Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" Ed. PPC La paz y la esperanza de un hermano en el ministerio. VI Domingo de Pascua

La paz y la espranza de un hermano en el ministerio. VI Domingo de Pascua
La paz y la espranza de un hermano en el ministerio. VI Domingo de Pascua Jose Moreno Losada

Mi paz os doy

 La paz de un corazón en el Espíritu defensor no tiene límites. El espíritu de Dios que avanza por la creación y se derrama en toda la historia es generador de armonía, unidad y paz. El ser humano que se abre a la acción de ese soplo en su corazón no se acobarda ni tiembla, aunque se quede a la intemperie y se le nuble la visión. Los que son del espíritu no tiemblan ni se acobardan y se lanzan comprometidos por la verdad y la justicia con la fuerza y el poder de la resurrección.

DOMINGO VI DE PASCUA

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, sigáis creyendo».

Juan 14,23-29

La paz os doy

La dimensión eclesial de nuestra fe pasa por la vivencia de la comunidad en lo singular y concreto de los espacios propios en los que vamos proyectando nuestras vidas y conociendo a Jesucristo junto a los hermanos. Según nos vamos adentrando en la vivencia de la fe, surgen en nosotros los deseos de construir espacios fraternos que sean verdaderos oasis para la sed del mundo y el cansancio de la historia. Esta es la vocación a la que hemos sido llamados y ahí se concretan y encarnan todas las vocaciones plurales y diversas que son signo del Espíritu. Ahí se enraíza nuestro ministerio.

Leonardo, enfermo y pastor, apóstol de la paz

 Mi compañero Leonardo está enfermo, lleva casi dos años luchando con el cáncer que ataca su boca, lleva ya tres operaciones en su lucha por la salud. La última, tras su etapa de recuperación, parece que va dando visos de acabar y poder vivir con más normalidad. Hoy. un año después, cuando edito este post,  me llega un mensaje donde comparte que está otrea vez en espera de posible  intervención, puesto en las manos del Padre…

“Se aproxima el día de la prueba. Por experiencia sé que el tiempo es determinante. En la misma observación que yo me hago y que me van a decir la boca esta mal, con más molestias producidas o bien por las células cancerígenas o bien porque salen las llagas y se van curando. En esa incertidumbre estoy… Ya está más cerca el posible cambio en mi físico, en el rostro de mi cara. Hay una imagen del Cristo de la caña en la ermita de la Virgen. Tiene las manos atadas. Yo le decía a Jesús a través de esta imagen que tengo la boca atada y cosida. Y posiblemente aún más. Confío en que me puedan aliviar este carga suave y yugo ligero. Tengo en una mesa pequeña un crucifijo que me acompaña desde la cuaresma. Quiero seguir ofreciendo y pidiendo serenidad para completar lo que le falta a la pasión de Cristo y poder gloriarme en la Cruz de Cristo. Pido a Dios consuele a los que sufren conmigo y encuentren fortalezca para que me sigan cuidando y dejarme cuidar. Toca esperar el diagnóstico. Intento no adelantar acontecimientos, pero miro al futuro con esperanza. No proyecto nada. Dios sabrá revelarme su voluntad en cada momento. Rezo y pido se haga su voluntad y ponga mi vida en sus manos y la entrego con todo mi amor porque él es mi padre.”

La paz de Cristo en él y para nosotros

parroquia

En estos trances nunca ha dejado de buscar su paz y de cuidar la paz de los suyos, de su comunidad parroquial en los Santos de Maimona. Se siente permanentemente apóstol, como padre y madre de la comunidad, me recuerda mucho al apóstol Pablo siempre preocupado por las comunidades cristianas, aunque estuviera lejos de ellas, y aludiendo a ese sentido de engendrar y cuidar de la vida de ellos. En estos días recibía un wasap suyo en respuesta a escritos míos, en sus palabras yo percibía el deseo de paz en Cristo para todos. Me gusta cómo trabaja y lucha por la paz en su interior, en medio de su enfermedad, pero sobre todo cómo eso también lo lleva al deseo de armonizar, unir, pacificar las cuestiones parroquiales. Los que compartimos con él el estudio del evangelio nos estamos sintiendo interpelados por su fe y su vivencia. Me recuerda a los que son dichosos porque trabajan por la paz, buena forma de vivir y enfrentarse a las contradicciones y dolores de su enfermedad. Os transmito sus palabras sencillas de pastor enfermo pero esperanzado:

“Gracias Pepe. El martes otra etapa del proceso de recuperación. Y tal vez el momento de despedida de José, el cuidador. El que día a día ha sido mi ángel durante las últimas horas de la jornada y ha velado mis sueños. Ha sido todo muy fácil con él. Otra vez a acostumbrarme a la soledad de la noche. Todos estos días he comido con Hermi y Siso, atravesados por una enfermedad degenerativa y ahora un cáncer. Muchos días me he llevado mi táper con la comida y me he presentado para comer juntos y compartir la vida. También la de Lucio.

Estoy viviendo un momento intenso, lúcido, activo, de pastor. He intentado desde el domingo de Resurrección -aña anterior-  ponerme delante de la comunidad, aportando lo mejor y animando a que otros aporten, también con alguna tensión pastoral pero resolutivo, mostrando también la rabia, pero intentando iluminar y decir no a propuestas que, después, de comentar con compañeros, se ha visto que no se podía proceder. Escuchando, dialogando, aunando criterios e intentando que el celo de pastorales sectoriales no las vivamos y las vivan como enfrentamientos. Algún debate más acalorado, pero triunfando la búsqueda del discernimiento y el consenso. Intentando, también, desde la cruz de las tácticas pastorales, vivir el gozo del consenso e intentando no hablar mal, arduo difícil, y huyendo también, de las malas intenciones. Todos las tenemos.

Y con la mirada hacia adelante. Esperando también poder cerrar un ciclo de puesta a punto del tercer trimestre hasta el final casi programado. Ahora con el deseo de descansar y vivir una liturgia reposada y bella si podemos, Ángel Maya y yo, en el monasterio de Hornachuelos.

 Necesito agradecer a Dios lo que está haciendo en mí. “Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero. Creo en ti, pero aumenta mi fe”

Me admira este corazón que no se acobarda ante la enfermedad y no tiembla ante la comunidad y sus problemas humanos y pastorales. No lo hace desde la fuerza, sino desde la fe y el don de la gracia del Dios que siente que le acompaña y siempre está con él. Gracias, hermano.

Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde

 Las comunidades cristianas, alimentadas por el Padre, dinamizadas por el Espíritu, han de ser fieles a sus deseos de salvación, lugares donde puedan llegar los sedientos, los cansados del camino, los agobiados, los tristes para encontrar en los hermanos el descanso, la paz, la alegría, el agua de la vida.

En ellas se ha de ofrecer el verdadero conocimiento de Jesucristo que lleva a la comunión con él, provocando el deseo de seguirle y tener sus mismos sentimientos de amor y servicio a la comunidad.

En la comunidad experimentamos cómo el Espíritu se derrama en nuestros corazones para liberarnos de los miedos y darnos la fuerza necesaria para liberar, desatar, perdonar, curar, levantar. No se trata de heroicidades conseguidas con nuestra voluntad, sino de apertura a la acción del Espíritu de Jesús que actúa en nuestra debilidad y más allá de nuestros pecados para que otros muchos puedan salvarse. Hoy se nos pide volver a nuestra fuente y nuestra raíz, la Trinidad, su comunidad y amor fundante, inspirados y movidos por la fuerza del Espíritu.

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