El diálogo religioso no supone que cada una de las partes renuncie a lo que cree esencial en su confesión, lo que los teólogos llaman el depositum fidei. Una cosa es decir que es la única verdadera y otra decir que sólo dentro de ella se da la salvación y otra muy diferente que hay que atacar a todos los que no hacen parte de la Iglesia verdadera. Puede que algún día, gracias a los avances de la hermenéutica (en buena parte las diferencias dependen de la interpretación de los textos fundacionales), los católicos, los protestantes y otras confesiones cristianas descubran que no hay nada esencial que los diferencie y que, por lo tanto, sus denominaciones podrían ser intercambiables. Mientras ese día no llegue me parece normal que cada uno de ellos crea y defienda que su iglesia es la única verdadera. Lo contrario llevaría a sincretismo, basado en el estúpido principio: “todo vale lo mismo”.