio, en el parque del bioclimático. Hacíamos repasos de su vida como él me decía y terminaba abrazándome y besándome como si fuera su hermano. Nos emocionamos los dos, me lo imagino ahora en el cielo llorando conmigo, y lleno de alegría al mismo tiempo.

El último testimonio ha sido digno de fe. Le llegó a él el dolor y la enfermedad y se agarró a la fe como un niño, sin más preguntas ni dudas, pidiendo sanación, pero sobre todo dando amor a los que le rodeaban, viviendo sus flaquezas y dolores con paciencia y esperanza. Así fue aquel día en que músicos sin fronteras actuaban en la sala de la quimio. Se levantó de su sillón, agarró su perchero de quimio con ruedas y como si fuera una bella mujer querida, como si fuera Pilar, se puso a bailar un pasodoble con él. Llenó de risas y alegría a todos los que estaban en ese momento recibiendo sus fármacos para no desistir en la guerra con la enfermedad oncológica.

Yo soy testigo de que ese gesto era síntesis y sacramento de su vida real, de sus deseos más profundos, de su sentido de la vida, de sus ganas de querer y alegrar a los demás. José María estaba muriendo y bendiciendo, sufriendo y bailando, luchando y esperanzando. No se puede pedir más. Para mí será un sacramento y cuando dude ante el dolor, lo buscaré en YouTube y me daré un chute de ánimo en su honor y le rezaré como a un santo especial de mi devoción. En él he visto unidos el dolor, la debilidad, la alegría y la bendición. Gracias José María, seguiremos abrazándote en Pilar.

Notas hilvanadas:

Bailemos

Y pídeme que bailemos, al menos, una vez más, que dure este minuto cien años más”

(Dani Fernández-Bailemos)

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